Uno de los hechos más
relevantes que la crisis mundial ha permitido poner de manifiesto es la
complicidad de muchos economistas con los grandes poderes financieros. Es
verdad que eso era algo que se había dado siempre, pero en estos últimos años
se ha hecho tan explícito que cada vez más gente se da cuenta de que tras
muchos sesudos análisis de sofisticados economistas no hay más que superchería
para que los grandes capitales ganen dinero. Vicenç Navarro y yo hemos de
denunciado que las entidades financieras vienen encargando desde hace años
informes catastrofistas sobre el futuro de las pensiones públicas a economistas
que erraban una vez tras otra en sus cálculos. Denunciamos allí con los datos
por delante que entidades que se suponen que son muy cuidadosas con el dinero
lo han tirado por la ventana pagando a economistas que nunca, absolutamente
nunca, han acertado en sus previsiones. Obviamente, porque lo que buscaban de
ellos no era un conocimiento riguroso y veraz de la realidad sino mentiras que
confundieran a la gente y les permitieran más fácilmente quedarse con el ahorro
de millones de familias y colocar sus productos financieros. Pero si el
comportamiento de los bancos que han recurrido a economistas tan desacertados
es vergonzoso, mucho más los es, naturalmente, el de estos últimos, que no han
tenido problema para ponerse al servicio de amos tan poco escrupulosos. En
estos últimos años de crisis también se ha descubierto el papel igualmente
cómplice y culpable de los economistas que se han dedicado a decir que el
incremento continuo de la deuda y la especulación en los mercados financieros
no representaba ningún problema solo
para que los bancos y las corporaciones financiera pudieran seguir haciendo un
negocio irresponsable que nos ha llevado a donde ahora estamos. En los medios
de comunicación es constante la presencia de predicadores empeñados en hacerle
creer a la gente que para crear empleo hay que bajar salarios y acabar con los
derechos laborales y sociales, que el gasto social es el que ha provocado la
deuda y todo ese tipo de falacias que otros economistas críticos han demostrado
claramente que son falsas pero que no pueden difundir en las mismas condiciones
de privilegio que los neoliberales tienen en los medios y en todo tipo de
tribunas.
En fin, en estos años se ha
hecho evidente la gran razón que llevaba el profesor José Luis Sampedro cuando
decía que “hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos
a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres”.
La conclusión que me parece
igualmente evidente es que no solo basta con perseguir a estos impostores. La
sociedad debe defenderse de las patrañas económicas que se difunden
constantemente y es imprescindible que la ciudadanía tenga acceso a un debate
profundo, abierto, auténticamente plural y permanente sobre las cuestiones
económicas que le afectan. Garantizarlo es una cuenta pendiente y un reto
principal de cualquier gobierno realmente comprometido con la democracia.
Chicos radicales. Observen lo que dice Alem
ResponderEliminarParece que nuestros amigos de la Patria Grande, donde España es parte como no, empiezan a ver, por ahora reducidos a una pequeña fracción, pero el camino es largo y ellos recién lo empiezan, aunque esperemos que aprovechen las experiencias de este lado del charco, porque como dijo alguien acerca de ella, la experiencia, si la querés tener en carne propia, es como el peine que te dan cuando ya estás pelado.
ResponderEliminarHoy ese país está abrumado por el terror y cegado por los medios de comunicación al servicio del mismo, por lo que es una tarea difícil la de esta gente, pero confiemos en que el ADN revoltoso aparezca, que será bienvenido.
Nunca menos y abrazos