VASOS COMUNICANTES: En qué se relacionan la voladura de la AMIA con el caso Ciccone, los servicios y los carapintadas... Para entender mejor a qué juega Asis, cuando "juega"..de cuadro informante




El rol carapintada por Walter Goobar para 

Miradas al Sur




El lunes 18 de julio, poco antes de que se consumara la masacre en la Amia, cuatro ex carapintadas desayunaban en un bar de Pasteur y Corrientes, a escasas cuadras de la mutual judía. Jorge Orlando Pacífico, un experto en explosivos que 20 años más tarde se convertiría en el primer denunciante del vicepresidente Amado Boudou en la causa Ciccone, ocupaba una de las mesas. Más tarde –con su sonrisa más gélida– explicó a los investigadores del atentado, que estaba en ese bar porque iba a encontrarse con el apoderado nacional del Modin, el partido político fundado por Aldo Rico tras los alzamientos militares que lideró en Semana Santa de 1987 y en Monte Caseros durante el siguiente verano.
Rengo de su pierna derecha, con problemas en sus oídos y la cicatriz de una esquirla en la cabeza a raíz de su paso por la guerra de Malvinas, Pacífico pasó a retiro en 1987, por carapintada. “Estuve en Campo de Mayo, a la derecha de Aldo Rico”, admite aún hoy. Tal vez la memoria lo traicionó, porque Pacífico nunca declaró que, además de él y del estudiante de Derecho Miguel Angel Calvete –actual secretario general de la Cámara de Autoservicios y Supermercados Chinos, con un pasado en agrupaciones neonazis–, estaba con ellos en la esquina de Pasteur y Corrientes el ex suboficial carapintada Miguel Aurelio Burgos, quien estacionó allí una camioneta Dahiatsu blanca –al borde de la defunción–, camuflada de ambulancia que llevaba en el techo una baliza azul similar a las que utiliza la policía. El último integrante del cuarteto sentado a la mesa era Enrique Rodríguez Day, que dijo haber concurrido para comprar un BMW usado que se exhibía por allí. No hay dudas que Rodríguez Day elaboró su coartada en base a un clasificado de Clarín. Pero su coartada no se sostiene: el aviso que apareció el 18-J tenía un teléfono y una dirección. A quienes llamaron esa mañana se les informó que el auto se había vendido el domingo y nunca fue exhibido cerca de Pasteur y Corrientes sino en un garage de la calle juncal. Las coartadas de Calvete y de Burgos fueron igualmente ridículas, específicamente Calvete dijo que tenía que encontrarse con Pacífico para charlar temas referentes a una asociación civil de ayuda a discapacitados. Escrutaban la calle con profesionalismo bien disimulado, mientras mataban el tiempo intercambiando intimidades y bromas. Pacífico comprobó la hora en su reloj pulsera y apartó la tasa de café que tenía delante suyo. Faltaban algo más de 15 minutos para las diez de la mañana y a esa hora mucha gente iba a su trabajo. Mientras el cuarteto carapintada vaciaba sus tazas de café, para mucha gente se escurrían inexorablemente los últimos momentos de vida. Ninguno estaba preparado para morir, pero el coche-bomba ya avanzaba hacia su blanco. Los minutos y los segundos se hicieron eternos, interminables, como ocurre antes de una detonación... Después, todo comenzó a transcurrir en cámara lenta: la bomba detonó a las 9.53. A pesar de que Pacífico y su grupo habían tomado todos los recaudos para pasar desapercibidos, la filmación de un aficionado que luego emitió Canal 11 capturó la imagen del experto en demoliciones en la escena del crimen. El carapintada aparecía en tres tomas de video entre quienes socorrían a las víctimas y pretendió que él había sido un socorrista espontáneo. “Fui a ofrecerme para rescatar a las víctimas que se encontraban entre los escombros”, aseguró. Sin embargo, en los videos de aquellas primeras labores de rescate no aparece ayudando a los heridos sino conversando con un policía, sobre una montaña de escombros, y mirando los daños, se diría que evaluándolos. La obra de demolición había sido técnicamente perfecta. La carga de amonal se había calculado y direccionado al milímetro: no se había derrochado ni un gramo de explosivo, pero tampoco se había usado un gramo de menos, cosa de la que nunca pudieron jactarse los iraníes ni los artilleros de Hezbollah en su largo historial de atentados. Por cierto, ni uno ni otro repitieron más tarde, en otras partes del mundo, atentados con la misma precisión, lo que demuestra que aquí usaron mano de obra local, altamente calificada. Desde el punto de vista de la seguridad, el edificio de siete pisos de la AMIA era “un blanco blando”, lo que había permitido el uso de amonal, en lugar de trotyl, empleado contra la Embajada de Israel. Los pilotos suicidas son indispensables para atacar los denominados “blancos duros”, como cuarteles o convoyes militares donde se espera una reacción defensiva instantánea. No era el caso de la AMIA.

Además, el Nitrato de Amonio (NH4NO) era barato, costaba un peso el kilo y como se empleaba en fábricas de fertilizantes, de plásticos, de insecticidas, plantas químicas, droguerías, era de venta libre, lo que lo hacía difícil de rastrear. A un terrorista del Medio Oriente no le hubiera preocupado matar a los policías que estaban de custodia, pero esto no pasó ni en la AMIA ni en la Embajada de Israel. Entre los miembros de fuerzas de seguridad que operan en el bajo mundo está permitido todo menos la muerte de un colega. Por eso, los autores del atentado se cuidaron de que no hubiera víctimas policiales. De esta manera, se garantizaban el encubrimiento de forma casi automática, por reflejo.

La falsa ambulancia conducida por uno de los contertulios de Pacífico, el también carapintada Miguel Aurelio Burgos, luciendo una pechera de paramédico, fue la primera en llegar al lugar del atentado. En las imágenes en poder del juzgado puede verse cómo es cargado en la camioneta blanca un hombre que viste vaqueros y zapatos con suela tipo tractor. No hay camilla y el hombre es depositado sobre una alfombra de goma. Tiene la pernera derecha ensangrentada casi por completo, como si estuviera herido cerca de la ingle, en la arteria femoral. Ese herido podría ser el conductor del vehículo que alcanzó a huir después de poner en marcha el mecanismo de detonación. En la caja del vehículo, con el herido, está un hombre de no más de treinta años, moreno, de rostro con rasgos afilados. Tiene puestos guantes de látex como un cirujano, lleva vaqueros y sobre su ropa oscura parece haberse colocado apresuradamente un chaleco blanco con una cruz roja. Reclama a los gritos “una tijera, un cuchillo”, algo para cortar el pantalón del herido, según prescriben los manuales de primeros auxilios del Ejército. La cámara enfoca a otro hombre que está sobre la calzada de espaldas y saca del bolsillo trasero derecho de su vaquero un cortaplumas rojo, tipo suizo, y se lo da. El chofer, Miguel Aurelio Burgos, le dijo al juez que la camioneta (que se había utilizado en las campañas electorales del Modin) se usaba para el transporte de minusválidos y que tan pronto como explotó la bomba acudió con ella a socorrer a las víctimas y llevarlas al Clínicas. ¿A quiénes habían transportado? A dos mujeres, a un niño y a un hombre gravemente herido en una pierna, dijo Burgos. –¿Quién era ese herido grave que perdió un zapato y su DNI en la camioneta camuflada de ambulancia? Burgos relató con frases cortas y tensas que más tarde, cuando fueron al hospital para darle el DNI y el zapato al herido, no lo encontraron y que los dejaron en la guardia. ¿Qué nombre figuraba en el DNI? Burgos meneó la cabeza y como si se tratara de un acertijo dijo que no lo recordaba. Además de integrar parte de la retaguardia médica para evacuar a eventuales heridos del comando ejecutor, la camioneta camuflada de ambulancia cumplió otra función previa al atentado: desde la esquina de Pasteur y Corrientes donde estuvo estacionada, bloqueó durante unos preciosos minutos el tránsito sobre la calle Pasteur para permitir el paso del coche-bomba. De allí, el misterioso silencio previo a la explosión que describen de forma casi unánime testigos y sobrevivientes. Después del 18-J, la “ambulancia” del Modin fue abandonada en la calle Warnes, el lugar más apto para que fuera rápidamente desguazada por los desarmaderos de la zona. Ocho días antes de estar parado sobre un montículo de escombros de la AMIA, el experto en explosivos Jorge Pacífico visitó la embajada de Irán. Al menos, eso relató ante el juzgado de Juan José Galeano el chofer de Pacífico, Marcelo Cañete. El conductor declaró que junto a su empleador asistió a por lo menos dos recepciones en la Embajada de Irán en la Avenida Figueroa Alcorta, los días 2 y 10 de junio de 1994, en las que el Agregado Cultural, Mohsen Rabbani, oficiaba de anfitrión. En su declaración del 15 de diciembre de 1995, Marcelo Cañete describe un homicidio en relación con un vuelto de ochenta mil dólares de los quinientos mil, que debía entregar un emisario iraní a dos semanas de ocurrida la voladura de la Amia. Pacífico le había explicado que esa suma correspondía al pago de los explosivos. Sin alterar la inflexión de su voz, Cañete declaró en el juzgado que entonces atendía Juan José Galeano y ante la comisión legislativa de seguimiento de la causa, que el asesinato se consumó en el automóvil que él conducía y con el muerto sin nombre a bordo se trasladaron a Campo de Mayo, donde Pacífico se identificó con documentación que le concedía acceso a la unidad militar. Ya había suficientes cadáveres en Campo de Mayo, mucho antes de que Pacífico añadiera su emisario iraní a la lista, pero cuando la Justicia allanó la guarnición en busca del cadáver, no lo encontró. Cañete afirma que por el atentado se pagaron cinco millones de dólares. Otro testigo, de identidad reservada, que estuvo en el Modin, afirmó que, cuando el diputado Emilio Morello iba a la embajada, “se producían movimientos de dinero”.

Dentro del Modin existían cuadros políticos que tenían como función generar vínculos con embajadas afines a los ideales de la causa carapintada. Tal es el caso de Sergio Nantillo, un ex colaborador de los servicios de inteligencia que descubrió su vocación de buchón aportando profusa data a la SIDE sobre sus ex compañeros de ruta en la militancia en Alerta Nacional, para finalmente enrolarse en el Modin. A los 4 días del atentado, el viernes 22, la SIDE ordena la intervención del teléfono de Nantillo, un nazi confeso que junto a Emilio Morello y a Alejandro Speroni eran los encargados de manejar las relaciones con la Embajada de Irán. Alejandro Speroni cuenta que acompañó a Nantillo a una de esas reuniones y lo que escuchó lo asustó tanto, según su propio relato, que decidió no concurrir más a esos encuentros. Si la SIDE no sospechaba de Nantillo como partícipe en el atentado, no había ningún indicio que lo ligara a la escena del crimen, ¿por qué se decide la prematura intervención de su teléfono tan solo cuatro días después del atentado? Tanto en la SIDE como en el entorno carapintada sospechaban que si había alguien que podía delatarlos era Sergio Nantillo. No hay dudas que la escucha a Nantillo no se ordenó para investigar sino para controlar, como una póliza de seguro. En algo coinciden Nantillo y Speroni y es que los dos están convencidos de que Morello, por lo menos, en un oportunidad cobró 500.000 dólares de la embajada de Irán en Buenos Aires y quien se los entregó en mano fue el agregado cultural, Mohsen Rabbani.
Rabbani no era lo que en la jerga y en los manuales de Hezbollah se denomina un agente operativo, sino más bien lo que esos manuales califican de organizador que supo tejer una red de contactos con ex militares y policías capaces de ejecutar la misión. A fines de 1993, cuando retornó de la reunión de Meshad donde supuestamente se decide el ataque, Rabbani abrió una cuenta en el Deusche Bank y la cerró dos meses después del atentado. En un período muy corto pasaron por esa cuenta 150 mil dólares, que es una cifra mayor que la de todas las cuentas de la Embajada de Irán. Los días previos al atentado, el 4 y el 11 de julio, se retiraron 90 mil dólares en efectivo. Más aún, el gobierno de Carlos Menem y la SIDE de Anzorreguy dejaron que Rabbani permaneciera en el país hasta que su presencia se tornó demasiado comprometedora para todos los que intervinieron en la fallida operación controlada. Luego lo dejaron salir y, más tarde, le permitieron volver en secreto por 48 horas para retirar sus pertenencias, cuando el gobierno –vía cancillería–, decía que tenía la entrada prohibida al país, cuando en realidad tendría que haber tenido la salida prohibida. Sólo pidieron su captura después de que estuvo instalado en una cómoda residencia en la ciudad de Quom. Además de golpistas y asesinos, traficantes de armas robadas, los carapintadas se mostraron como verdaderos artistas del doble juego: eran psicópatas fantasiosos capaces de vender a su madre y creerse más buenos que Jesucristo y seguramente tenían mejor protección: Pacífico fue uno de los once carapintadas juzgados en una causa conexa denominada “Armias”, en la que siendo sospechosos del atentado vendían explosivos y arsenales del Ejército a piratas del asfalto y asaltantes de blindados, pero todos fueron absueltos de una manera vergonzosa.


Fuente: Miradas al Sur

Jorge Orlando Pacífico


PINTURA DE CAMUFLAJE, POR HORACIO VEBITSKY

Al presentar por primera vez a The Old Fund y a Alejandro Vandenbroele, en noviembre de 2011, Clarín mencionó una actuación judicial por denuncia de “un ciudadano común”.
El denunciante espontáneo es un ciudadano aún menos común que el minero que Loma Negra le puso a Cristina para defender la megaminería aurífera a cielo abierto. En realidad, el ex sargento del Ejército Jorge Orlando Pacífico es especialista en explosivos, fue comando en la guerra de las Malvinas, participó en los levantamientos carapintada de Aldo Rico y Mohamed Seineldín, fue dirigente del MODIN y vendedor de un producto tan poco común como helicópteros artillados. En 1995 fue detenido bajo la acusación de traficar armas robadas al Ejército y se constituyó en el primer hilo de la pista carapintada en el atentado del 18 de julio de 1994 a la sede de la DAIA y la AMIA. Esa mañana Pacífico apareció ensangrentado entre los escombros del edificio demolido. Su explicación fue que se había citado en un bar de Corrientes y Pasteur con el apoderado del Modín, Jorge Rodríguez Day, y con otros dos dirigentes partidarios, para ir a ver un auto importado ofrecido en un aviso. Al producirse el estallido “estuve ayudando a las víctimas”, dijo. Pero el chofer del no tan pacífico ciudadano común, Omar Cañete, declaró en el juzgado que entonces atendía Juan José Galeano y ante la comisión legislativa de seguimiento de la causa que Pacífico visitaba la Embajada de Irán, dijo que sus funcionarios pagaron cinco millones de dólares por el atentado y que Pacífico mató a un iraní y lo sepultó en Campo de Mayo luego de discutir por el 10 por ciento de ese botín. Pero no hubo otra fuente que ese testigo ni se encontró el presunto cadáver y la causa judicial se corrompió por la siembra de pruebas falsas y las operaciones cruzadas de desinformación que terminaron con la destitución y procesamiento de Galeano. Todo ello impidió que se llegara a cualquier conclusión sobre la pista carapintada y en 2011, el Tribunal Oral Federal 4 absolvió a Pacífico de la acusación de haber provisto los explosivos para el atentado, aunque eso no explica su presencia en el lugar a la hora de la explosión, con tanto sentido de la oportunidad como ahora. Se ve que también en la Argentina vale el viejo aforismo italiano: “Soldato che fugge, buono per un’altra volta”.

Fuente: Página 12



Comentarios

  1. Sobre el caso Ciccone.. Esto es insólito

    Parece que para el Fiscal González un testigo está relevado de decir la verdad…


    El fiscal federal Ramiro González pidió desestimar una denuncia del vicepresidente Amado Boudou en contra los antiguos dueños de Ciccone Calcográfica a quienes había acusado por falso testimonio. El fiscal Ramiro González tuvo en cuenta que Ciccone y su yerno primero declararon como testigos y luego fueron imputados y eventualmente procesados. "Ciccone y Reinwick efectuaron declaraciones bajo las formalidades de la declaración testimonial que el denunciante y pretenso querellante consideró falsas. Luego, con el devenir de la investigación, el juez a cargo de la misma consideró que existían sospechas para considerar que los nombrados habrían participado del hecho que investigaba; así pues, los citó a prestar declaración indagatoria por los hechos que previamente les había recibido declaración bajo juramente de decir verdad", dijo González en su planteo. "En definitiva, nos encontramos ante un caso en el que en una primera oportunidad se recibió declaración testimonial a unas personas en relación con un hecho ilícito que no se les atribuía, pese a que a la postre, con motivo del desarrollo de la investigación se consideró sospechosos del mismo", agregó. En función de ello, consideró que el cambio de testigos a imputados los relevó de la obligación de decir verdad.


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  2. No confundamos las cosas Sala, lo de Ciccone es peor que 7 voladuras de la AMIA, y algún día tendremos que agradecer públicamente el accionar de los carapintadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, ya que esos levantamientos significaron que el gobierno se despertara de esa nefasta siesta socialdemócrata, y empezara de una buena vez, con poco éxito, a encaminar a la Argentina hacia la senda del Occidente cristiano y liberal, con el entrañable Reagan a la cabeza de la lucha contra el marxismo decadente y ateo.

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  3. De esto Leuco, DAIA Y AMIA no dicen nada

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  4. Lo de la "Juventud Radical Coronel Dorrego" confirmeme editor que es una joda-
    me esta empezando a preocupar o tal vez no, pero leer este comentario sobre lo que le ocurrio a RAUL ALFONSIN si que me inquieta.

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    1. Reitero. Estoy tan desconcertado como usted. No soy de indagar a los que participan en el blog, pero en este caso le cuento dos cosas. Cuando usted pincha al usuario (Juventud Radical de Coronel Dorrego) lo direcciona directamente a una página de esa agrupación que aparentemente no se encuentra actualizada. Lo que me hace pensar que alguien puede estar utilizando dicho espacio para ridiculizarlos. No digo que la juventud radical no piense de ese modo, lo que creo es que nuca lo manifestarían publicamente.

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