Juan José Valle. Un nuevo aniversario de la asonada que encabezó para reestablecer la democracia y el posterior fusilamiento perpetrado por los amantes del “Republicanismo Republicanista”



Juan José Valle, caballero del honor

por Pablo José Hernández miembro del Instituto Nacional Manuel Dorrego para Miradas al Sur






Nadie puede negar, por templo, que pocos hombres fueron tan elegantes, para la época, por ejemplo, como pedro Eugenio Aramburu. Ese toque de exquisita urbanidad combinada a la vez con la emoción filial con la cual, tras descender de un avión, abrazaba a su madre, tal como se ve en un reiterado noticiero del momento. Las invocaciones a la libertad y la democracia de sus discursos eran, a la vez, cumbre y síntesis de ese estilo tan personal. Pero es un hecho relatado por Hernán Benítez en “Palabra Argentina”, el 8 de mayo de 1957, el que lo muestra, en rigor, en su esencialidad: “Eran ya las 21.15 cuando la joven (Susana Valle) atravesó los portales temibles de las Heras. Breves instantes después vio llegar a su padre dentro de un cerco de marinos que caminaban apuntándole con ametralladoras, guarnecidas las cabezas con cascos de guerra. En una sala contigua, un enfermero tenía a punto varios chalecos de fuerza por si la niña o el padre padecían arrebatos paroxísticos. ‘Susanita, si derramas una sola lágrima no eres digna de llamarte Valle.’


Con estas palabras, el General saludó a su hija. Su faz era tan majestuosa como el daguerrotipo de un prócer. Largas patillas. Hondas huellas en el ceño y la frente de muchas noches insomnes. Pálida serenidad en el rostro. Parecía aurorearle un halo de serena beatitud, claro anticipo de la gloria que habría de ceñirlo para siempre.”


El ex confesor de Eva Perón, líneas más adelante, continúa con el relato: “La escena era tan inmensa que parecía condensar años enteros. Los hombres de las ametralladoras gemían sin rebozo. Algunos se apoyaban en sus armas para no desmayarse. Fue preciso sacar de la sala a varios de ellos, incapaces por la emoción de mantenerse en pie. Sólo los oficiales de marina que, sentados en torno a la mesa, controlaban los minutos de aquella despedida, se mostraban insensibles.


’’Un oficial tirante y seco, dijo entonces: ‘Es hora’. Valle, más sereno que hasta entonces, se sacó el anillo y lo colocó en la mano de su hija. Le entregó unas cartas. Y le dio un beso intenso, tan intenso que la joven lo sintió en su rostro durante muchos días. Entonces se irguió y avanzó hasta la puerta. Desde ésta hizo un gesto de despedida a su hija, y se internó por los largos corredores del penal rodeado siempre del cerco de ametralladoras, sin volver ni una sola vez la cabeza hacia atrás. Caminaba radiante hacia la gloria. Allá lejos, la pobre joven no era más que un manojo de amor envuelto en lágrimas.”El relato del padre Benítez refiere pormenorizado los instantes previos del fusilamiento del general Juan José Valle en cumplimiento del decreto firmado por Pedro Eugenio Aramburu.







“A partir de los hechos queda claro quién era Pedro Eugenio Aramburu. Los hechos serán también los que expliquen quién era Juan José Valle. Conviene resaltar, ante todo, la prestancia y la conciencia que demuestra al encontrarse con su hija momentos antes de ser fusilado. Valle sabía cuáles eran sus responsabilidades como padre y como soldado y cumplía, con humildad y firmeza, con ambas. ‘Yo quisiera que nunca lo supieras, nunca; para que tu corazón no odiara jamás’, le responde a Susana cuando ella le inquiere sobre la identidad de quienes lo han condenado. Ante la pregunta de por qué no ha escapado, la respuesta surge también impecable: ‘Porque no podría con honor mirar la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados. Yo no soy un revolucionario de café’. Las mismas motivaciones son las que lo guiaron algunas horas antes al domicilio del coronel Eduardo Alcibíades Cortines. La conmovida pluma de Ferla es insuperable en el relato de lo acontecido: ‘Sin velas, sin flores y sin féretro, con llanto y con rabia, con lágrimas y con insultos, parientes, amigos y vecinos evocan al coronel y comentan la desgracia, la ‘barbaridad’….”.









“Valle entra con timidez; algunos lo reconocen y murmuran su nombre asombrados. En esos momentos es buscado por todas las fuerzas de seguridad del país. No le importa. Quiere llorar a su amigo, acompañar a sus familiares, demostrarles su solidaridad y probar que no es un cobarde, que no se esconde, que no rehúye responsabilidades. Pero no soporta el clima de tragedia quien se siente allí. No soporta las miradas. Hasta las más inocentes parecen decirle: ¡Usted lo metió en esto! ¿Usted era el jefe y vive! Se siente desertor en el llamado de la muerte. Esas horas de vida le parecen robadas. Y piensa que su deber es reunirse con Cortines, ser su compañero en la aventura celestial, como lo ha sido en al aventura terrestre.” (…)


En cuatro cartas deja Juan José Valle su testimonio de amor y de responsabilidad. En ellas se reiteran el cariño a sus seres queridos y la convicción de sus actos… Una quinta misiva será la más polémica y la más famosa. Es, naturalmente, la que le envía a quien ha ordenado su muerte….






Carta del general Juan José Valle al General Aramburu



“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.

”Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.

”Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.

”Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.

”La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.

”Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.

”Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.

”Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.” 


Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.

Fuente: El Historiador






Comentarios

  1. No fue una masacre, simplemente se hizo Justicia, en nombre de la República y de la Sagrada Constitución. LTA Forever

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  2. No puedo creer el mensaje de arriba.
    Qué sagrada Constitución? Que hay de los levantamientos radicales del siglo XIX?
    Agarren un libro, por favor.

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  3. El que escribió lo del comentario anterior no puede ser radical. Debe ser conservador..

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  4. Viendo que patrocinan a Sanz no sé por qué no me sorprende

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  5. Es probable que sea un rapto de sinceridad. No hay que olvidarse que figuras encumbradas del radicalismo tuvieron protagonismo en las jornadas del los bombardeos.

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  6. No puedo creer que para la Juventud Radical de Coronel Dorrego, se hizo justicia cuando mataron a Juan B. Maciel. No hay diferencias. Sin embargo cuando tic-leas el usuario es su página. Me llama la atención.

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  7. La derecha, civil, milica ó eclesiástica opera tradicionalmente en contra de la vida de sus adversarios cuando, como casi siempre, carece de argumentos válidos. Un rápido recorrido por nuestra historia lo demuestra.
    No obstante, cuando la violencia repercute en su contra como simple rebote, saca a relucir su hipocresía democrática y mentirosa.
    Respeto y memoria para los patriotas que fueron sacados del medio para proteger los intereses hegemónicos de siempre.

    Saludos

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