Kirchnerismo y Socialismo por el Diputado Nacional Jorge Rivas




"Hay muchos que sostienen que creer en el socialismo, y esperar su triunfo, es una ingenuidad. Sin embargo, no hay nada más ingenuo que esperar que el capitalismo ponga fin alguna vez a la desigualdad y a la pobreza, a la explotación, a la marginación, a la destrucción de los países más débiles por parte de las grandes potencias. Y el hecho es que esas calamidades son moneda cada vez más corriente en el mundo en su conjunto, y están llevando a la humanidad toda a una crisis de muy difícil pronóstico. Los socialistas, está claro, carecemos de recetas probadas para reconstruir el mundo, y para transformar las ruinas del capitalismo en una sociedad justa. Hasta hace unas tres décadas, en cambio, sí las teníamos. Era entonces muy significativa la influencia del marxismo, tanto entre la militancia de izquierda como en el mundo intelectual y académico. Son bien conocidos por todos nosotros los episodios sucedidos en el mundo que produjeron una disminución de esa influencia. La caída en serie de los regímenes del llamado socialismo real y la posterior crisis de la socialdemocracia europea sumieron en el desconcierto a los movimientos políticos de izquierda y redujeron el peso específico de sus ideas en el universo cultural. Durante mucho tiempo habíamos estado atravesados por nuestras certezas, aún en el error, y luego, al ver cómo esas certezas se pulverizaban, y nuestras categorías de análisis entraban en crisis, nos paralizamos, nos pusimos a la defensiva, y asumimos una actitud política vergonzante. Es más, soy un convencido de que también nosotros, como integrantes del espacio de izquierda, tenemos parte de responsabilidad, por omisión, en la aplicación salvaje de las políticas del Consenso de Washington, que empujaron, y aún hoy siguen empujando a millones de trabajadores al desamparo. No supimos ofrecerle a la sociedad una alternativa superadora de la propuesta neoliberal: estábamos demasiado ocupados en tratar de curar nuestras propias heridas. El historiador británico Eric Hobsbawm escribió, poco después de la demolición del Muro de Berlín, en 1989: "La principal consecuencia de estos sucesos es que los ricos del mundo ya no están asustados". Tenían razones para no estarlo. Nosotros, en parte, se las dimos. Pero fuimos aprendiendo. En los primeros años del nuevo siglo, frente al panorama desolador que ofrecían nuestras sociedades después del azote del capitalismo salvaje, aprendimos que era erróneo suponer que no había camino para los socialistas si no íbamos por todo. Y lo aprendieron muchos compañeros en otros países de la región. Y nos sumamos a vastos movimientos populares que no tenían la homogeneidad ni la pureza en las ideas que habíamos tenido siempre. Y se empezó a discutir, entre otras cosas, acerca del Socialismo del Siglo XXI. Por mi parte, presumo que la obsesión por proyectar el socialismo a un siglo trata de ocultar nuestra incertidumbre acerca de cómo debemos actuar los socialistas en el presente. En ese sentido, entre otras cosas, es imprescindible resolver cuáles son las categorías marxistas que gozan de buena salud, y cuáles, según la demostración empírica, han perimido. Llegado a este punto, tengo que decir que no creo que haya un solo socialismo en ciernes para este siglo. Puede haber tantos socialismos como realidades socio-económicas y políticas. Sí hay principios rectores universales, que deben guiar a la acción militante de los socialistas en el mundo: la solidaridad, la lucha por la igualdad, el tomar siempre partido por la clase trabajadora, la vocación por la trasformación social, y la capacidad para individualizar lo más precisamente a nuestro enemigo. Esto último me parece muy importante,ya que Hegel, entre otros, nos enseña que la política tiene una dialéctica en la que el contrario nos define. Es decir que el ser político también se define por su contrario, por lo que aquello contra lo que confrontamos también debe formar parte de nuestra identidad ideológica. Vivimos un momento de constante mutación de la realidad política. Surgen permanentemente nuevas categorías sociales. El constante avance científico y tecnológico altera las formas de producción, y naturalmente eso tiene su impacto en la economía y en las relaciones sociales. Sin lugar a dudas,el mundo cambió, el capitalismo cambió, y el socialismo también debe cambiar, manteniendo inalterables nuestros principios,pero teniendo ante lo nuevo una actitud muy permeable. Debemos sacudirnos los dogmas para entender el presente. Es en ese contexto en el que debemos interrogarnos acerca de qué significa ser socialista en la Argentina de hoy, de cuál es el rol que debe jugar una izquierda inteligente en esta etapa que vive nuestro país. Estoy convencido de que en esta etapa, en la Argentina, debemos abocarnos a la construcción de una fuerza socialista de izquierda verdaderamente popular, que debería nutrirse del variado entramado social, particularmente de la clase trabajadora. La historia de la relación entre la izquierda tradicional y las masas populares, en nuestro país,es una historia de desencuentros. Por diversos motivos, las organizaciones de izquierda nunca lograron una sólida inserción obrera, y hasta se mostraron distantes de los sectores populares. Es probable que haya influido su incomprensión de las coordenadas de la cuestión nacional en cada momento histórico. Es necesario que no volvamos a cometer ese error. Esa construcción de un partido socialista alternativo auténticamente popular, en el actual escenario político argentino, se torna imperiosa. Tanto como la necesidad de intervenir activamente en los conflictos que ya se están dirimiendo. Somos conscientes de que cada avance, grande o pequeño, debe contar con nuestro respaldo militante, porque nos acerca a la sociedad que queremos construir. De modo que no podemos esperar a que la tarea de organización se haya completado. Giuseppe Fiori ha sintetizado brillantemente esta necesidad política: "Construir el barco, y al mismo tiempo salir a navegar". Siempre nos reconocimos marxistas, y precisamente por eso nunca compartimos la creencia de que la mera agudización de las contradicciones sociales fuera necesariamente el preámbulo de una inevitable revuelta revolucionaria. O de que debiéramos esperar a que las instituciones del capitalismo se derrumbaran totalmente, para irrumpir mágicamente de entre sus escombros a construir la sociedad socialista. La Historia del siglo XX nos ha enseñado que lo más probable es que esos escenarios, por sí solos, traigan consigo el caos, la barbarie, el fascismo. Hemos aprendido también que no hay verdadero socialismo sin democracia, ni genuina democracia sin socialismo. Pero la izquierda debe poner las reglas del juego de la democracia al servicio de la transformación social. De lo contrario, se convierte en una auténtica caricatura política. Una caricatura absolutamente inofensiva, que hasta se inventa una realidad propia en la que se refugia para observar el devenir histórico, y se limita a señalar con el índice las injusticias del sistema. La transformación social, en América del Sur, se ha encarnado en los últimos años en procesos populares que han dado nuevas perspectivas al socialismo del siglo XXI. Sucede en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador. En la Argentina, un proyecto nacional, popular y democrático de ampliación de derechos se ha enlazado con esos procesos que, entre otras cosas, han puesto límites claros a la dominación de la mayor potencia capitalista y a uno de sus instrumentos globales, el neoliberalismo. Los socialistas argentinos, si queremos ser protagonistas del presente, tenemos que participar activamente de este proyecto, cuyos enemigos expresan los aspectos más tenebrosos de la explotación capitalista. Militar a favor de ese proyecto, y cerrar el paso a los servidores del retroceso, es también ponerse en el camino de la construcción de una sociedad más justa. Probablemente no como nos enseñaban nuestros viejos libros, pero sí como aprendemos ahora de la compleja vida de los movimientos populares. Se ha dicho con acierto que cada momento presente tiene más de un futuro posible. Si la crisis del capitalismo global se acelera en los años y décadas por venir, uno de esos futuros posibles es, como dije antes, la barbarie. Todo lo que los socialistas seamos capaces de construir en adelante en cada lugar del mundo, en términos de organización, de políticas, de ideas, de procedimientos, tendrá que proteger la posibilidad de que, en efecto, el futuro sea otro."

*En este espacio funcionó el Hogar Obrero, y luego un supermercado privado que dejó en la calle a decenas de trabajadores, quienes hace más de 10 años tomaron el lugar y resisten el desalojo impuesto por la justicia, pese a que en dos oportunidades la legislatura provincial decretó la expropiación a favor de los trabajadores.




Fuente: http://prensajorgerivas.blogspot.com.ar/

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