El Kirchnerismo como interrogante por Conrado Yasenza


Son tiempos políticos que incomodan y desafían a quienes apoyan el proceso reformista iniciado en 2003 denominado Kirchnerismo. Son tiempos de desgarro que parecieran remitirnos circularmente a otros tiempos políticos ya vividos aunque camuflados bajo el arte de la simulación y las retóricas dramáticas de la historia nacional. Levantamientos policiales, corridas bancarias, extorsiones y especulaciones financieras variadas que acorralaron a un gobierno que afirmó que jamás devaluaría para finalmente hacerlo. Es cierto, la devaluación tuvo su contrapartida en programas y convenios, como Precios Cuidados y Progresar, que buscaron mitigar los efectos que sobre el salario de los trabajadores tuvo la devaluación. Quizás las consecuencias de acordar con el lobo y su falso atavío. Desde aquel tiempo pretérito es que retorna, con la densidad de una presencia arcana, la frase pronunciada por Juan Carlos Pugliese, Ministro de Economía del presidente Raúl Alfonsín: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. Y esa persistencia ha dado lugar a otra pregunta que nada tiene de nuevo y que recorre el tiempo, la hora: ¿El Gobierno se ha derechizado? Pregunta que inicia el ciclo de respuestas que la derecha política argentina – una veloz definición – balbucea ante el dictado detrás de bambalinas del orador del pillaje: Los argentinos ya están cancheros, austeros, quieren cuidar el trabajo y no perderlo, y por ello aceptarían una reducción de sus salarios, ha dicho el diputado peronista Felipe Solá (Frente Renovador). Quien fuera periodista en una época y que hoy ha hecho del cinismo una forma del desprecio, un modo de estar en la vida sabiendo el precio de todo y desconociendo el valor de nada, se ha manifestado en la misma dirección política. Pero continúa pendiente una pregunta, aquella que supone que el gobierno se ha derechizado. La respuesta es no, y se completa con la noción de gobernanza, es decir, un presidente gobernando que entra en contacto con otros actores políticos y sus apetencias. Lejos está del idealismo deliberativo y, quizás, relativamente cerca de la política concebida en términos de ejercicio adversativo: La política como un campo de acción donde se dirimen intereses y conflictos y donde siempre alguien queda afuera. Entonces, es falso que el gobierno se haya derechizado, y si la interacción con esos poderes que pujan para hacer pesar sus intereses ha corrido circunstancialmente de órbita al gobierno, habrá que dar testimonio de ello, hacer pública la posición, aquella incomodidad a la que se aludió inicialmente, y dar el debate necesario del modo más amplio y franco posible. Ahora, la pregunta por la derechización del gobierno complejiza el panorama social a discutir porque habilita otra interrogación: ¿Se ha derechizado la sociedad? Cuestionario ya extremadamente complejo. Si así fuera, vuelve la memoria política y Raúl Alfonsín le habla a su partido: Yo no creo que la sociedad se haya derechizado pero si lo hubiese hecho lo que nunca puede hacer el radicalismo es derechizarse sino preparase para perder elecciones. Se dirá también, desde la izquierda no peronista, que se ha producido en el Gobierno un corrimiento hacia la ortodoxia, enunciado que encierra la potente figura de la estafa, de la traición, de la farsa circular que el sistema político – sus hombres y mujeres – le infligen a la vida social. La vida, como la vinimos concibiendo en estos casi doce años, se ve seriamente acechada por esta noción que alientan sectores del poder empresarial, industrial y de la producción de alimentos y fármacos o remedios; representantes en muchos casos de un capitalismo de pillaje para el cual la vida, la alimentación y la salud, es decir, derechos humanos esenciales, son sólo una cuestión financiera, una aritmética del debe y el haber, un registro contable. Parte de una sociedad que ofrece como remedo a los “males populistas” la panacea retrospectiva de un país con un 25% de desocupados, salarios de hambre con precarización laboral y un 50% de pobreza y marginación. Eso es lo que persiguen los que aún insisten en dar un golpe de mercado que busca producir una mega devaluación. Es que el capitalismo que impera en nuestro país no es ni un capitalismo serio ni salvaje; es el capitalismo de pillaje para el que la usura y el derroche constituyen la virtud y esencia misma del sistema. Pero hay quienes se detienen en la declamación del imperio ideal de la deliberación política como única y suprema instancia democrática. Todo lo demás, es decir, los modos reales en que se realiza la política, huele a corrupción, bóveda y triquiñuela mefistofélica. Esta visión es, por lo menos, ingenua, ya que ni los tiempos ni las formas de hacer política son siempre iguales a lo largo de un proceso político que lleva ya once años en el poder. Quizá la idea de conformar un kirchnerismo épico es lo que ha entrado en discusión: Aquel kirchnerismo que se declaraba pagador serial pero sin ataduras a las lógicas de los mercados financieros internacionales o los organismos de crédito multilaterales. El tiempo épico del “hasta aquí lo realizado, desde aquí vamos por todo lo que falta”. Ese tiempo y esa noción de la épica como sustento identitario de una reforma política provocativa e inusitada como lo ha sido el kirchnerismo, ha cambiado. En parte por errores internos de diagnóstico en la construcción de ampliaciones políticas para extender el campo de la batalla en esos términos; en parte por una situación internacional muy crítica que diluye economías y naciones. Tiempos que no son lineales, no son homogéneos, sino coetáneos con experiencias globalizadas en términos políticos y económicos, múltiples y disímiles, con problemas variados que se abordan con diversa suerte al tiempo que se deben revisar construcciones y estrategias como también el análisis de los errores que de ellas pudieran devenir. Tiempos para conversar con memorias políticas del campo nacional y popular, y claro, con el propio peronismo. Allí, en la discusión con la propia memoria peronista, subsiste una relación con el kirchnerismo que desde su aparición ha sido siempre difícil y no está resuelta, ya que cuando las cosas marchan bien, los gobernadores e intendentes acompañan, y cuando no, existe la posibilidad siempre latente de fuga hacia otras variantes o expresiones del peronismo.



El Kirchnerismo: Una provocación política



El kirchnerismo ha sido una provocación política a la sociedad argentina, y en ese plano el envión de acciones y lenguajes surtió efecto cuando el panorama económico-político era beneficioso. Pero queda la interrogación por la provocación: ¿Esa provocación ha sido revolucionaria? No. ¿Ha sido reformista? Sí. Y entonces, hasta dónde el reformismo, hasta dónde el Estado, cómo se hace política con una provocación que hoy exhibe como único y fiel exponente a Cristina Fernández de Kirchner. Quizás, esta sea la tragedia de los gobiernos con clivaje en las izquierdas que remiten a la retórica de lo popular, a la apelación y convocatoria del pueblo cuando en determinado momento estos pueblos no están, porque es sabido que los pueblos no están siempre, no son incondicionales, y además son pueblos; no un todo orgánico y cerrado. Esos pueblos se repliegan y el campo de batalla queda reducido a una arena de lucha entre élites de izquierda y derecha. Y es allí cunado la tragedia política consiste en que para las derechas ese mismo pueblo, amplio, heterogéneo, no tiene relevancia, no conlleva importancia, mientras que para los sectores políticos sustentados en las expresiones nacionales y populares, digamos para los proyectos transformadores o reformistas, ese pueblo es vital. Como lo ha expresado Horacio González, el desafío del kirchnerismo consiste en generar un nuevo frente social y político que aborde o abreve en memorias alfonsinistas, peronistas y socialistas, y que dé la discusión para saber hacia dónde va.



Teoría y práctica kirchnerista



El kirchnerismo ha batallado por darle forma y sentido a un capitalismo serio – frente al capitalismo salvaje y de pillaje – que reinstale la idea de “burguesía nacional”. Esto es aceptar la idea de un movimiento alejado de una praxis política revolucionaria pero que sí abrió las puertas de un lenguaje revolucionario en donde las lecturas son realistas frente al mundo globalizado que no permite detectar claramente el modo en que se define el poder a nivel mundial. Ese lenguaje ha sido revolucionario justamente porque ha creado hendiduras en la política a través de la relación dialéctica entre teoría y práctica. Es decir, nada de abstracto en las posibilidades transformadoras del lenguaje si éste es completado con programas de inclusión como han sido las políticas de Derechos Humanos, la Nacionalización de las AFJP, el Plan Igualdad Conectar, la Asignación Universal por Hijo, el Plan Remediar y Sumar, la Ley de Medios, la Ley de Identidad de Género, la ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Paritarias, la expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF y recientemente el Plan Pro.Cre.Ar (Programa de Crédito Argentino) y el plan Progresar (Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina). Hoy el kirchnerismo se disputa entre una Identidad de mínima expresión empírica del peronismo – como lo es la liga de gobernadores e intendentes del conurbano bonaerense - o un nuevo espacio social y político. Este frente interroga al peronismo pero debe incluir a las memorias peronistas y hacerlas convivir con otras porque de lo contrario el peronismo será un conjunto de anulación de esas preguntas esenciales para ser un peronismo de familias estamentales. Esta es la historia del peronismo: La superación del peronismo como un sujeto que marcha hacia la interrogación para superarse. En este sentido son importantes también los textos de John William Cooke. Para Cooke la teoría debe aportar “una visión global de la Argentina”, “un marco histórico” que se sustenta en dos ejes: La situación concreta en la que se realiza la acción política y una comprensión que inscriba esa acción en una dirección. La teoría es una herramienta para la batalla política (que también es cultural) Y la acción es fuente y objeto de la teoría (es decir, una relación dialéctica entre teoría y praxis) El Kirchnerismo ha presentado una escasa voluntad “leninista” – ha dicho Ricardo Rouvier, un hallazgo intelectual arriesgado por novedoso - en cuanto a la organización del movimiento, del partido, no del Estado. Lo que ha hecho el Kirchnerismo – Néstor Kirchner fundamentalmente - fue darle vida al Frente para la Victoria (algo que no es lo mismo pero que es muy parecido al peronismo, dijo la Presidente en el discurso de inicio del ciclo legislativo 2014) para poner límites al pejotismo. Néstor Kirchner lo creó y el FpV fue cursando distintas expresiones basadas en un profunda desconfianza de Cristina Fernández hacia el pejotismo, y el intento de esa estructuración se ha cristalizado en un enunciado que no surge de la conducción sino que se basa en la prerrogativa del “hacelo vos”, del “organícense”, pero sin profundizar esa discusión o voluntad de estructurar un partido o frente superador del pejotismo. Quizás esta debilidad se evidencia hoy en la disputa por evitar la fuga de intendentes y gobernadores hacia el massismo y en el relativo descanso en la interna de la liga de los gobernadores. Aquí entra en juego también la creación de un nuevo lenguaje transformador que no se limite a pensar sólo en sus reparaciones y sí como una invitación a seguir pensando y discutiendo los grandes problemas nacionales para no caer en la reiteración de lenguajes globalizados donde las identidades nacionales se difuminan en aras de una siempre controversial realpolitik. Esto no es una abstracción ya que lo sería si se repitiera ese lenguaje que no provoca, que no interroga, que no se pregunta por su marcha, por la construcción de ese sujeto popular, de esa nueva corriente moral y ética con responsabilidad de dar cuenta de un momento político que, como mínimo, y como se ha dicho aquí, incomoda. El Kirchnerismo tiene textos o retóricas a evocar para ello; entre ellos, los textos iniciales de Néstor Kirchner, y también prácticas realizadas en estos once años que exhiben una transformación pero implican un desafío por evitar la cristalización y clausura del kirchnerismo en el sentido de la interrogación hacia el futuro. Si no surge esta nueva lengua ética y moral (alusión al imprescindible texto de Horacio González publicado en Página 12, “Una Nueva Actitud”, donde en términos gramscianos, González propone una corriente ética y moral que nos enfrente con la responsabilidad de advertir un momento de desgarro y dar – y darse - cuenta de los escollos públicamente) es posible quedar atrapados en el laberinto donde la élites dirigentes declaman discursos para la frialdad marmórea de la inacción. De no poder explicarlos o esclarecerlos en forma pública, apelando a la convocatoria de miles de ciudadanos que ven con buenos ojos muchas de las acciones de gobierno desarrolladas en estos últimos años, es posible que quedemos fijados en la lingua ética del capitalismo globalizado donde todo es corruptible bajo las formas más abstractas y espectaculares de la denuncia como único objetivo, comenzando por la propia estructuración de un lenguaje que le de identidad a esa ética de la corrupción globalizada, la misma que destruye historias, identidades nacionales y sujetos sociales de fuerte raigambre popular. El Kirchnerismo necesita reformular un espacio de preguntas abiertas, no burocrático, articulado en el debate y la organización más amplia que reconstruya la unidad del movimiento obrero y el movimiento nacional en base a las características controversiales de la actualidad, con nuevas líneas de coalición y filiación a las memorias políticas de los movimientos nacionales y populares. No puede quedar fuera de esta nueva corriente una formulación sobre el peronismo y su vocación de poder, la cual supone una vida intelectual elevada junto a experiencias de resistencia y a un balance de la figura de Juan Domingo Perón - o las facetas de los estadios políticos de Perón. Es decir, no clausurar la experiencia de construir un espacio político organizado que pueda ser aún mejor y más amplio. Eso es una identidad en construcción, no una abstracción intelectual, aunque moleste porque implica un esfuerzo por ensanchar la hendidura, por ampliar los interrogantes, por extender las bases de ampliación política, por organizar desde el debate ese nuevo Frente Social y Político que seguirá contando con la figura excluyente de Cristina Fernández, además de ese piso de un veinticinco o treinta por ciento de apoyo o simpatía social que, en la historia de nuestra sociedad y de los proyectos reformistas, no es poco.



Periodista  Director de la Revista La Tecl@Eñe 



 



Comentarios

  1. A mi me parece que la sociedad se ha derechizado, sinó proyectos comoeste no podrían siquiera presentarse a debate:

    http://www.diputados.gov.ar/proyectos/proyecto.jsp?id=161138

    Saludos...

    juan

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  2. Coincido plenamente Juancho. Yo eso va a caballo de una derechización del arco político que sigue a rajatabla las consignas mediáticas. Incluso algunos integrantes del FPV entran en el juego.
    Un detalle no menor a tener en cuenta es que no existe una izquierda organizada intelectual y operativamente para contrarrestar ese discurso, incluso muchos de sus argumentos son disparadores que emanan la derecha. A saber, "Estamos peor que en el 2001" o que hay un 37,5 de pobreza.

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