DE INDIA VOLAMOS A EUROPA ....Y SIGUE EL MISMO PAISAJE QUE NOS PLANTEABA DANIEL EN EL AGUANTE POPULISTA ¿Por qué sube la extrema derecha en Europa? Ignacio Ramonet para Le Monde diplomatique España
Ver:
http://elaguantepopulista.blogspot.com.ar/2014/05/ah-no-me-quisieron-creer.html
Ignacio Ramonet dice...
Una cosa es
segura: las elecciones europeas de finales de mayo se traducirán en un aumento
notable del voto de extrema derecha. Y por la incorporación al Parlamento
Europeo de un número considerable de nuevos diputados ultraderechistas.
Actualmente, estos se concentran en dos grupos: el Movimiento por la Europa de
las Libertades y de la Democracia (MELD) y la Alianza Europea de los
Movimientos Nacionales (AEMN). Entre ambos suman 47 eurodiputados, apenas el 6%
de los 766 euroescaños . ¿Cuántos serán después del 25 de mayo? ¿El doble?
¿Suficientes para bloquear las decisiones del Parlamento Europeo y, por
consiguiente, el funcionamiento de la Unión Europea (UE)?. Lo cierto es que,
desde hace varios años y en particular desde que se agudizaron la crisis de la democracia
participativa, el desastre social y la desconfianza hacia la UE, casi todas las
elecciones en los Estados de la UE se traducen en una irresistible subida de
las extremas derechas. Las recientes encuestas de opinión confirman que, en los
comicios europeos que se avecinan, podría aumentar considerablemente el número
de los representantes de los partidos ultras: Partido por la Independencia del
Reino Unido, UKIP (Reino Unido); Partido de la Libertad, FPÖ (Austria); Jobbik
(Hungría); Amanecer Dorado (Grecia); Liga Norte (Italia); Verdaderos
Finlandeses (Finlandia); Vlaams Belang (Bélgica); Partido de la Libertad, PVV
(Países Bajos); Partido del Pueblo Danés, DF (Dinamarca); Demócratas de Suecia,
DS (Suecia); Partido Nacional Eslovaco, SNS (Eslovaquia); Partido del Orden y
la Justicia, TT (Lituania); Ataka (Bulgaria); Partido de la Gran Rumanía, PRM
(Rumanía); y Partido Nacional-Demócrata, NPD (Alemania). En España, donde la
extrema derecha estuvo en el poder más tiempo que en ningún otro país europeo (de
1939 a 1975), esta corriente tiene hoy poca representatividad. En las
elecciones de 2009 al Parlamento Europeo sólo obtuvo 69.164 votos (0,43% de los
sufragios válidos). Aunque, normalmente, alrededor del 2% de los españoles se
declara de extrema derecha, lo cual equivale a unos 650.000 ciudadanos. En
enero pasado, unos disidentes del Partido Popular (PP, conservador) fundaron
Vox, un partido situado a “la derecha de la derecha” que, con jerga franquista,
rechaza el “Estado partitocrático”, defiende el patriotismo y exige “el fin del
Estado de las autonomías” y la prohibición del aborto. Herederas de la extrema
derecha tradicional, cuatro otras formaciones ultras –Democracia Nacional, La
Falange, Alianza Nacional y Nudo Patriota Español– reunidas en la plataforma
“La España en Marcha”, firmaron un acuerdo, en diciembre de 2013, para
presentarse a las elecciones europeas. Aspiran a conseguir un eurodiputado. Pero
el movimiento de extrema derecha más importante de España es Plataforma per
Catalunya (PxC), que cuenta con 67 concejales. Su líder, Josep Anglada, define
a PxC como “un partido identitario, transversal y de fuerte contenido social”
pero con una dura posición antiinmigrantes: “En España –afirma Anglada– aumenta
día a día la inseguridad ciudadana, y gran parte de ese aumento de la
inseguridad y del crimen es culpa de los inmigrantes. Defendemos que cada
pueblo tiene el derecho a vivir según sus costumbres e identidad en sus propios
países. Precisamente por eso, nos oponemos a la llegada de inmigración islámica
o de cualquier otro lugar extraeuropeo.”En cuanto a Francia, en los comicios
municipales de marzo pasado, el Frente Nacional (FN), presidido por Marine Le
Pen, ganó las alcadías de una docena de grandes ciudades (entre ellas Béziers,
Hénin-Beaumont y Fréjus). Y, a escala nacional, consiguió más de 1.600 escaños
de concejales. Un hecho sin precedentes. Aunque lo más insólito está quizás por
venir. Las encuestas indican que, en los comicios del 25 de mayo, el FN
obtendría entre el 20% y el 25% de los votos. Lo cual, de confirmarse, lo
convertiría en el primer partido de Francia, por delante de la conservadora
Unión por un Movimiento Popular (UMP), y muy por delante del Partido Socialista
del presidente François Hollande. Una auténtica bomba. El rechazo de la UE y la
salida del euro son dos de los grandes temas comunes de las extremas derechas
europeas. Y, en este momento, encuentran un eco muy favorable en el ánimo de
tantos europeos violentamente golpeados por la crisis. Una crisis que Bruselas
ha agravado con el Pacto de Estabilidad y sus crueles políticas de austeridad y
de recortes, causa de enormes desastres sociales. Hay 26 millones de
desempleados, y el porcentaje de jóvenes de menos de 25 años en paro alcanza
cifras espeluznantes (61,5% en Grecia, 56% en España, 52% en Portugal).
Exasperados, muchos ciudadanos repudian la UE. Crece el euroescepticismo, la
eurofobia. Y eso conduce en muchos casos a la convergencia con los partidos
ultras. Pero hay que decir también que la extrema derecha europea ha cambiado.
Durante mucho tiempo se prevalió de las ideologías nazi-fascistas de los años
1930, con su parafernalia nostálgica y siniestra (uniformes paramilitares,
saludo romano, odio antisemita, violencia racista...). Esos aspectos –que aún
persisten, por ejemplo, en el Jobbik húngaro y el Amanecer Dorado griego– han
ido desapareciendo progresivamente. En su lugar han ido surgiendo movimientos
menos “infrecuentables” porque han aprendido a disimular esas facetas
detestables, responsables de sus constantes fracasos electorales. Atrás quedó
el antisemitismo que caracterizaba a la extrema derecha. En su lugar, los
nuevos ultras han puesto el énfasis en la cultura, la identidad y los valores,
de cara al incremento de la inmigración y la “amenaza” percibida del islam. Con
la intención de “desdiabolizar” su imagen, ahora abandonan también la ideo
logía del odio y adoptan un discurso variopinto y radical de rechazo del
sistema, de crítica (más o menos) argumentada de la inmigración (en particular
musulmana y rumano-gitana) y de defensa de los “blancos pobres”. Su
objetivo declarado es alcanzar el poder. Usan intensivamente Internet y las
redes sociales para convocar manifestaciones y reclutar nuevos miembros. Y sus
argumentos, como hemos dicho, cada vez encuentran mayor eco en los millones de
europeos destrozados por el paro masivo y las políticas de austeridad. En
Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ataca con mayor radicalidad que cualquier
dirigente político de la izquierda al “capitalismo salvaje”, a la “Europa
ultraliberal”, a los “destrozos de la globalización” y al “imperialismo
económico de Estados Unidos”. Sus discursos seducen a amplios fragmentos de las
clases sociales trabajadoras azotadas por la desindustrialización y las
deslocalizaciones, que aplauden a la líder del FN cuando declara, citando a un
ex secretario general del Partido Comunista francés, que “hay que detener la
inmigración; si no, se condenará a más trabajadores al paro”. O cuando defiende
el “proteccionismo selectivo” y exige que se ponga freno al libre cambio porque
este “obliga a competir a los trabajadores franceses con todos los trabajadores
del planeta”. O cuando reclama la “pertenencia nacional” en materia de acceso a
los servicios de la seguridad social que, según ella, “deben estar reservados a
las familias en las cuales por lo menos uno de los padres sea francés o
europeo”. Todos estos argumentos encuentran apoyo y simpatía en las áreas
sociales más castigadas por el desastre industrial, donde durante decenios el
voto a las izquierdas era la norma.Pero el nuevo discurso de la extrema derecha
tiene un alcance que va más allá de las víctimas directas de la crisis. Toca de
alguna manera ese “desarraigo identitario” que muchos europeos sienten
confusamente. Responde al sentimiento de “desestabilización existencial” de
innumerables ciudadanos golpeados por el doble mazazo de la globalización y de
una UE que no cesa de ampliarse. Tantas certidumbres (en materia de familia, de
sociedad, de nación, de religión, de trabajo) han vacilado estos últimos
tiempos, que mucha gente pierde pie. En particular las clases medias, garantes
hasta ahora del equilibrio político de las sociedades europeas, las cuales
están viendo cómo su situación se desmorona sin remedio. Corren peligro de
desclasamiento. De caer en el tobogán que las conduce a reintegrar las clases
pobres, de donde pensaban (por el credo en el Progreso) haber salido para siempre.
Viven en estado de pánico.
Ni la
derecha liberal ni las izquierdas han sabido responder a todas estas nuevas
angustias. Y el vacío lo han llenado las extremas derechas. Como afirma
Dominique Reynié, especialista de los nuevos populismos en Europa: “Las extremas
derechas han sido las únicas que han tomado en cuenta el desarraigo de las
poblaciones afectadas por la erosión de su patrimonio material –paro, poder
adquisitivo– y de su patrimonio inmaterial, es decir su estilo de vida
amenazado por la globalización, la inmigración y la Unión Europea”.
Mientras las
izquierdas europeas consagraban, en los últimos dos decenios, toda su atención
y su energía a –legítimas– cuestiones societales (divorcio, matrimonio
homosexual, aborto, derechos de los inmigrantes, ecología), al mismo tiempo
unas capas de la población trabajadora y campesina eran abandonadas a su –mala–
suerte. Sin tan siquiera unas palabras de compasión. Sacrificadas en nombre de
los “imperativos” de la construcción europea y de la globalización. A esas
capas huérfanas, la extrema derecha ha sabido hablarles, identificar sus
desdichas y prometerles soluciones. No sin demagogia. Pero con eficacia.
Consecuencia:
la Unión Europea se dispone a lidiar con la extrema derecha más poderosa que el
Viejo Continente haya conocido desde la década de 1930. Sabemos cómo acabó
aquello. ¿Qué esperan los demócratas para despertar?
Lo cual da una clara idea de la desproporción y absoluta carencia de perspectiva que lleva de la mano a nuestra izquierda "dura".
ResponderEliminarCuando el Frente Amplio-Unen gane las elecciones el año que viene, dirán los medios de divulgación gramsciana que la ultraderecha avanzó en Argentina?
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