Cuando nuestro dolor fíngese ajeno
Voz de un dolor se alzó del camino y
visitó la noche,
trance gimiente por una boca
hablaba.
Eran las sombras dondequiera. Mis
manos
apartándolas para mis pasos
heridos de la impaciencia y el
tropiezo
buscando aquel pedido de persona
dolida.
Grito que ensombreció la sombra
volvió a enfriar el pulsar de mi
vida.
Y tropezando con el alma y el paso
no de mi pena, de ajena pena,
creí afligirme, cuando halle
sangrando
mi corazón, por mí clamando,
¿Qué desterrado de mi pecho habría?
porque sólo el recuerdo su latido
daba
y sólo en el recuerdo mi dolor
estaba
y así desde el camino me llamaba
y apenas cerca me sintió, acogióse
a mi pecho triunfante como enojado
dueño,
y al instante se dio a clavarme
aquel latido;
el latir de su lloro del dolor del
recuerdo.
Y hoy desterrarlo de nuevo ya no
quiero.
que ese dolor es el dolor que
quiero.
Es ella,
y soy tan sólo ese dolor, soy ella,
soy su ausencia, soy lo que está
solo de ella;
mi corazón mejor que yo lo ordena.
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