Me engancho con el último post de EL FUSILADO y tomo un análisis de FRANCISCO BALÁZS sobre los últimos 30 AÑOS del RADICALISMO




por Francisco Balázs  para Miradas al Sur


No creemos que la sociedad se haya derechizado, pero si así fuera, lo que tiene que hacer la Unión Cívica Radical es, en todo caso, prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora.” Raúl Alfonsín, 1992
Durante los últimos 30 años, la Unión Cívica Radical tuvo dos presidentes de la Nación, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, y también un vicepresidente, Julio Cobos, durante el primer mandado del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Ambos presidentes, Alfonsín y de la Rúa, fueron claros representantes de las dos líneas internas del partido. La liderada por Raúl Alfonsín a través de Renovación y Cambio, de cuño progresista, o socialdemócrata, y la más conservadora, corrida a la derecha, representada por lo que se denominó como Línea Nacional que representó Fernando de la Rúa. Trazar un repaso sobre el derrotero de la UCR en las últimas tres décadas implica recorrer sus contradicciones, su compleja identidad y extravíos, y a su vez, intenta prefigurar cuál de sus líneas internas prevaleció dentro del partido durante este período.

El radicalismo que llevó a Raúl Alfonsín en el primer gobierno democrático significó una ruptura con la anquilosada y conservadora Línea Nacional que lideró Ricardo Balbín durante las décadas anteriores, en especial la del sesenta y setenta. A partir de la creación del movimiento de Renovación y Cambio, en 1972, reunió a los sectores más progresistas de la UCR, convocando a militantes de agrupaciones radicales conformadas a fines de la década de 1960: la Junta Coordinadora Nacional y la corriente universitaria Franja Morada. En la interna partidaria de 1983 vence a Fernando de la Rúa, candidato de la Línea Nacional, y decide encarar el camino que lo llevaría a la Presidencia de la Nación retomando las banderas de Leandro N. Alem y de Hipólito Irigoyen. Alfonsín revalorizó y recuperó a la democracia como el mecanismo fundante de la nueva etapa que comenzaría a transitar el país a partir del 10 de diciembre de 1983. Avanzó con la decisión de enjuiciar a las Juntas Militares de la última dictadura. Recuperó la figura de Juan D. Perón y al mismo tiempo desafió a un peronismo que ofrecía poca consistencia en sus candidatos para llevar adelante la tarea de recuperar al país de las consecuencias políticas, sociales, culturales y económicas heredadas de la dictadura. Alfonsín procuró orientar su gobierno y al partido con una impronta socialdemócrata, corriendo por izquierda a gran parte de sus correligionarios, de los que recibió muchos apoyos y también retaceos. La Línea Nacional, aunque derrotada en la elección interna, mantenía espacios estratégicos en todo el territorio nacional. Alfonsín tuvo que ceder y negociar con ellos. La provincia de Córdoba, fuerte bastión radical, impuso al conservador Víctor Martínez como candidato a vicepresidente. Luego, para la conformación de su gabinete tuvo que recurrir a otros “históricos” de la UCR, casi todos ellos enrolados también en la vieja Línea Nacional.

En el tramo final de su gobierno, agobiado por la crisis económica, los levantamientos militares y el nuevo orden mundial que se perfilaba con el fin del socialismo real, el radicalismo eligió a Eduardo Angeloz, gobernador de Córdoba, como el candidato moderno, corriendo por derecha, dispuesto a competir en la arena del ideario neoliberal que comenzaba a imponerse con el eje puesto en la reforma del Estado, la apertura económica al capital privado y a insertarse en un mundo que se globalizaba. El establishment local ya había elegido a Carlos Menem como su candidato, y apresuró su llegada al poder a costa de profundizar la crisis hiperinflacionaria desatada a partir de la corrida cambiaria de febrero de 1989. La entrega anticipada del gobierno a manos de Carlos Menem, llevó al radicalismo a una severa crisis que duraría casi toda la década del noventa. En el año 1992, el alfonsinismo crea una nueva línea, el Movimiento para la Democracia Social (Modeso), como expresión de un reacomodamiento de fuerzas para resistir el proceso de las fracturas internas que implosionaron tras la salida del gobierno en el contexto del feroz avance neoliberal que golpeaba al país.
En 1993, llegaría el Pacto de Olivos, celebrado entre Menem y Alfonsín para la reforma de la Constitución que perseguía el riojano con el fin principal de obtener la reelección. El pacto fue visto como un acuerdo entre las viejas corporaciones políticas. El radicalismo y Alfonsín, tal vez de forma desmedida, quedaron atrapados como responsables de facilitarle la reelección a Menem.
Un año más tarde, en las elecciones presidenciales de 1995, la UCR decide llevar al entonces gobernador de la provincia de Río Negro, Horacio Massaccesi, candidato sin atributo alguno, lejos de estar a la altura de enfrentar al reinante Carlos Menem. La decisión de llevar a Massaccesi como candidato a presidente fue el resultado de un grave error estratégico del partido que termina abortando la candidatura de Federico Storani y de una eventual alianza con Octavio Bordón y el Frepaso. Massaccesi termina en tercer lugar, con el 16,9% de los votos, detrás de la fórmula del Frepaso que obtuvo el 29,6%. Esa alianza, frustrada en 1995, sería el germen que daría origen en los años siguientes a la Alianza, que se conformaría con las candidaturas de Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Álvarez.
Mientras tanto, Fernando de la Rúa se convertía lentamente en el referente con mejor imagen del radicalismo. En 1996 es elegido jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y acrecienta su protagonismo dentro del partido. A partir de allí, se consolidaría como el candidato natural para encabezar la fórmula de la Alianza. Con de la Rúa avanzaba el sector más conservador, la vieja Línea Nacional. Las posteriores disputas internas con el alfonsinismo generarían inmediatas tensiones que se expresarían en el armado del gabinete que conformaría de la Rúa al llegar a la presidencia en 1999. Su breve gobierno, continuadora del orden de las políticas neoliberales llevó en dos años al fracaso estrepitoso de su gestión y a la mayor crisis política, económica y social de la historia argentina y, también, a la implosión del sistema tradicional de los partidos políticos del país. En las elecciones presidenciales del año 2003, la UCR obtuvo el 2% de los votos. Desde entonces, el radicalismo emprendió un camino de fracturas y divisiones internas. Parte de los sectores más progresistas brindaron su apoyo al proceso político que inició Néstor Kirchner y continuara con Cristina Fernández. Sus principales dirigentes, en la actualidad, cabalgan por la centroderecha y, en algunos casos, por la derecha conservadora. Las últimas dos candidaturas presidenciales de la UCR reflejan el derrotero del partido en los últimos años. En el 2007, llevó, por primera vez en su historia, a un candidato no radical, el peronista Roberto Lavagna. En 2011, fue Ricardo Alfonsín el candidato repentino ungido tras la muerte de su padre, encabezando la fórmula junto al peronista Javier González Fraga, llevando como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, a Francisco de Narváez.



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