El Diccionario del Diablo es la mayor creación literaria del
escritor norteamericano Ambrose Bierce, amigo de Twain, heredero de Poe y
Lovecraft. El texto contiene fuertes dosis de sarcasmo, ironía y humor negro
por lo cual puede ser de suma utilidad para el desarrollo de artículos
políticos. Es un pequeño aporte que hacemos desde este humilde espacio a favor
de enriquecer literariamente el cinismo que suele viajar por la red…
S
Sabbath, s. Sábado para los judíos, domingo para los
cristianos. Fiesta semanal que tiene su origen en el hecho de que Dios hizo el
mundo en seis días y fue detenido el séptimo. Entre los judíos, la observancia
de la festividad estaba ordenada por un Mandamiento cuya versión cristiana es:
"Recuerda, al séptimo día, hacer que tu prójimo lo respete
plenamente". Al Creador le pareció apropiado que el Sabbath fuera el
último día de la semana, pero los primitivos Padres de la Iglesia opinaban de
otro modo.
Sabiduría, s. Tipo de ignorancia que distingue al
estudioso.
Saciedad, s. Ese sentimiento, señora, que uno
experimentaba por el plato después de tragar su contenido.
Sacerdotalista, s. El que cree que un clérigo
es un sacerdote. El rechazo de esta importantísima doctrina es el desafío más
audaz que han lanzado los NeoDiccionaristas al rostro de la Iglesia
Episcopólica.
Sagrado, adj. Dedicado a un propósito religioso; provisto
de un carácter divino; capaz de inspirar pensamientos y emociones solemnes. Por
ejemplo: el Dalai Lama del Tibet; el Moogum de M'bwango; el Templo de los Monos
en Ceilán; la Vaca en la India; el Cocodrilo, el Gato y la Cebolla del antiguo
Egipto; el Mufti de Moosh; el pelo del perro que mordió a Noé, etc.
Sacramento, s. Solemne ceremonia religiosa a la que se
atribuyen diversos grados de eficacia y significación. Roma tiene siete
sacramentos, pero las iglesias protestantes, menos prósperas, sólo pueden
permitirse dos, y de inferior santidad. Algunas sectas menores no tienen
sacramentos en absoluto: ahorro vil que indudablemente las llevará a la
perdición.
Salacidad, s. Cualidad literaria de frecuente observación
en las novelas populares, especialmente las escritas por mujeres y muchachas,
que le dan otro nombre y piensan que están ocupando un campo descuidado de las
letras y recolectando una cosecha desdeñada. Si tienen la desgracia de vivir el
tiempo suficiente, las atormenta el deseo de quemar sus gavillas.
Salamandra, s. Originariamente, reptil que habitaba el
fuego; después, inmortal antropomorfo, igualmente pirófilo. Se cree que las
salamandras se han extinguido; la última de que tenemos noticias fue vista en
Carcasonne por el padre de Belloc, quien la exorcisó con un balde de agua
bendita.
Salsa, s. Unico signo infalible de civilización y
progreso. Pueblo sin salsas, tiene mil vicios; pueblo de una sola salsa, tiene
novecientos noventa y nueve. A salsa inventada y aceptada, corresponde vicio
renunciado y perdonado.
Santo, s. Pecador fallecido, revisado y editado. La
Duquesa de Orléans refiere que aquel viejo e irreverente calumniador, el
mariscal de Villeroi, que en su juventud había conocido a San Francisco de
Sales, dijo al oír que lo consideraban un santo: "Estoy encantado de
enterarme de que Monsieur de Sales era un Santo. Le gustaba decir groserías y
solía trampear a los naipes. Por lo demás, era un perfecto caballero, aunque un
tonto".
Saquear, v.t. Tomar la propiedad de otro sin
observar las reticencias decentes y acostumbradas del robo. Efectuar un cambio
de propiedad con la cándida concomitancia de una banda militar. Apoderarse de
los bienes de A y B, mientras C lamenta la oportunidad perdida.
Sarcófago, s. Entre los griegos, ataúd, que, estando hecho
de cierta clase de piedra carnívora, tenía la singular propiedad de devorar el
cadáver colocado en su interior. El sarcófago conocido por los modernos
exequiógrafos es, generalmente, un producto del arte del carpintero.
Sartén, s. Instrumento de tortura usado en esa
institución punitiva por excelencia, la cocina femenina. La sartén fue
inventada por Calvino, quien la usó para freír a los bebés que morían sin
bautizar. Observando un día el horrible tormento de un vagabundo que
incautamente sacó de la basura un bebé frito y lo devoró, el gran teólogo quiso
despojar a la muerte de sus terrores, introduciendo la sartén en cada hogar de
Ginebra. De ahí se extendió a todos los rincones del mundo y ha sido de
invalorable utilidad para la propagación de la sombría fe calvinista.
El
obispo Potter insinúa que la utilidad de la sartén no se limita a este mundo y
que se la emplea igualmente en el infierno.
Satanás, s. Uno de los lamentables errores del Creador.
Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable
y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se
detuvo, reflexionó un instante y volvió.
--Quiero
pedir un favor --dijo.
--¿Cuál?
--Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes.
--Qué
dices miserable! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba
de la eternidad, ¿tú pretendes hacer sus leyes? --Perdón; lo único que pido, es
que las haga él mismo.
Y
así se ordenó.
Sátira, s. Especie de composición literaria en que los
vicios y locuras de los enemigos del autor son expuestos sin demasiada ternura.
En los Estados Unidos, la sátira ha tenido siempre una existencia enfermiza e
incierta, porque su esencia es el ingenio del que estamos penosamente
desprovistos; el humor que tomamos por sátira es, como todo humor, tolerante y
simpático. Además, aunque los norteamericanos han sido dotados por su Creador
de abundantes vicios y locuras, suelen ignorar que se trata de cualidades
reprochables. De ahí que el autor satírico sea considerado un villano amargado
y que los gritos de cualquiera de sus víctimas, pidiendo defensores, obtengan
el apoyo nacional.
Sátiro, s. Uno de los pocos personajes de la mitología
griega cuya existencia reconoce la mitología hebrea (Levítico, xvii,7). En un
comienzo, el sátiro era un miembro de una comunidad disoluta que rendía un tibio
vasallaje a Dionisio, y que luego pasó por muchas transformaciones y
perfeccionamientos. Suele confundírsele con el fauno, invención romana, más
tardía y docente, que se parecía menos a un hombre y más a un chivo.
Secretario de Redacción, s. Persona que reúne las
funciones judiciales de Minos, Eaco y Radamanto, pero es aplacable con un
óbolo; censor severamente virtuoso, pero tan caritativo en el fondo que tolera
las virtudes ajenas y los vicios propios; que lanza a su alrededor los
desgarradores relámpagos y los vigorosos truenos de la reprimenda, hasta
parecerse a un paquete de petardos atado a la cola de un perro; que
seguidamente murmura un dulce canto melodioso, suave como el arrullo de un asno
que entona su plegaria a la estrella vespertina. Maestro de misterios y señor
de leyes, encumbrado en el trono del pensamiento, el rostro iluminado por los
oscuros resplandores de la Transfiguración, con las piernas entrelazadas y los
carrillos inflados, el secretario de redacción derrama su voluntad sobre el
papel y lo corta en trozos de la extensión requerida. Y a intervalos, tras el
velo del templo, se oye la voz del jefe de taller, que reclama ocho centímetros
de ingenio y quince centímetros de meditación religiosa, o le ordena cortar el
chorro de la sabiduría y batir un poco de "interés humano".
Seguro, s. Ingenioso juego de azar que permite al
jugador la confortable convicción de que está derrotando al que tiene la banca.
Agente
de seguros.--Mi estimado señor, esa es una bella casa.
Permítame
que la asegure.
Propietario
de la casa.--Con placer. Pero le ruego fijar una prima anual tan baja que,
llegado el momento en que, según las tablas de su actuario, será probablemente
destruida por el fuego, yo le haya pagado mucho menos del valor de la póliza.
Agente.--¡Oh,
no! No podemos permitirnos eso, debemos fijar la prima de modo que usted haya
pagado más.
Propietario.--Eso
es lo que "yo" no puedo permitirme.
Agente.--Pero
observe que su casa puede quemarse en cualquier momento. Ahí tiene la casa de
Smith, por ejemplo, que...
Propietario.--Ahórreme
eso. Yo podría citarle, en cambio, la casa de Jones, la de Robinson, que...
Agente.--¡Ahórreme
"usted" eso! Propietario.--Entendámonos. Usted pretende que yo le
pague dinero sobre la hipótesis de que algo ocurrirá antes del momento en que
usted mismo calcula que ocurrirá. En otras palabras, usted me pide que apueste
a que mi casa no durará tanto como probablemente durará, según usted.
Agente.--Pero
si su casa se quema sin seguro, será una pérdida total.
Propietario.--Perdón.
Según las tablas de su actuario lo probable es que cuando se queme yo haya
ahorrado, en concepto de primas que no le pago, una suma mayor que el valor de
la póliza. Pero supongamos que se queme, sin seguro, antes de lo que ustedes
prevén. Yo no puedo soportar esa pérdida. ¿Pero cómo la soportan ustedes, en
caso de que esté asegurada? Agente.--Ah, nos desquitamos a través de
transacciones más afortunadas con otros clientes. Virtualmente, son ellos los
que pagan su pérdida.
Propietario.--Y
virtualmente, entonces, soy yo el que contribuyo a pagar las pérdidas de ellos.
¿Acaso las casas de los demás no se pue den quemar antes de que las primas
cubran el valor de la póliza? La cosa es así: ¿ustedes pretenden sacar de sus
clientes más dinero del que les pagan, verdad? Agente.--Por supuesto. Si no
fuera así...
Propietario.--...yo
no les entregaría mi dinero. Bien, pero si resulta "indudable", que
la clientela global pierde dinero, también es "probable" que un
cliente individual lo pierda. Son estas probabilidades individuales las que
hacen la certeza del conjunto.
Agente.
-- No lo negaré, pero observe las cifras de este folle...
Propietario.
--¡Dios no permita! Agente.--Usted habló de ahorrar las primas que debería
pagarme.
¿Pero
no es más probable que las despilfarre? Nosotros le ofrecemos un incentivo al
ahorro.
Propietario.--La
disposición de A de hacerse cargo del dinero de B no es exclusivo de los
seguros, pero ustedes, como institución caritativa, merecen estima. Dígnese
aceptar ese reconocimiento de un Meritorio Objeto.
Sello, s. Marca impresa en ciertos documentos para
atestiguar su autenticidad y autoridad. A veces se estampa sobre cera y se
agrega al papel, a veces sobre el papel mismo. El sellado, en este sentido, es
una supervivencia de la antigua costumbre de inscribir papeles importantes con
palabras o signos cabalísticos, para darles una eficacia mágica, independiente
de la autoridad que representan. En el Museo Británico se conservan muchos
papeles antiguos, en su mayoría de carácter sacerdotal, validados por
pentagramas necrománticos y otros artificios tales como las iniciales de
palabras usadas en conjuros; y en muchos casos, se estampaban del mismo modo en
que se estampan actualmente los sellos. Como así todas las costumbres, ritos y
observancias modernos, de apariencia irracional e insensata, tienen su origen
en alguna remota utilidad, resulta grato señalar un ejemplo de insensatez
antigua que con el tiempo llegó a convertirse en algo útil. Nuestra palabra
"sincero" deriva de "sine cero", sin cera, pero los doctos
no se ponen de acuerdo sobre si esto se refiere a la ausencia de signos
cabalísticos, o a la ausencia de la cera con que antaño se ocultaba el
contenido de las cartas a la curiosidad pública. Cualquiera de estas dos
opiniones servirá a quien tenga necesidad inmediata de una hipótesis. Las
iniciales L.S., que suelen agregarse a las firmas de documentos legales,
significan "locum sigilis", el lugar del sello, aunque el sello ya no
se use, y éste es un considerable ejemplo del conservatismo que distingue al
Hombre de las bestias.
Senado, s. Cuerpo de ancianos que cumple altas funciones
y fechorías.
Sepulcro, s. Lugar en que se coloca a los muertos hasta
que llegue el estudiante de medicina.
Sicofante, s. El que se acerca a la Grandeza de bruces para
que no le ordenen dar media vuelta y recibir un puntapié. A veces es un
secretario de redacción.
Silfo, s. Ser inmaterial pero visible que habitaba el
aire cuando el aire era un elemento y no estaba fatalmente contaminado por el
humo de las fábricas, las emanaciones de las alcantarillas y otros productos de
la civilización. Los silfos estaban emparentados con los gnomos, las ninfas y
las salamandras que vivían, respectivamente, en la tierra, el agua y el fuego,
elementos hoy insalubres. Los silfos, como los pájaros del aire, eran machos y
hembras, sin finalidad aparente ya que si tenían progenie debieron anidar en
lugares inaccesibles, puesto que nadie jamás ha visto los pichones.
Silogismo, s. Fórmula lógica (ver Lógica) que consiste en una
premisa mayor, una premisa menor y una inconsecuencia.
Símbolo, s. Algo cuya presunta función es tipificar o
representar otra cosa. Muchos símbolos son meras "supervivencias",
cosas que no teniendo ya utilidad siguen existiendo porque hemos heredado la
tendencia a fabricarlas: como las urnas funerarias talladas en los monumentos
recordatorios. Antaño eran urnas verdaderas que contenían las cenizas de los
muertos. No podemos dejar de hacerlas, pero podemos darles un nombre que
disimule nuestra impotencia.
Sirena, s. Uno de varios prodigios musicales célebres
por su vana tentativa de disuadir a Odiseo de una vida oceánica.
Figurativamente, dama de espléndida promesa, aviesa intención y frustrante
rendimiento.
Slang, s. Jerga norteamericana. Gruñido del cerdo
humano (Pignoramus intolerabilis). Lenguaje del que pronuncia con la lengua lo
que piensa con el oído y siente el orgullo de un creador al realizar la proeza
de un loro.
Sobre, s. Ataúd de un documento; vaina de una factura;
cáscara de un giro; camisón de una carta de amor.
Sofisma, s. Método de discusión de un adversario, que se
distingue del nuestro por una hipocresía y necedad claramente superiores. Lo
usaron los últimos sofistas, secta griega de filósofos que comenzaron por
enseñar la sabiduría, la prudencia, la ciencia, el arte, y en suma todo lo que
deben saber los hombres, pero se extraviaron en un laberinto de retruécanos y
en una bruma de palabras.
Soga,
s. Instrumento que va cayendo en desuso, para recordar a los asesinos que ellos
también son mortales. Se coloca alrededor del cuello y acompaña al usuario
hasta el fin de sus días. En muchos sitios ha sido reemplazada por un artefacto
eléctrico, más complejo, que se aplica a otra parte del cuerpo; pero este
sistema, a su vez, está siendo rápidamente sustituido por un aparato llamado
"sermón".
Solo,
adj. En mala compañíaSu (de ella), adj. pos. Su (de él).
Suficiente, adv. Todo lo que hay en el mundo, siempre que a
usted le guste.
Sufragio, s. Expresión de la opinión por el voto. El
derecho de sufragio (que se considera también un privilegio y un deber)
significa, tal como se interpreta comúnmente, el derecho a votar por el hombre
que ha elegido otro hombre, y es altamente apreciado. La negativa a ejercerlo
lleva el feo nombre de "incivismo". El incivil, sin embargo, no puede
ser procesado por su crimen, porque no hay acusador legítimo. Si el acusador es
en sí mismo culpable carece de peso en el tribunal de la opinión; si no lo es,
se beneficia con el crimen, ya que la abstención electoral de A confiere mayor
peso al voto de B. Por sufragio femenino se entiende el derecho de una mujer a
votar como le indica un hombre. Se funda en la responsabilidad femenina, que es
algo limitada. La mujer más ansiosa por salir de sus faldas para asegurar sus derechos
es la primera en volver a ellas cuando se le amenaza con una tunda por usar mal
de esos derechos.
Superar, v.t. Hacerse de un enemigo.
T
T, vigésima letra del alfabeto,
llamada absurdamente por los griegos "tau". En el alfabeto de donde
procede el nuestro, tenía la forma del tosco tirabuzón de la época, y cuando se
tenía sola (cosa que los fenicios no siempre podían hacer) significaba Tallegal,
que el erudito doctor Brownig traduce por "trabapies".
Tacaño, adj. El que indebidamente quiere conservar lo
que muchas personas meritorias aspiran a obtener.
Tarifa, s. Escala de impuestos a las importaciones
destinada a proteger al productor local contra la avidez de sus consumidores.
Tecnicismo, s. En un tribunal inglés, un hombre llamado
Home, que acusaba a un vecino de asesinato, fue procesado por calumnias. Sus
palabras exactas fueron: "Sir Thomas Holt tomó un hacha y golpeó a su
cocinero en la cabeza, de modo que una parte de la cabeza cayó sobre un hombro,
y la otra parte sobre el otro hombro". Home fue absuelto, a indicación del
tribunal; los doctos jueces declararon que sus palabras no constituían una
acusación de asesinato, ya que no afirmaban la muerte del cocinero, y que esta
era una simple inferencia.
Tedio, s. Ennui, estado o condición en que uno está
aburrido. Se han sugerido muchas fantasiosas etimologías de la palabra, pero el
sabio Padre Jape dice que deriva de una fuente muy obvia, las primeras palabras
del viejo himno latino The Deum Laudamus. En esta derivación aparentemente
natural hay algo que entristece.
Teléfono, s. Invención del demonio que suprime algunas de
las ventajas de mantener a distancia a una persona desagradable.
Telescopio, s. Artefacto que tiene con el ojo una relación
similar a la que tiene el teléfono con el oído, permitiendo que objetos
distantes nos mortifiquen con multitud de detalles inútiles. Afortunadamente
carece de una campanilla que nos llame al sacrificio.
Temerario, adj. Insensible al valor de nuestros consejos.
Tenacidad, s. Cierta cualidad de la mano del hombre en su
relación con la moneda corriente. Alcanza su mayor desarrollo en las manos de
la autoridad, y se considera un equipo útil para hacer carrera en política.
Tenedor, s. Instrumento usado principalmente para
llevarse animales muertos a la boca. Antes se empleaba para ese fin el
cuchillo, y muchas personas dignas siguen prefiriéndolo al tenedor, que no
rechazan del todo, sino que usan para ayudar a cargar el cuchillo. Que estas
personas no sufran una muerte atroz y fulminante, es una de las pruebas más
notables de la misericordia de Dios con aquellos que lo odian.
Teosofía, s. Antigua fe que posee toda la certidumbre de
la religión y todo el misterio de la ciencia: El moderno teósofo sostiene, con
los budistas, que vivimos incalculable número de veces en esta tierra, en otros
tantos cuerpos, porque una vida sola no basta para completar nuestro desarrollo
espiritual, o sea para volvernos tan buenos y sabios como desearíamos. Ser
absolutamente bueno y sabio, ésa es la perfección; y la penetrante visión del
teósofo le ha permitido observar que todo lo que desea mejorar, eventualmente
alcanza la perfección. Observadores menos competentes pretenden exceptuar a los
gatos, que nunca parecen mejores ni más inteligentes que el año pasado. La más
grande y gorda de las teósofas recientes fue Madame Blavatsky, que no tenía
gato.
Tiempo, s. El clima de una hora. Permanente tema de
conversación entre personas a quienes no interesa, pero que han heredado la
tendencia a charlar sobre él, de antepasados desnudos y arbóreos a quienes les
interesaba vivamente. El establecimiento de oficinas meteorológicas oficiales y
su persistencia en la mendacidad demuestran que aun los gobiernos pueden ser
persuadidos por los rudos antepasados de la jungla.
Tierra, s. Parte de la superficie del globo, considerada
como propiedad. La teoría de que la tierra es un bien sujeto a propiedad
privada constituye el fundamento de la sociedad moderna, y es digna de esa
sociedad. Llevada a sus consecuencias lógicas, significa que algunos tienen el
derecho de impedir que otros vivan, puesto que el derecho a poseer implica el
derecho a ocupar con exclusividad, y en realidad siempre que se reconoce la
propiedad de la tierra se dictan leyes contra los intrusos. Se deduce que si
toda la superficie del planeta es poseída por A, B y C, no habrá lugar para que
nazcan D, E, F y G, o para que sobrevivan si han nacido como intrusos.
Tinta, s. Innoble compuesto de tanogalato de hierro,
goma arábiga y agua, que se usa principalmente para facilitar la propagación de
la idiotez y promover el crimen intelectual. Las cualidades de la tinta son
peculiares y contradictorias: puede emplearse para hacer reputaciones y para
deshacerlas; blanquearlas y ennegrecerlas; pero su aplicación más común y
aceptada es a modo de cemento para unir las piedras en el edificio de la fama,
y de agua de cal para esconder la miserable calidad del material. Hay personas,
llamadas periodistas, que han inventado baños de tinta, en los que algunos
pagan para entrar, y otros pagan por salir. Con frecuencia ocurre que el que ha
pagado para entrar, paga el doble con tal de salir.
Tipografía, s. Pestilentes trozos de metal, sospechosos de
destruir la civilización y el progreso, a pesar de su evidente papel en este
diccionario incomparable.
Tomar, v. i. Adquirir, frecuentemente por la fuerza,
pero preferiblemente por la astucia.
Tonto, s. Persona que satura el dominio de la
especulación intelectual y se difunde por los canales de la actividad moral. Es
omnífico, omniforme, omniperceptivo, omnisciente, omnipotente. Fue él quien
inventó las letras, la imprenta, el ferrocarril, el vapor, el telégrafo, la
perogrullada y el circulo de las ciencias. Creó el patriotismo y enseñó la
guerra a las naciones, fundó la teología, la filosofía, el derecho, la medicina
y Chicago. Estableció el gobierno monárquico y el republicano. Viene de la
eternidad pasada y se prolonga hasta la eternidad futura. Con todo lo que el
alba de la creación contempló, tontea él ahora. En la mañana de los tiempos,
cantaba en las colinas primitivas, y en el mediodía de la existencia, encabezó
la procesión del ser. Su mano de abuela esta cálidamente cobijada en el sol
puesto de la civilización, y en la penumbra prepara el nocturno plato del
Hombre, moralidad de leche, y abre la cama del sepulcro universal. Y después
que todos nos hayamos retirado a la noche del eterno olvido, él se sentará y
escribirá una historia de la civilización humana.
Trabajo, s. Uno de los procesos por los que A adquiere
bienes para B.
Trabar amistad, v. i. Fabricar un ingrato.
Tregua, s. Amistad.
Trigo, s. Cereal del que puede extraerse un whisky
tolerable, y que se usa también para hacer pan. Los franceses tienen el mayor
consumo de pan per capita, lo que es natural, porque sólo ellos hacen un pan
que se puede tragar.
Trinidad, s. En el teísmo múltiple de ciertas iglesias
cristianas, tres divinidades completamente distintas, compatibles con una sola.
Las
divinidades inferiores de la fe politeísta, tales como demonios y ángeles,
carecen de esta facultad combinatoria, y deben procurarse individualmente su
adoración y sacrificios a que son acreedoras. La Trinidad es uno de los más
sublimas misterios de nuestra santa religión.
Al
rechazarla por incomprensible, los Unitarios demuestran no aceptar los
fundamentos de la teología. En religión, creemos solamente aquello que no
comprendemos, salvo en el caso de una doctrina ininteligible que se contradice
con otra incomprensible. Siendo así, creemos en la primera como parte de la
segunda.
Triquinosis, s. Réplica del cerdo a la porcofagia.
Moisés
Mendelssohn cayó enfermo y mandó llamar a un médico cristiano, quien
rápidamente diagnosticó la dolencia del filósofo como triquinosis, aunque con
sumo tacto le dio otro nombre.
--Usted
necesita un inmediato cambio de régimen --le dijo-- Debe comer seis onzas de
cerdo día por medio.
--¿Cerdo?
--aulló el paciente-- ¡Jamás! ¡Ni tocarlo! --¿Lo dice en serio? --preguntó
gravemente el medico.
--¡Lo
juro! --Bien. Entonces trataré de curarlo.
Troglodita, s. Específicamente habitante de las cavernas de
la era paleolítica, después del Arbol y antes del Departamento. Una famosa
comunidad de trogloditas vivió con David en la Cueva de Adullam.
Estaba
formada por "todos los que padecían desgracia, y todos los endeudados, y
todos los descontentos"; en resumen, por todos los socialistas de Judea.
Tsétsé, mosca, s. Insecto africano (Glossina
morsitans) cuya mordedura es considerada el remedio más eficaz contra el
insomnio, aunque algunos pacientes prefieren ser mordidos por un novelista
norteamericano (Mendax interminabilis).
Tumba, s. Pabellón de la Indiferencia. Actualmente el
consenso general inviste a las tumbas de cierta santidad, pero cuando han
estado ocupadas mucho tiempo, no se considera pecado abrirlas y saquearlas; el
famoso egiptólogo doctor Huggyns explica que una tumba puede ser inocentemente
"visitada" cuando su ocupante ha terminado de oler, pues eso
significa que ha exhalado toda su alma. Esta razonable opinión es unánimemente
aceptada por los arqueólogos y ha dignificado considerablemente la noble
ciencia de la Curiosidad.
Tumulto, s. Entretenimiento popular ofrecido a los
militares por espectadores inocentes.
Turba, s. En una república, aquellos que ejercen una
suprema autoridad morigerada por elecciones fraudulentas. La turba es como el
sagrado Simurg, de la fábula árabe: omnipotente, a condición de que no haga
nada.
U
Ubicuidad, s. Don o poder de estar en todas partes en un
momento dado, aunque no en todas partes en todos los momentos, ya que esto es
omnipresencia, atributo que sólo pertenece a Dios y al éter luminífero. La
Iglesia medieval no percibió claramente esta distinción entre ubicuidad y
omnipresencia, y a raíz de eso corrió mucha sangre. Ciertos luteranos, que
afirmaban la presencia del cuerpo de Cristo en todas partes fueron llamados
Ubicuitarios. Este error los condenó doblemente, puesto que el cuerpo de Cristo
sólo estápresente
en la eucaristía, aunque este sacramento puede administrarse simultáneamente en
muchos lugares. En épocas recientes, la ubicuidad no ha sido siempre bien
comprendida, ni siquiera por Sir Boyle Roach, quien sustenta que un hombre no
puede estar al mismo tiempo en dos lugares, salvo que sea un pájaro.
Ultimátum, s. En diplomacia, exigencia final antes de
acudir a las concesiones. Habiendo recibido un ultimátum de Austria, el
gabinete turco se reunió para considerarlo.
--¡Oh!
Siervo del Profeta --dijo el Sheik del Imperial Shibuk al Mamush del Invencible
Ejército--, ¿cuántos inconquistables soldados tenemos bajo las armas?
Sostenedor de la Fe --repuso el dignatario tras consultar sus apuntes--, ¡son
tantos como las hojas del bosque! --¿Y cuantos impenetrable bajeles infunden
terror en el corazón de los cerdos cristianos?--preguntó el Sheik al Imán de la
Siempre Victoriosa Marina.
--¡Oh,
Tío de la Luna Llena --fue la respuesta--, dígnate saber que son como las olas
del océano, las arenas del desierto y las estrellas del firmamento! Durante
ocho horas la ancha frente del Sheik del Imperial Shibuk permaneció arrugada en
signo de profunda meditación: estaba calculando las chances de la guerra. Al
fin: --¡Hijos de los ángeles --exclamó--, la suerte está echada! Sugeriré al
Ulema del Imperial Oído que aconseje la inacción. En nombre de Alá, se levanta
la sesión.
Una vez, adv. Suficiente.
Unción, s. Aceitamiento o engrasamiento. El rito de la
extremaunción consiste en tocar con aceite consagrado por un obispo, varias
partes del cuerpo de alguien en trance de morir. Marbury relata que después de
aplicar este sacramento a cierto pérfido noble inglés, se descubrió que el óleo
no había sido apropiadamente consagrado, y que no podía conseguirse otro.
Enterado de esto, el enfermo exclamó con ira:--¡Siendo así, maldito si me
muero!--Hijo mío --respondió el sacerdote--, eso es lo que tememos.
Ungir, v. i. Engrasar a un rey u otro gran funcionario
que ya de por sí es bastante resbaloso. Los soberanos son ungidos por los
sacerdotes del mismo modo que se engrasa bien a los cerdos para conducir al
populacho.
Unitario, s. El que niega el dios de los Trinitarios.
Universalista, s. El que renuncia a las
ventajas del Infierno en favor de los creyentes de otra religión.
Urbanidad, s. La forma más aceptable de la hipocresía.
Especie de cortesía que los observadores urbanos atribuyen a los habitantes de
todas las ciudades, menos Nueva York. Su expresión más común consiste en la
frase "usted perdone"; no es incompatible con el desprecio de los
derechos ajenos.
Urraca, s. Ave cuya inclinación al robo ha sugerido a
algunos la posibilidad de enseñarle a hablar.
Uso,
s. Primer persona de la Trinidad literaria, la Segunda y la Tercera son la
Costumbre y la Convención. Un escritor industrioso, imbuido de un saludable
respeto por esta Santa Triada, puede producir libros que perduren tanto como la
moda.
V
Valor, s. Virtud castrense en que se mezclan la
vanidad, el deber y la esperanza del tahur.
--¿Por
qué se ha detenido? --rugió en la batalla de Chickamauga el comandante de una
división, que había ordenado una carga-- Avance en el acto, señor.
--Mi
general --respondió el comandante de la brigada sorprendido en falta--. Estoy
seguro de que cualquier nueva muestra de valor por parte de mis tropas las
pondrá en contacto con el enemigo.
Vanidad, s. Tributo que rinde un tonto al mérito del asno
más cercano.
Valla, s. En el arte militar, basura colocada delante
de un fuerte para impedir que la basura de afuera moleste a la basura de
adentro.
Vampiro, s. Demonio que tiene la censurable costumbre de
devorar los muertos. Su existencia ha sido disputada por polemistas más
interesados en privar al mundo de creencias reconfortantes que de reemplazarlas
por otras mejores. En 1640 el padre Sechi vio un vampiro en un cementerio
próximo a Florencia y lo espantó con el signo de la cruz. Lo describe dotado de
muchas cabezas y de un número extraordinario de piernas, y no dice que lo vio
en más de un lugar al mismo tiempo. El buen hombre venía de cenar y explica que
si no hubiera estado "pesado de comida", habría atrapado al demonio
contra todo riesgo. Atholston relata que unos robustos campesinos de Sudbury
capturaron un vampiro en un cementerio y lo arrojaron en un bebedero de
caballos. (Parece creer que un criminal tan distinguido debió ser echado a un
tanque de agua de rosas). El agua se convirtió instantáneamente en sangre "y
así continúa hasta el día de hoy", escribe Atholston. Más tarde el
bebedero fue drenado por medio de una zanja. A comienzos del siglo XIV un
vampiro fue acorralado en la cripta de la catedral de Amiens y la población
entera rodeó el lugar. Veinte hombres armados con un sacerdote a la cabeza,
llevando un crucifijo, entraron y capturaron al vampiro que, pensando escapar
mediante una estratagema, había asumido el aspecto de un conocido ciudadano, lo
que no impidió que lo ahorcaran y descuartizaran en medio de abominables orgías
populares. El ciudadano cuya forma había asumido el demonio quedó tan afectado
por el siniestro episodio, que no volvió a aparecer en Amiens, y su destino
sigue siendo un misterio.
Venganza, s. Roca natural sobre la que se alza el Templo
de la Ley.
Veraz, adj. Tonto e iletrado.
Verdad, s. Ingeniosa mixtura de lo que es deseable y lo
que es aparente. El descubrimiento de la verdad es el único propósito de la
filosofía, que es la más antigua ocupación de la mente humana y tiene buenas
perspectivas de seguir existiendo, cada vez, más activa, hasta el fin de los
tiempos.
Verdugo, s. Funcionario de la ley que cumple tareas de la
mayor dignidad e importancia y padece un desprestigio hereditario ante un
populacho de antepasados criminales. En algunos estados norteamericanos, como
New Jersey, sus funciones son desempeñadas ahora por un electricista; primer
caso registrado por este autor en que alguien pone en duda las ventajas de
ahorcar a los habitantes de New Jersey.
Verso blanco, s. Pentámetro yámbico sin
rima; el verso inglés más difícil de escribir pasablemente y, en consecuencia,
el que prefieren los que no pueden escribir pasablemente nada.
Vida,
s. Especie de salmuera espiritual que preserva al cuerpo de la descomposición.
Vivimos en diario temor de perderla; cuando se pierde, sin embargo, no se la
echa de menos. La pregunta "¿Vale la pena vivir?" ha sido muy
debatida, en particular por los que opinan que no; algunos de ellos escribieron
extensos tratados en apoyo de esa idea y, gracias a un minucioso cuidado de su
salud, disfrutaron durante muchos años los honores de una exitosa controversia.
Vidente, s. Persona, por lo general mujer, que tiene la
facultad de ver lo que resulta invisible para su cliente: o sea, que es un
tonto.
Viejo, adj. Estado de uso que no se contradice con una
incapacidad general, v.gr. "hombre viejo". Desacreditado por el paso
del tiempo y ofensivo para el gusto popular, v.gr. "libro viejo".
Virtudes, s. p. i. Ciertas abstenciones.
Vituperio, s. Sátira, tal como es entendida por los necios
y por todos los que tienen trabado el ingenio.
Viuda, s. Figura patética a quien el consenso del mundo
cristiano toma en broma, aunque la ternura de Cristo por las viudas fue uno de
los rasgos más marcados de su carácter.
Voto,
s. Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de si mismo
un tonto y de su país una ruina.
W
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de
todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia
con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.
Washingtoniano, s. Tribeño del Potomac que
cambió las ventajas de un buen gobierno para el privilegio de gobernarse a sí
mismo. Para hacerle justicia, debe recordarse que lo hizo sin querer.
Y
Yanqui, s. En Europa, un norteamericano. En los Estados
norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es
desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui!
Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos
una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define
con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial.
Z
Zenit, s. Punto del firmamento situado directamente
sobre un hombre parado o un repollo que crece. No se considera que un hombre en
cama o un repollo en la cacerola tengan zenit, aunque sobre este punto hubo
antaño graves controversias entre los eruditos, pues algunos sostenían que la
postura del cuerpo carecía de importancia. Estos se llamaron Horizontalistas,
mientras que sus rivales fueron los Verticalistas. La herejía Horizontalista
fue finalmente aniquilada por Xanobus, rey filósofo de Abara y Verticalista
ferviente. Irrumpiendo en una asamblea de filósofos que debatían la cuestión,
arrojó una cabeza cortada a los pies de sus oponentes y les pidió que determinaran
su zenit, explicando que el cuerpo colgaba afuera, colgado de los talones.
Observando que se trataba de la cabeza de su jefe, los Horizontalistas se
apresuraron a declararse convertidos al credo que pluguiera a la Corona, y el
Horizontalismo ocupó su lugar entre las "fides defuncti".
Zoología, s. Ciencia e historia del reino animal,
incluyendo a su reina, la Mosca Doméstica (Musca Maledicta). Se concede
universalmente que el padre de la Zoología fue Aristóteles; el nombre de la
madre, en cambio, no ha llegado hasta nosotros. Dos de los exponentes más
ilustres de esta ciencia han sido Buffon y Oliver Goldsmith y ambos nos dicen
que la vaca doméstica cambia de cuernos cada dos años.
Zeus,
s. Rey de los dioses griegos, adorado por los romanos como Júpiter, y por los
norteamericanos como Dios, Oro, Plebe y Perro. Algunos exploradores que han
tocado las playas de América, entre ellos uno que pretende haberse internado
una considerable distancia, piensan que esos cuatro nombres representan a
cuatro divinidades separadas, pero en su inmortal obra sobre Creencias
Supérstites, Frumpp insiste en que los nativos son monoteístas, y que ninguno
tiene otro dios que sí mismo, a quien adora bajo muchos nombres sagrados.
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