.... dicho sea de paso nunca se podrá acusar a Zloto de ortodoxo en la materia. Sus lineamientos analíticos y su estructura conceptual "keynesiana" se encuentran mucho más cerca de Zaiat que de Willie Kohan, de modo que vale la pena recorrer el artículo que hace pocos días publicara en la Revista 23 para tratar de entender que en oportunidades cuando se habla de derechización del gobierno se hace bajo ciertos recodos falaces que el dogmatismo ortodoxo de izquierda propone de manera ciertamente infantil. Más allá de no estar de acuerdo en su percepción sobre Guillermo Moreno me parece que es un texto que nos puede ayudar y mucho para comprender el lenguaje económico que se viene...
Tras dos años de confusión, mandos
repartidos, y crecientes diferencias que se filtraban cada vez más, con la
designación de Axel Kicillof el Estado vuelve a tener ministro de Economía. El
desplazamiento de Hernán Lorenzino, Mercedes Marcó del Pont y, ¡por fin!,
Guillermo Moreno, lo deja como el único con poder de decisión en la
macroeconomía. No es un dato menor. Es aceptar el fracaso de la idea de que la
economía podía ser gestionada por un equipo con varias cabezas que piensan
distinto ya que, argumentaban, la economía está supeditada a la política y es
en definitiva la Presidenta la que tiene la última palabra. Era una idea que
cumplía con la lógica del slogan, que calmaba ideologismos infantiles, pero que
era tosca y resultó ineficaz. La economía siempre está supeditada a la
política; a la política de los militares con José Alfredo Martínez de Hoz; a la
política neoliberal de Carlos Menem y Domingo Cavallo, o a alguna otra política
orientada a objetivos progresistas. Definido eso, y mientras se esperan las
medidas, es útil repasar el pensamiento de quien a partir de ahora conduce la
gestión económica. El 15 de agosto pasado en un seminario en el Banco Nación,
Kicillof expuso con claridad lo que fue uno de los principios rectores de la
política de la denominada década ganada: “Si uno se dedica, como lo ha hecho
esta administración, a generar incrementos en el salario mínimo, vital y móvil,
en las jubilaciones, y en los programas sociales de inclusión, eso va a tener
como resultado el crecimiento”. En el credo básico y elemental de muchos
economistas kirchneristas, el crecimiento y la inversión son consecuencia del
consumo. Pero ese razonamiento elemental, según el cual basta fogonear la
demanda para dinamizar todo el resto, ha chocado con la reaparecida restricción
externa que marca que el país no podrá seguir creciendo, ni mucho menos
desarrollarse, si en lo inmediato no frena la sangría de divisas, y si
estructuralmente no supera los desequilibrios externos que provoca cada etapa
de crecimiento. Kicillof lo sabe perfectamente. Tal como se relató en esta
columna hace algunas semanas, él mismo recomendó la lectura de un artículo que
había publicado en 2010 en Página 12. Con más libertad y sofisticación
intelectual que en la disertación de agosto pasado, en aquel escrito explicaba:
1) el “famoso modelo” era una combinación de tipo de cambio alto y retenciones
que permitía un proceso de industrialización protegida con transferencia de la
renta agropecuaria; 2) afirmaba que el modelo tuvo su “talón de Aquiles” en el
atraso cambiario que provocó la inflación; 3) descartaba como respuesta tanto a
la apreciación cambiaria por sus efectos recesivos como a la devaluación por
sus consecuencias reaccionarias, y 4) proponía como solución la planificación
estatal para precisar el camino de la industrialización orientando recursos
hacia determinados sectores.
Que quede claro: fue él quien recomendó hace muy poco leer ese texto de hace más de tres años. Del artículo se infiere claramente que no habría que esperar una brusca devaluación del tipo de cambio comercial que ponga en riesgo una aceleración inflacionaria con sus consecuencias reaccionarias, sino la continuación de la táctica devaluatoria vigente desde este año, que viene acompañando a la inflación para evitar que se siguiera acumulando atraso cambiario con sus efectos recesivos. También se puede suponer que de la planificación estatal axeliana surjan medidas de estímulo, regulación o compensación fiscal y/o crediticia para ciertos sectores y economías regionales que vienen padeciendo el impacto del atraso cambiario acumulado. Sería una manera de mejorarles la competitividad sin apelar a la herramienta cambiaria.
Pero el artículo recomendado no ofrece
ninguna pista sobre cómo el nuevo ministro piensa abordar la urgente necesidad
de frenar la incesante caída de reservas del Banco Central. Una alternativa,
que Kicillof contempló cuando analizaba la situación desde el Centro de
Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), sería desdoblar el mercado
cambiario. Podría, por ejemplo, establecer un dólar bastante más alto que el
oficial para todas las transacciones vinculadas al turismo, para las compras
por Internet de productos extranjeros, e incluso para el ingreso de capitales.
De esa manera, encarecería y atenuaría el creciente gasto de turistas en el
exterior y el consumo de importados con tarjeta, incentivaría a los extranjeros
a cambiar sus dólares en el mercado formal, y alentaría la inversión foránea. Con
esa u otra receta, el ataque a la pérdida de reservas se lanzará en cuestión de
horas. La reubicación de Lorenzino como coordinador de la Unidad Ejecutiva de
Reestructuración de la Deuda no debe entenderse como un premio consuelo. Aunque
degradado en lo formal, el ahora ex ministro seguirá ocupándose de lo único que
realmente manejaba, y que para el Gobierno es un factor clave. Varias fuentes
de gobierno coinciden en que uno de los elementos que distinguirá a la política
económica de los dos últimos años de gestión cristinista es el arreglo de los
conflictos con los acreedores externos. Son proyecciones que se basan en
conjeturas y lecturas de la realidad, pero que también están impulsadas por
hechos. El más significativo fue el pago a firmas multinacionales que habían
ganado juicios en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a
Inversiones (Ciadi), y que permitió destrabar líneas de crédito del Banco
Mundial. A lo que se agregan las negociaciones en curso para resolver la deuda
con los fondos buitres. En esa misma línea, y retomando lo que el entonces
ministro Amado Boudou había comenzado a gestionar en 2009 hasta que Néstor
Kirchner ordenó una contramarcha, es probable que el Gobierno ahora acepte
cumplir con el artículo IV del convenio constitutivo del FMI, que es condición
para poder acordar alguna forma de pago de la deuda con el denominado Club de
París, es decir, la deuda de la Argentina con otros Estados, que ronda los
10.000 millones de dólares. Ese artículo es el que establece que una vez al año
una misión del organismo visita el país, recoge información económica y
financiera y examina con las autoridades nacionales la evolución y las
políticas económicas del país, y a su regreso preparan un informe que elevan al
directorio.
¿Habremos de ver a Kicillof sin corbata recibiendo a la misión del Fondo en su despacho?
La idea de cerrar los diferendos con
los acreedores no se basa en principios sino en conveniencia. El Gobierno
pretende destrabar créditos internacionales a largo plazo que sirvan al
desarrollo y, en lo inmediato, a reforzar el nivel de reservas.
Si bien Kicillof se quedó con el cetro
de Economía, eso no significa que vaya a tener todo el poder en la materia, ya
que no hay que perder de vista que Cristina también realzó la figura del jefe
de Gabinete con la designación de Jorge Capitanich, que es un potencial
presidenciable, que tiene poder propio y delegado por los gobernadores
peronistas, e ideas económicas bastante diferentes a las de Kicillof.
Uno es tradicionalmente peronista, y el
otro el primer ministro de Economía de izquierda en la historia argentina.
Yo veo a este gobierno más que racional en lo económico y sin que se le caigan los anillos muy a pesar de lo que muchos nos quieren correr por izquierda.
ResponderEliminarPero no lo diga fuerte Daniel, lo van a acusar de chupamedias. Aunque a fuerza de ser sinceros quienes nos acusan de chupamedias lo son, pero de sus propios acuerdos ideológicos. Vale decir. Quienes nos corren por izquierda serán "chupamedias" cuando sus paradigmas políticos se transformen en gestión. Y estará muy bien que una vez llegado el momento protejan y cuiden en el marco del debate lo que a su criterio tanto sacrificio ha costado. Por ahora nos queda cargar con el sayo de nuestro alineamiento, cosa que no me incomoda, sobre todo cuando veo a nuestros críticos iluministas de la mano de Magnetto.
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