Apuntes dos días después
El
Frente para la Victoria (FpV) es el primer partido político a nivel nacional y
está a un tris de ser el único. Ningún otro compitió (con su sello o
representado por aliados) en las 24 provincias por las primarias. Obtuvo
resultados muy disímiles, leídos distrito por distrito. Ganó cómodo o ajustado,
salió segundo, tercero o cuarto. En algunas provincias obtuvo ventajas enormes,
en Córdoba superó apenas los dos dígitos. Los totales generales de votos
expresan en parte tanta diversidad, los de simulación de bancas obtenidas
aproximan un poco más.
Todo
esto aclarado y repitiendo que cada provincia es un mundo, vale subrayar que si
hubo un solo competidor nacional, ha existido para él un mensaje nacional. El
pueblo soberano siempre emite señales, en la crónica argentina saben ser
traducibles. En este caso, entiende el cronista, el mensaje fue crítico para el
gobierno nacional, que se plebiscita en cada comicio y es interpelado por el
veredicto general.
Un
alerta recibió el kirchnerismo, que sabe mirarlas con atención y responder. Sus
reacciones pueden ser impredecibles o de manual... lo que no es habitual es que
se paralice o no replique algo. La señal crítica del electorado es un incentivo
para la acción, máxime en el peculiar diseño que tuvieron las PASO. La elección
de cargos legislativos es en octubre, el oficialismo necesita cargar en su
disco rígido lo que dijo el escrutinio.
No se
trata del simplismo de comparar votaciones presidenciales con legislativas. Sí
de interrogarse qué pasó con el largo 25 por ciento del padrón nacional que
apoyó a Cristina Fernández de Kirchner hace dos años y ahora se volcó a sus
rivales. No es un conjunto cautivo, desde ya, pero tampoco son ciudadanos
“irrecuperables” que odian irreductiblemente al kirchnerismo. Si sus
preferencias variaron, fuerza es indagar por qué... entre otros motivos porque
pueden volver a mudar, siquiera en parte.
Cuánto
variarán los resultados dentro de dos meses es pura conjetura. Lo cierto es que
el FpV buscará mejorar su desempeño. La acción de gobierno es una de sus
herramientas, el trabajo territorial militante es otra, la campaña de los
candidatos y el espacio mediático también tendrán un rol. Ninguno, supone este
escriba, será eficaz si no incorpora el alerta del domingo y lo traduce en
algún tipo de cambio.
Massa
irá por más: El
intendente de Tigre, Sergio Massa, acertó con su estrategia, en términos
pragmáticos. Encontró un espacio en el electorado, obtuvo un resultado
impensable hace pocos meses. Le asisten buenas chances de mantener su primacía
y la virtualidad de interpelar al votante anti K a construir una mayoría más
vasta. Quienes se pronunciaron ayer por el diputado Francisco de Narváez son, a
primera vista, el target más pasible de ser atraído.
Massa
obtuvo ayer el 13,5 por ciento del total nacional de votos válidos. Su
traducción hipotética a bancas le dejaría un bloque de diputados mayor al de
PRO.
Necio
sería subestimar ese capital político, que debe sostener en una campaña en la
que tendrá mayor centralidad para bien suyo y también para mal. Pero son tan
apresurados cuan interesados los escenarios que ya lo ubican como
presidenciable en 2015 o, en el paroxismo de la ilusión, como ganador.
“Massita”
convulsiona la interna peronista, le agrega un término de referencia. Levanta
la autoestima del pejotismo, que estaba de capa caída.
Pero la
acumulación política es una labor compleja, máxime cuando se debe tratar con
dirigentes con poder territorial, que tienen muchas variables en mente, entre
ellas sus propias ambiciones y la necesidad de seguir gestionando y
legitimándose. El cronista cree, cuanto menos, prematura la hipótesis de una
manada de dirigentes de fuste yendo al pie de un diputado nacional, deponiendo
intereses particulares y poniendo en riesgo de modo prematuro su relación con
un gobierno nacional fuerte.
Massa es
más que De Narváez (que le ganó al entonces diputado Néstor Kirchner en 2009) y
acaso que el senador Carlos Reutemann (que emergió como presidenciable por
entonces). Pero los precedentes históricos aleccionan sobre lo que cuesta
mantenerse y construir durante dos años de la política argentina.
Más
accesible es congregar a los dispersos diputados del Peronismo Federal,
pequeños caciques sin tribu o partiquinos. Y gozar del favor de los medios
dominantes, que no es poca cosa en un esquema real de poder. Lo demás es mucho
laburo, mucha contienda, mucha prevención en el interior profundo respecto de
los bonaerenses.
El salto cualitativo que Massa insinuó y puede
abrochar en octubre es envidiable para cualquier dirigente opositor, exagerarlo
es una tentación de aquellas que obnubilan. Saltear etapas es simple en las
mesas de arena, no tanto en el pantano de la política concreta.
Familias
dispersas: El
archipiélago opositor se dividió en varias ofertas en 2011, leyó mal la
coyuntura. Los humanos no siempre aprendemos de la experiencia, pero puede
ocurrir. Es factible (y será muy incentivado por el establishment) que ensayen
otras tácticas. La coalición Unen es un experimento porteño que seguramente
alentará la idea de imitarla más adelante. Es un rebusque para hacer confluir
partidos disímiles o egos que construyen partidos en su torno. Como alquimia
para formar gobiernos mete miedo, porque es más fácil juntar el agua y el
aceite en una lista que en un equipo de gestión. Ni hablar de formular algo
parecido a un proyecto de país. Pero la fórmula aviva las mentes, hoy mismo.
Con
referentes que no consiguen trascender un distrito (cuando son exitosos), el
mecanismo puede incitar a acortar camino, lo que habilita hipótesis, por ahora,
de laboratorio. Si elegimos a dirigentes exitosos de local y a “familias
políticas” podemos discernir tres sectores que, es factible, empezarán a pensar
cómo confluir, lo que en la política doméstica siempre incluye la fascinación
por el atajo.
- El peronismo no kirchnerista, del que algo
se dijo ya en esta columna. El gobernador cordobés, José Manuel de la Sota, y
Massa son los dirigentes a los que mejor les fue el domingo. El ex gobernador
de Chubut Mario Das Neves tuvo una resurrección no tan sorprendente si se mira
bien: fue arrollado por la oleada cristinista, pero recobra fuerzas en un
momento de pleamar. Los hermanos Rodríguez Saá conservan su bastión invicto
aunque son chúcaros para la acción conjunta. Con eso cuenta de antemano una
virtual alternativa peronista no kirchnerista, a la que se añade el tópico de
que nuestro país sólo es gobernable si lo conduce un compañero.
- El radicalismo y el socialismo son aliados
en varios distritos, por caso en Santa Fe, donde dominan las huestes de Hermes
Binner. Su idea, que ya verbalizan dirigentes de surtidos “palos”, es (¿re?)
juntarse con un haz muy módico de ideas comunes. La UCR conserva una sola
gobernación que pone en juego este año y está en riesgo de perder diputados
cuando se haga la cuenta comparativa en octubre.
La
diputada Elisa Carrió es la figurita difícil de ese “espacio”. No porque no
haya intentado alianzas, sino por lo contrario: el producto de las que
conformó. Lilita construye para sí y destruye a todo (a todos y todas también)
en su derredor. El saldo que obtuvo la UCR de la Unen es aleccionador: perdió
todo. Carrió redondeó su jugada anteayer gastando en público al diputado
Ricardo Gil Lavedra, que seguramente atravesaba uno de los momentos agrios de su
carrera.
Las
virtudes (básicamente su empatía con el electorado porteño, sin proyección
actual allende la General Paz y su capacidad mediática) son conocidas. Los
riesgos que conlleva su presencia, también.
- La conducta gánica y perezosa del jefe de
Gobierno Mauricio Macri se tradujo el domingo, estaba patentizada de antemano.
No supo construir un partido nacional, no le encontró la vuelta al espacio
franco que dejaba un pejotismo sin liderazgo. No tiene garantizado el primer
puesto en la Capital para octubre: Unen es un grano y Carrió como adversaria un
karma que los candidatos macristas no están habituados a enfrentar. El PRO
podría ver reducida su bancada de diputados y quedaría “suelto” en el espacio
opositor, con pocas perspectivas de conducirlo o aglutinarlo.
Hablamos de mesas de arena, pero la oposición
plurivecinal está, lógicamente, pensando en ellas. Pueden ser el reto para el
kirchnerismo, que eligió en estos años abroquelarse y reforzar su identidad
antes que ampliar sus fronteras.
Objetivos: En dos meses y pico se eligen diputados y
senadores. Para el kirchnerismo es clave mantener el quórum propio en ambas
Cámaras. Las políticas públicas son un núcleo de su fortaleza, transcurrir dos
años con poder institucional sustentaría gobernabilidad. El debate sobre con
cuántas bancas quedaría si se calcara el resultado de agosto puede tornarse
detallista. A los ojos del cronista, quedaría muy justito. Le vendría muy bien
acumular algo más.
Recuperar
la suma de votos y la mayoría en algunas provincias aliviaría parte de la
sensación que dejó el domingo y daría envión a la legitimidad. Acaso la dura
provincia de Buenos Aires, por las peculiaridades de la campaña y del primer
candidato, pueda ser un territorio en el que se pueda crecer. Sobre todo con un
trabajo territorial eficaz en los sectores populares. Un 35 por ciento en “la
provincia”, logrado por Massa, no es pura clase media por cierto. Pero los
votos que recibieron el FpV y sus adversarios tienen una desigual composición
clasista. El apoyo de los humildes es uno de los factores que hacen al FpV la
fuerza hegemónica desde hace casi diez años. Otros, claro, son la centralidad y
el liderazgo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que no tiene
parangón entre sus rivales, ni siquiera en el escenario que asomó en estos
días.
uno de las pocas voces lucidas sin concesiones del espectro periodistico oficial
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