ENTRE EL CAOS, EL CONTROL Y LA LIBERTAD.. artículo publicado en el Blog de Ateneo Popular Arturo Jauretche de Coronel Dorrego allá lejos y hace tiempo



Quizás la palabra Control sea el término que cuenta con mayor demanda en nuestros tiempos. Controlar, vigilar, delatar, parecen ser los verbos mejor conjugados por una sociedad que requiere, para su tranquilidad, ser espiada y si es necesario censurada. Esta solicitud popular no deja de lado a ningún estamento social, necesitando un ejército de inspectores de variada especialidad para poder conformar a tan heterogéneo espectro. Se asume que no alcanza con la legislación escrita para saber y cumplir con lo que podemos y debemos hacer, se hace imperioso, por demanda de comportamiento, que todos detentemos identidad ajena, un visado responsable, un conforme tranquilizador. El poder de policía se ha extendido sospechosamente, en todos los ámbitos sociales, bajo la excusa de la prevención, fomentando un sinnúmero de auditores dispuestos a delinquir, si es necesario, para la verificación de un fraude (las cámaras ocultas por ejemplo). 

Dentro de este dilema en espiral es notable que de algún modo todos terminemos formando parte de una comunidad coercitiva y protectora de contravenciones ajenas para cubrir las propias. 

Las calles, las rutas, los mares, el aire, la urbanidad y la ruralidad, los negocios, las empresas, la salud, la alimentación, la educación, la universidad, la ciencia, la tecnología, los poderes públicos, la administración estatal, el gerenciamiento y la actividad privada, los medios de transportes, los de comunicación audiovisual, las construcciones, los boliches, la red virtual, el trabajo, han motivado la creación de una burocracia controladora que también necesita ser controlada, de lo contrario adoleceríamos del elemento fundacional de dicha estrategia.La espiral mencionada, esa vocación por una sociedad vigilada, ese asumirse sitiado, hace que nada de lo que se pretende controlar sea debidamente controlado producto de los naturales perdones que cada sector se otorga a si mismo y que a la vez consensúa con sus controladores como adelanto de futuros favores. 


Al igual que sucede con la información cuando se presenta en demasía y sin la debida elaboración, termina desinformando. La ideología del Control absoluto termina siendo enemiga de si misma.


En nuestra sociedad sobran los controles; se presentan inundando cada acción humana, en consecuencia, y por principio de acción y reacción, el desbande se hace inevitable. Un desbande que en algún caso lo observo ciertamente energético y creativo, provocador para que los talentos ocultos despierten y se esmeren por sobreponerse a un sistema que pretende sojuzgar cada actividad, individual o colectiva, tiñéndola de dudosa.


De este modo nos chocamos de frente con la problemática de la corrupción. Mecánica social universalmente aceptada para evitar que determinadas objeciones legales afecten nuestras libertades y deseos insatisfechos. 


Declarar menores ingresos de los reales para tributar lo menos posible, trabajar en negro para permitirnos ser adjudicatarios de una asignación conveniente, terciarizar e informalizar el empleo de modo evitar molestas y onerosas cargas sociales, precarizar las condiciones laborales para obtener mayores rentabilidades, favorecer económicamente a determinadas personas o grupos de poder son ejemplos del caso y cuestiones que por usuales y corrientes resultan hipócritamente sorprendentes cuando se mediatizan.




¿Se puede controlar todo lo que se pretende controlar? Decididamente no... Si se desea vivir en una sociedad libre y democrática.




No existe mejor control social que respetar la ley escrita. Y eso es una cuestión individual que hace a lo colectivo. Respetar la velocidad máxima en una carretera es una acción individual que no puede ni debe, me atrevo a afirmar, ser controlada por la autoridad máxima en todo el trayecto que la ruta tiene; sería un despropósito de cabo a rabo. Algo parecido sucede con respecto al delito contra las personas y los bienes. El Estado no puede ni debe colocar un oficial en cada esquina y si así lo hiciera dicha operatoria no creo que convenza al potencial delincuente de lo nefasto de su conducta. Utilizaría otros modos, otra técnica para superar las dificultades que se le presentan. 


Se me ocurre pensar que los fundamentalistas del control pretenden sobreabundar en la materia para distraernos, para permitirse un descontrol mayor que les posibilite mimetizar sus enormes e irregulares beneficios.


Por suerte existe un Caos correctivo siempre latente, lo bueno, eso que Porchia llamaba “lo indomesticable que poseemos dentro”...


Algo así como aquello de los melones y el carro. Así y todo considero que nuestra sociedad adolece de cierto anarquismo poético. Una suerte de libertinaje creativo que nos entretenga, que nos distienda, y que nos saque definitivamente de ese permanente estado de duda social, sospechosa y reticente.


Vivimos atajando penales que nadie nos patea, intuyendo males universales, creando enemigos donde no los hay, sobrevalorando la victimización como formato y lenguaje.


Stendhal, el más importante poeta del romanticismo Francés de principios del siglo XIX, decía... Amigo lector intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo...


El odio envilece y paraliza. Ambos elementos hacen al fundamentalismo controlador y conspiran contra una buena vida, factor fundamental de la ética decía Fernando de Savater... Y luego agregaba... “La humanidad del otro siempre compromete mi propia humanidad; ser humano es entenderse con uno mismo sin desentenderse del resto de los semejantes. La vida tiene sentido único, avanza, sin remilgos ni repeticiones. Por eso es necesario reflexionar permanentemente sobre lo que uno desea y fijarse muy bien en lo que hace. Hay que procurar no fallar, y si se falla no languidecer"...

"A la pregunta si tiene sentido la vida habría que preguntarse si tiene sentido la muerte. Es bueno aquel que tiene una visceral antipatía por la muerte, propia o ajena. Poco importa si hay un después de la muerte, lo importante es que haya vida antes de la muerte. Para vivir mejor es necesario comprender a fondo la vida como si fuera una expresión artística, entendiendo que posee un diseño exclusivo y a la medida de cada persona, respetando las viejas leyes de la hospitalidad. En esta cosa del buen vivir nos puede ser de utilidad la sabiduría o el ejemplo de los demás, pero nunca podrán ser sustituidas nuestras propias conclusiones... Por eso no existen instrucciones para vivir. Sólo es saber elegir dentro de un marco de obligatoria libertad que con gusto debemos asumir sin condicionamiento ni controles externos, característica esencial que detentamos los seres vivos”


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