La corrupción mata a algunos
y le da vida a otros


Por supuesto que existen nichos de corrupción dentro del Estado al igual que existen nichos de corrupción en el ámbito privado. El dilema que pretenden instalar los interesados en pos de colocar uno sobre el otro son los fondos que se utilizan para dichas operaciones. Es allí en donde radica el mayor de los sofismas, el más grave de los embustes. ¿En cuántas operatorias de corrupción enquistadas dentro del Estado intervienen intereses privados (en todas ya que dicha conducta siempre tiene destino particular) y al mismo tiempo cuántas de las operatorias de corrupción dentro del ámbito privado se realizan embaucando al Estado? Por eso me llama poderosamente la atención que sobre el dilema de la corrupción todavía tengamos una postura defensiva, como aceptando que es de mayor gravedad una sobre otra, cuando en realidad rompe a los ojos su simbiosis. Dinero público y dinero privado curiosamente parecen provenir de distintas canteras sociales a la vista de las clases medias.



La “Corrupción Mata” es el eslogan que más circula por el universo opositor. La frase, por cierto incompleta, la deberían sincerar. “Para nosotros la corrupción estatal a favor de privados mata, la corrupción privada que perjudica al Estado, no”; hasta ahora no observo que nadie ponga en tela de juicio a este último formato. Cuestión que, desde lo eminentemente ético, pondría las cosas blanco sobre negro y nos permitiría adentrarnos en temas puntuales de modo desnudar racionalmente si tal dilema es cierto. Por ejemplo cuando nos topamos con las operaciones financieras realizadas por decenas de empresas y empresarios privados con relación a las acciones de las AFJP y su posterior fuga de divisas.



En la película El Padrino hay una escena extraordinaria que deviene luego de doble asesinato que materializa Michael Corleone (Al Pacino) y que efectiviza en el restaurante Louis dejando sin asunto a uno de los competidores territoriales (El Turco Sollozo) y a un Jefe de policía corrupto (Jefe McCluskey). Los Corleone diseñan una estrategia de pinzas utilizando a políticos adherentes y a los medios que manejaban para exponer la desdorosa imagen del Jefe de Policía asesinado, funcionario que hasta hace poco tiempo era sumamente beneficioso para todo el clan. De ese modo se tapa un asesinato develando operatorias de corrupción públicas. Así y por medio del poder comunicacional surte efecto el desinterés social en función de hallar el responsable por la muerte del funcionario. Inclusive, temo sospechar que no existe espectador que no haya justificado la conducta del “bueno” de Michael.



Los eventos de corrupción que conocemos públicamente siempre son disparados por el formato del “mal vuelto”. Alguien que quedó fuera del negocio o que no recibió la parte que según a su entender merecía comienza a filtrar datos operativos a periodistas de modo enviar mensajes directos a todos aquellos que lo dejaron a la vera de las rentas. Esta metodología también es muy utilizada para la eliminación de competidores, sean políticos o empresariales.



¿Pero los eventos de corrupción qué no conocemos, también matan? Hablo de aquellos en los cuales todos sus actores muestran conformidad. Cualquiera que trabaja en una entidad bancaria sabe de lo que hablo, sobre todo los gestores que desarrollan tareas en sectores de contrataciones y contables con relación a las estrategias de imputaciones. La elusión y la evasión son moneda corriente en esos ámbitos, cuestión que cientos de miles de personas de clase media saben, practican y desarrollan con inestimable esmero institucional, aún siendo estas entidades agentes de retención. Disfrazar gastos por inversiones es una operatoria que por infantil y por sencilla no deja de ser corrupta. De ese modo no ingresan a las arcas estatales divisas determinantes a favor de la educación, la salud y la seguridad y demás incisos que la propia clase media reclama, cacerolas mediante, como deficitarios.



La corrupción, mientras mata a algunos, le da vida a otros. Mientras la corrupción mataba a los titulares de Papel Prensa le daba vida a Clarín y a La Nación, mientras la corrupción mataba a empresarios les daba vida a los que se quedaban con sus empresas, mientras la corrupción mató a miles de cables zonales le dio vida al monopolio...



La corrupción pública es el gran sofisma que los opositores utilizan con el objeto de minar al Gobierno Nacional. No estoy diciendo que no exista corrupción dentro de él, lo que deseo dejar en claro es que no es privativo del oficialismo y que tal fenómeno está inserto en toda la sociedad, pública y privada. Aquella que solemos exponer con virulencia a modo de editorial política es la que exhibe nuestra real intencionalidad.



A fines del año 2000 tuve la oportunidad de desarrollar funciones laborales en el departamento de logística de un importante banco español, lo hacía como comprador y a la vez cumplía las veces de auditor de modo cortar todo circuito de corrupción interna. Por entonces una de las inversiones que se realizó fue una oficina de Banca Privada (offshore) en Caimán en donde los clientes destacados de la entidad, tanto de la banca personal como de la banca empresarial, tenían la posibilidad de trasladar sus fondos apretando una simple tecla. Ya por aquellos años trasladar valijas hacia el exterior constituía una soberana estupidez. Vale decir, fuga de capitales institucionalizada. Recuerdo que cuando pregunté sobre el asunto uno de los Gerentes me contestó que dichas bancas offshore eran moneda corriente dentro del sistema financiero. Cuando cuestioné su legalidad dicho funcionario fue simple y contundente: “No sólo depende de quién lo hace, también depende de la coyuntura política y los rigores que exhibe el BCRA. En ese sentido la ética no existe. Los primeros que derivamos somos nosotros y más en este momento”. El tipo, hombre profundamente de derechas, terminó diciendo: “Si me preguntás individualmente me parece una soberana porquería de cara al perjuicio que le ocasiona al país, pero el capitalismo moderno propone este tipo de operatorias y convengamos que somos un país capitalista periférico exportador de divisas aunque muchos crean en eso de que somos el granero del mundo. Lo que más exportamos es guita. Si te digo la cifra que los Argentinos han fugado al exterior en estos tres últimos años te encontrarías cómodamente con un par de PBI”. (Hablo del año 2001)



Dicho esto y recordando nuestra recientes crisis hablar de corrupción mueve a risa. Mientras importantes corporaciones fugaban capitales al mismo tiempo se endeudaban, compromisos que poco tiempo después fueron licuados y que hoy forman parte de nuestra deuda externa colectiva. Bonos que luego ellos mismos adquirieron a precio vil y que hoy reclaman al ciento por ciento de su valor a través de los mal llamados fondos de inversión.



Como se puede observar la corrupción siempre mata a los mismos y siempre beneficia a los mismos. Mata y da vida al mismo tiempo. Claro, el problema radica cuando no alcanzamos a percibir que aquellos que nos han matado y nos matan todos los días desde hace décadas son los mismos que crecen y se reproducen gracias a ella y que a través de shows mediáticos periodísticos nos intentan convencer que son los que luchan en su contra. Debemos ser una sociedad cubierta por una buena porción de pelotudos para entregarle nuestras confianzas a semejantes hijos de puta. Tipos que no sólo manipulan nuestras heridas reales, cicatrices que ellos mismos provocaron, sino que además so pretexto de un falso republicanismo también conspiran contra sus instituciones democráticas. Ayer por la noche Michael Corleone, quién al igual que Lanata - nadie le quitará lo que hizo, pero nadie le podrá quitar lo que actualmente es - de héroe se transformó en mafioso, volvió a asesinar, el revolver no estaba en el baño, pero es lo de menos, la familia se encargará eficientemente de licuar el homicidio, el espectador sabrá justificar el crimen casi inocentemente. Y digo casi debido a que nadie bajo estas circunstancias es del todo inocente. 

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