El político destituyente no hace otra cosa
que preparar su futura destitución
...los Topos de la política 
... y un comunicado infantil



Para el presente análisis deseo aclarar que dejo de lado a todos aquellos que militando responsablemente dentro de estructuras políticas partidarias se manifiestan desde posturas opositoras concretas presentando al mismo tiempo alternativas de gobierno tangibles que incluyen programas, proyectos y propuestas. Entiendo que alguien que milita dentro de un esquema político no puede lacerar bajo ningún concepto su campo de acción. Sería como plagar de baches el camino que desea transitar. Parece mentira, pero hay ciudadanos que definiéndose individualmente como políticos lo hacen. Dejo también de lado a aquellos que sienten identificación política por determinadas ideologías y que no se perciben representados por ninguna estructura, pero que a poco de rascar uno se da cuenta que exhiben firmes convicciones y conocimientos sobre de qué se trata la gestión política.



¿Qué es la participación política?

-          ¿Salir a manifestarse a la calle?

-          ¿Denunciar un hecho de corrupción?

-          ¿Pintar una escuela?

-          ¿Colaborar en una colecta debido a una tragedia?

-          ¿Escribir una nota en un blog?

-       ¿Administrar una entidad intermedia comunitaria con identidad política definida?

-          ¿Acompañar en actos partidarios?

-    ¿Confeccionar y o firmar un comunicado para tal o cual agrupación?



Se me ocurre que el concepto participación tiene íntima relación con proponerse desde la individualidad como opción dentro de un colectivo político determinado, en el lugar que ese colectivo político establezca democráticamente. Vulgarmente se la puede definir como ponerle el cuerpo a las ideas. Los items mencionados, sin bien son muy importantes en cuanto al compromiso social, no resultan per se como definitivos para acercarnos al concepto de participación política concreta. Participar activamente en política no es otra cosa que “ensuciarse en su barro” corriendo los riesgos de ser discutido, debatido y hasta malversado.



Al mismo tiempo uno puede participar en política o creer que participa en política desde la no política, y es aquí en donde encontramos el peor de los mensajes. Son los personajes a los que me quiero referir. Los que practican todos los items antes enunciados pero que lo hacen plagando de baches el camino. Me atrevo a definirlos como los “topos” de la política...



Prescindir de las causas y los efectos, desvirtuar la historicidad, irrespetar la voluntad popular, desconocer la complejidad que encierra la administración de bienes públicos, no tener real dimensión sobre el funcionamiento operativo de una sociedad es lo que lleva a esta suerte de topo a convertirse en destituyente debido a que debilita el significado y el significante de la política poniéndola en un segundo plano con relación a sus obsesiones y conjeturas.



El hombre que participa o que participó  de manera concreta conoce de dichas complejidades, en consecuencia comprende, tiene en cuenta que siempre está a merced del error. Por eso es muy fácil reconocer a aquel tipo consciente que se preserva para sí el derecho de la duda inteligente de aquel que a boca de jarro vomita lo primero que le viene a la cabeza.



Hace pocos días, haciendo algo de catarsis con un compañero de ruta, nos preguntábamos cuánto de participación política tiene escribir en un blog cuyas definiciones al respecto son contundentes. No hay duda que la difusión pública de ideas y conceptos políticos con nombre y apellido es una forma de militancia tangible. Proponer una publicación alineada a un proyecto político determinado es toda una definición individual, íntimamente relacionada con un colectivo definido. Mi compañero sostenía que si esta actitud no estaba acompañada por la “brutalidad del cuerpo” resultaba insuficiente. Bueno es destacar que en ocasiones dicha insuficiencia no es responsabilidad propia y se deba a múltiples razones sencillas de detectar. Si como dijimos, el concepto participación tiene íntima relación con proponerse desde la individualidad como opción dentro de un colectivo político determinado, convengamos que colocarse cómodamente delante de un ordenador era percibido por mi amigo militante como ciertamente acotado. Cuestión que terminó en una virulenta discusión, energía que sólo pudo ser aplacada por un “patero artesanal” . Esa lucha del ser político no es solamente de cara a sus antagonistas, además debe ser dentro de su propio espacio, con sus camaradas.



En estos días un documento publicado por la Juventud Radical de Coronel Dorrego (ver El Fusilado: “Resulta que en plena resistencia al avasallamiento de la república, nos venimos a  enterar que un cuadro lo baja cualquiera, y que ese cualquiera, es un dictador”),  rendía sus merecidos homenajes al histórico juicio a las juntas asesinas durante el Gobierno del Doctor Raúl Alfonsín. Una frase incluida en el mismo,  acaso desafortunada, diría que sometida por los tamices de la antipolítica, sentenció de modo grotesco que “un cuadro lo baja cualquiera”. Por fuera de las decenas de respuestas y argumentos que se puedan dar sobre semejante afirmación lo delicado de la cuestión es que esta agrupación que se presenta como alternativa política intentar solapadamente desvirtuar y minimizar un evento político concreto, vale decir, ahueca su propio campo de acción so color de imprimirle a aquel otro hecho político, por comparativa, un virtuosismo redundante. No existe nada mejor que correr el eje de la discusión para minimizar aquello que deseamos destacar.




Todos sabemos que aquel acto de bajar los cuadros por parte de Néstor Kirchner se constituye como el “evento símbolo” de una política de derechos humanos que desde la praxis supera largamente el suceso en sí: Me refiero al reconocimiento político de Madres, Abuelas, H.I.J.O.S y demás organizaciones que durante años laboraron en soledad a favor de la memoria, la verdad y la justicia, me refiero a la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que automáticamente dejaron sin asunto a los indultos promulgados por Carlos Menem, me refiero a la motorización de los juicios por la verdad y al centenar de implicados condenados, me refiero a penetrar la cerrada red de complicidad civil y sus negocios, dilema que actualmente coloca a un intocable como Blaquier en los estrados judiciales. Como bien afirma Antonio El Mayolero en uno de los comentarios, nada menos que un tal Martínez de Hoz murió bajo prisión domiciliaria y me atrevo agregar que Jaime Smart jamás volverá a festejar navidad fuera de  prisión.



Dicho esto podemos observar cómo dentro de la política existen actores que se abrazan a la “antipolítica” exhibiéndose subrepticiamente como alternativa política ante la sociedad. Y no es un mero juego de palabras. Lamentablemente los chicos radicales locales han abrevado en las inciertas cloacas de Sanz, laberintos, por donde según él, circula el juego y la droga vía AUH. El mismo sujeto que sueña con un negro devenir para poder acceder al poder. Dirigentes que ante la falta de agenda o ante la debilidad de sus propias convicciones sostienen descaradamente intereses y relatos de terceros. Discurso plagado de falacias y de descuidos históricos.



Vamos a invertir el dilema: ¿Se puede acaso desconocer el valor político – por fuera de lo jurídico – que tuvo el Juicio a las Juntas? De ningún modo. Podemos discutir lo que luego sucedió, aquellos quebrantos seguramente no deseados por Raúl Alfonsín y que sin embargo tuvo la enorme valentía para hacerse cargo aún sabiendo el precio político que iba a pagar. Obediencia Debida y Punto Final también fueron decisiones políticas en el marco de una coyuntura, disyuntivas que son imposibles de analizar si no tenemos en cuenta aquel momento histórico. Si bien Don Raúl había logrado un apoyo electoral inédito para el Radicalismo no es menos cierto que la democracia estaba bajo la tutela de los poderes fácticos. De modo que poco favor se le hace a la política cuando se intenta degradar a personas que le pusieron el cuerpo a sus convicciones (Llámense Alfonsín o Kirchner) aún debiendo gestionar en el marco de sociedades escasamente comprensivas y ciertamente influenciables por las corporaciones dominantes.



Los políticos y agrupaciones que denuestan los actos políticos no hacen otra cosa que agregarle cemento y cal a la pista en donde aterrizará el avión de su futura destitución. Y es una picardía que gente joven ingrese tristemente dentro de ese juego. Tanto el juicio a las juntas como las políticas de DD.HH del actual Gobierno Nacional son dos eventos políticos e históricos insoslayables de la contemporaneidad. Minimizarlos no es otra cosa que militar a favor de la antipolítica. Actitud llamativamente curiosa por parte de sujetos que se sienten o por lo menos intentan formar parte de la praxis política.


Comentarios

  1. http://la-borrego.blogspot.com.ar/2013/04/la-balbin-se-mete-en-la-discusion-sobre.html
    La verdadera voz radical...

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