Grandes Mujeres de la Historia
Silvia Bleichmar



1944-2007

Promediando el año 2002 la psicoanalista y politóloga Silvia Bleichmar analizaba la realidad Nacional plasmando sus pensamientos en un texto fundacional titulado Dolor País. La entrevista que a continuación presentamos fue realizada en aquellas épocas por el periodista Héctor Carignano. En ella son incisos fundamentales el dilema de la esperanza y el optimismo, la reconstrucción de la identidad nacional, el poder real y su antagonismo con el colectivo, los modos de resistencia, la culpa y la responsabilidad... Más allá de algún desacuerdo nos hablaba por entonces de un país urgente, por encima del posible y del que queremos. Me atrevo afirmar que esa lectura adecuada que hizo el Kichnerismo sobre la urgencia es lo que nos ha permitido salir de una inercia que allá por el 2003 parecía inexorable.


Silvia Bleichmar, doctora en psicoanálisis de la Universidad de París VII y docente en universidades de Argentina, España, Brasil, Francia y México. Además de libros vinculados al psicoanálisis, ha publicado numerosos artículos en periódicos y revistas especializados del país y del exterior, su libro "Dolor País", se ha convertido en un éxito editorial, va por su cuarta edición, fue escrito después de los acontecimientos del 20 de diciembre de 2001, y la caída del gobierno de Fernando De la Rúa.

Silvia Bleichmar integra el movimiento cultural Movimiento Argentina Resiste (MAR), que plantea como eje central, el rescate de espacios para repensar el país y desarrollar las bases no sobre qué país es posible, sino qué país es necesario. Desde su libro nos dice: El "dolor país", como el "riesgo país", se mide también por una ecuación: "La relación entre la cuota diaria de sufrimiento que se le demanda a sus habitantes y la insensibilidad profunda de quienes son responsables de buscar una salida menos cruenta".
En diálogo con Colsecor Revista, sostiene que en la Argentina de hoy es imposible gobernar si no se limpian las mafias, y analiza las consecuencias que tiene para la construcción de la identidad el reiterado fracaso en los intentos de apropiarnos del país y su relación con las patologías de la sociedad argentina.


Al referirnos a nuestro país, es bastante común decir "este país". ¿Qué significado tiene para Ud. esta forma de mencionar al país?


Pienso que al escuchar esa frase, sentimos que nos avergüenza. Yo he pensado mucho en esa frase, he pensado por ejemplo que si nosotros tenemos que reconstruir la identidad después de este proceso de devastación, esa identidad ¿dónde está sostenida? . Algunos proponen sobre la combinación de razas, historia, indígenas, europeos y demás, o bien tiene otros articuladores. Mi impresión, después de darle muchas vueltas al tema, es que una de las cosas más dolorosas que ha pasado en Argentina es que nosotros nunca pudimos ser dueños del país, que la idea de "este país" no tiene que ver con que estemos en tránsito, sino que cada vez que intentamos apropiarnos del país, de alguna manera fuimos derrotados en ese intento de apropiación. Por ejemplo, si tomamos la Revolución de Mayo, si bien es un proceso fundacional, los ideales de la Revolución de Mayo se pierden. La primera Constitución en el proceso de organización nacional de 1850, queda vaciada de contenido en sus posibilidades históricas a partir de la forma en que el país se vuelca a la producción agro-ganadera hacia el exterior y el resto de la población queda entre los propietarios latifundistas y los ingleses. Ni qué hablar de lo que ha pasado en la historia reciente, cada vez que intentamos apropiarnos del país hemos sufrido una derrota; por breves momentos nos hemos sentido dueños del país, pero en general terminan con formas de vaciamiento o directamente de aniquilamiento de los movimientos históricos que pretenden adueñarse del país. Si tomamos el momento en que los inmigrantes llegan a Argentina, es mentira que nosotros teníamos los mismos índices de posibilidades que Australia, nosotros teníamos la tierra ocupada, teníamos una economía totalmente distorsionada y capturada, por lo cual yo creo que la frase "este país" no es el efecto de la falta de amor de los argentinos a la patria, es el efecto de una sensación compartida de que la patria nunca terminó de ser nuestra, nunca pudimos, de alguna manera, definir su destino, nunca pudimos sentir de que dependía de nosotros lo que le ocurría. Y en los breves momentos en que sentimos que dependía de nosotros, se nos desmintió, se nos dijo: esto no es así, este país no es de ustedes, este país es nuestro y ustedes están acá para habitarlo sin poseerlo.


La nuestra, ¿es una crisis interminable?


Creo que a esta altura ni siquiera es una crisis. Las crisis tienen momentos de salida, momentos de recomposición, y nosotros tenemos un proceso serio de depredación, de vaciamiento del país. Las crisis son momentos y no se definen solamente por el tiempo que transcurre en el interior de una crisis, sino por los períodos que lo enmarcan y nosotros estamos en una situación de desconstrucción del país desde hace muchos años, no sólo a partir de épocas militares. De manera que creo que nosotros no tenemos una crisis, no es que se va a salir de la crisis: o refundamos el país o nos quedamos sin país.


Lógicamente, las consecuencias de este proceso de destrucción son muy graves para la sociedad. Usted habla de las patologías de la sociedad.


Existe un exceso de malestar, lo que yo llamé el malestar sobrante en la sociedad argentina, que no es el malestar normal que paga cualquier sujeto por las cosas que tiene que ceder por vivir en sociedad, sino que es un sobremalestar, un exceso de malestar que se manifiesta de múltiples formas, entre otras, por procesos que van desde la desesperanza a la desesperación. Creo que es mucho más grave la desesperanza que la desesperación, porque la desesperanza es un momento de profundo abandono de todo enfrentamiento con las condiciones actuales para transformarlas, mientras que la desesperación es tal vez un momento duro de toma de conciencia y de rebeldía frente a las condiciones dadas.


Una de la características de mucha gente, es sentirse culpable ante esta situación. Usted marca una diferencia entre culpabilidad y responsabilidad.


Así es. Indudablemente la mayoría de los habitantes del país no somos culpables. Cuando decían "somos todos culpables de lo que pasó durante la dictadura", era una coartada para esconder a los verdaderos culpables. Eso no es verdad. "Somos todos culpables por haber permitido que ocurra lo que ocurrió", "somos todos ladrones" ; mentira, no somos todos ladrones: hay ladrones, hay corruptos, hay inmorales, hay decisiones políticas que son inmorales sin ser necesariamente corruptas. Por ejemplo el pacto de Olivos es profundamente inmoral, sin ser corrupto; mientras que las cuentas por coimas y las alianzas con las mafias son profundamente corruptas y delictivas. La responsabilidad, a diferencia de la culpabilidad, es el reconocimiento de que hemos dejado en manos de otros acciones que nos lesionaban profundamente. En ese sentido somos responsables pero no culpables; esta diferencia permite pensar, por un lado, que no tenemos que sufrir años de castigo por la culpa de lo que hicimos, esta es una imagen que quieren dar los verdaderos culpables. Cuando O´Neil dice "Argentina tiene que sufrir más todavía", es una propuesta de castigo que en la medida que uno se siente culpable, la acepta. La culpa es un proceso de desmantelamiento de toda resistencia, pero al mismo tiempo somos responsables, vale decir, tenemos que hacernos cargo de lo que hemos permitido.

Ud. habla en su libro de la "banalidad del mal", aplicada a un ministro de economía.


- La banalidad del mal es una expresión de Hannah Arendt, que ella acuña para mostrar la forma con la cual una enorme cantidad de gente se prestó, durante la Alemania Nazi, a cumplir tareas aparentemente burocráticas, pero que en realidad producían crímenes impensables para la humanidad. Hoy esta "banalidad del mal" se muestra en la indiferencia con la cual se manejan las cifras que llevan a la destrucción y a la muerte a una enorme cantidad de gente, a la miseria.


Sin que esto tenga significación para quien lo produce.



Exactamente, sin intención de hacerle mal al otro. Está basada en la indiferencia, la posibilidad de realizar una acción de destrucción sin la menor compasión, porque la víctima ha dejado de ser nuestro semejante. En la Argentina de los últimos diez años se ha intentado convencernos de que no había otro camino que tirar al río a la mitad de la población, para que se salvaran los que lograban sobrevivir.


Una de las consecuencias que ha tenido este proceso de destrucción social es la "des-identificación" como un proceso subjetivo. Daba usted como ejemplo la afirmación de un desocupado que dice, "soy desocupado", en lugar de "estoy desocupado".


Exactamente, ya no soy un trabajador de esto o de lo otro, entro en la categoría de los sin trabajo, como una forma de identidad negativa, no me defino por lo que soy sino por el negativo, es una forma de des-subjetivización, salvo cuando esta forma se transforma en modos inclusivos nuevos, por ejemplo, las organizaciones de trabajadores desocupados, o la forma piquetera.

La forma piquetera es claramente una forma de re-subjetivización o de resubjetivación, donde una identidad en negativo se transforma en una identidad en positivo. Es un sector social en lucha, no un grupo de excluidos que ya no son trabajadores, salen del par "trabajador/desocupado" para entrar en el par "trabajador/peleando por mis derechos".


Esto es un ejemplo de resistencia.


De resistencia de la subjetividad inclusive, hay múltiples formas que son muy impactantes. Hace unos días me preguntaron que si no estaba mal que los piqueteros llevaran a los niños a las marchas, o al piquete, yo decía que son formas de la recomposición de la identidad y de la perspectiva de futuro. A nadie se le hubiese ocurrido que el 25 de mayo de 1810 estaba mal llevar a los niños porque llovía. Los niños de piqueteros no tienen dónde estar en su mayoría, viven en lugares precarios, a veces comen mejor en la olla compartida en el piquete que en la casa. El piquete no es solamente un lugar de resistencia, es un lugar de recomposición. Creo que hay múltiples formas de recomposición de la identidad en Argentina, constantemente tenemos modelos. La forma en que los docentes toman a su cargo el mantenimiento del nivel educativo, el modo en que se recuperan espacios públicos para transformarlos en lugares de debates y de impartimiento de formación, ciertas formas de trueque, formas de comercio paralelo, son todas formas de resistencia de la subjetividad.


¿Cuál es su posición frente a la consigna "que se vayan todos"?


- Creo que es una frase, un grito de guerra, no una propuesta política. En primer lugar, alguien va a tener que estar, indudablemente tienen que cancelarse los mandatos y debemos producir un acto de recomposición de país, hay que refundar la nación. Pienso que debemos diferenciar a la "corporación política" de la necesidad de que existan la política y los políticos. Lo que en realidad importa es que los que se queden, tengan derecho moral e idoneidad de ejercicio de las acciones políticas para poder hacerlas y que además exista la posibilidad de incorporación de múltiples personas que durante este tiempo se han estado formando en las luchas sociales en el marco de la política.
Es la maquinaria política la que hay que cambiar, no sirve para nada que se vayan todos y siga funcionando este aparato político que es depredador, las formas de actuar de las mafias, el modo en el cual las mafias están infiltradas en el sector público. La maquinaria política, el aparato, ha triturado a gente valiosísima, entonces el problema no es "que se vayan todos", hay que transformar las condiciones de producción de la política que obstaculizan todo intento de fractura de la acción política corrupta.

Frente a este panorama, ¿Ud. se siente optimista?


Me siento esperanzada, que no es lo mismo. Optimismo es imposible tener, yo creo profundamente en las reservas de la sociedad. Tenemos una cultura de muchos años de trabajo y de conocimiento que se sigue manifestando permanentemente. Hay que evitar que se pierda, los tiempos nos apremian, en una generación podemos regresionar a niveles impensados. Tenemos ya situaciones laborales anteriores a 1930 y un proceso de destrucción de la escuela pública. Los tiempos apremian, pero tengo esperanza y confianza en que muchos de los que aún resistimos podamos evitar este desmantelamiento. Debemos pensar no en qué país es posible sino en qué país es necesario. Entre el que queremos y el posible hay uno que es necesario, para que 30 millones de Argentinos no queden excluidos de la historia. El país posible es el que a veces deja morir chicos de hambre y otras les da de comer, y el país necesario es el que conserva el nivel educativo, aún en estas condiciones porque tenemos capital simbólico acumulado de muchos años para hacerlo.

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