Liberalismo Radical
Declaraciones oscuras que finalizan
aclarando el horizonte ideológico
Javier González Fraga, en declaraciones
radiales, afirmó tener capacidad de inversión en sus empresas particulares con
“dólares blancos” y sentenció que no lo hace debido a que un dólar de cinco
pesos no es real. Estimó públicamente que su conducta, seguida por todos sus
asesorados, impacta directamente en el amesetamiento de la inversión
conspirando en contra de la producción, de esa manera, no es posible contener
los rangos de demanda actuales manteniendo de ese modo los actuales niveles de
inflación. Como solución propone “legalizar” el dólar ilegal para turismo y
operaciones financieras, de esta manera se descomprimiría la presión sobre la
moneda americana. Hasta aquí sus dichos en el programa de Nelson Castro...
La idea de un dólar comercial y un dólar
financiero no es novedosa sabiendo todos aquellos que pintamos canas como
termina tal receta -en un golpe de honestidad brutal, acaso un dejà vu: el
economista radical denominó a los actuales pesos como australes. Errata que
corrigió presurosamente con ayuda de su interlocutor-. Además de constituirse
como una devaluación de hecho, ya que al final del sendero todas las
operaciones corrientes sólo aceptarían el dólar financiero como variable cambiaria,
el mayor flujo se destinaría al circuito especulativo propiciando un sistema de
compra y venta entre ambas cotizaciones en donde el sector cambista volvería a
dominar la escena económica de país como en los “buenos” tiempos de Martínez de
Hoz: Fuga de capitales, endeudamiento privado a favor de dicha especulación y
la posterior licuación de esos pasivos constituye para estos sectores el mejor
de los programas económicos. Como resultantes colaterales la precariedad de la
producción nacional, la apertura indiscriminada de las importaciones y el
impacto directo a los salarios mediante la vía de la desocupación finalizan con
la pretenciosa recomendación. La reducción de los costos (estancamiento
salarial) y la baja del gasto público, completan la minusválida idea de un
eterno retorno. Disyuntivas que todos los trabajadores de nuestra Patria
deberíamos atender cuando tales conjeturas se presentan como inocuas.
Varias cuestiones de índole político se
desprenden con relación a las afirmaciones de G. Fraga. Primero es el escaso
interés que exhibe la burguesía nacional dominante en pos de favorecer un
proceso industrialista e inclusivo, aún habiendo obtenido excelentes rentas.
Dilemas históricos que evidentemente estos sectores resuelven mediante
presiones financieras y recortes. Ganar igual o más teniendo menos trastornos
operativos sin tener que lidiar con las cargas impositivas devenidas del
trabajo formal (aportes patronales). Como segundo inciso el develado intento de
finalizar con el presente modelo en donde el valor agregado nacional y el
consumo interno proponen motorizar el proceso inclusivo, tratando de colocar
nuevamente a la economía por delante de las políticas sociales. Como tercer
punto y en directa relación con los dichos del economista la enorme incidencia
que tienen estos sectores en la inflación, sobre todo en la banda de los
insumos básicos. Por un lado el Gobierno propone consumo, por el otro las
corporaciones monopólicas retacean producción utilizando como pretexto una
variable tan ilegal como manipulable, el resultado no puede ser otro.
González Fraga, desde una supuesta
tribuna nacional y popular, procede y asesora en consecuencia, de modo que
nadie se llame a engaño cuando desde el presente algunos oficialistas nos
atrevemos a inferir que no existe fuerza opositora comprometida con el actual
proceso inclusivo, menos aún se perciben propuestas que potencien y mejoren lo
realizado. La vía crítica justamente va por las antípodas, un regreso
permanente al antiguo modelo exclusivo y ligado a los poderes financieros y
corporativos. Los dichos de Fraga no
hacen otra cosa que darnos la razón ratificando tristemente cuál es el rostro
progresista y socialdemócrata del radicalismo contemporáneo.
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