Me defino como un Nacional, Popular
y Diabético
“La diabetes es una enfermedad que golpea
a los sectores de mayores ingresos debido al sedentarismo y a cierta propensión
a las comidas que poseen los segmentos más acomodados de la sociedad”,
sentenció Cristina. Sospecho que habrá contado con estadísticas ciertas para
afirmar dicha tendencia. Quién suscribe es un diabético “tipo 2” nacional y
popular, lejos estoy de pertenecer a la franja que nuestra Presidenta describe,
de todas formas entiendo que no le falta razón a sus dichos más allá de que mis
padecimientos devengan de una genética paternal inexorable. De algún modo todas
las enfermedades tienen un correlato genético (el “obvio” enunciado por
Cristina resume la idea), pero también existe una gran porción de pacientes que
adquieren enfermedades producto de sus hábitos, usos y costumbres. La diabetes
no escapa de la generales de la ley, cuestiones que luego derivan en su prole.
Estimo que sus datos se desprenden de aquellos pacientes que adquirieron la
enfermedad sin haber tenido antecedentes familiares determinantes. Algo similar
ocurre con ciertos estudios que se realizan con relación a la obesidad.
La diabetes es la resultante de una
descompensación química interna, heredada o adquirida. En líneas generales y
sin entrar en engorrosos detalles es la escasa producción de insulina que tiene
el páncreas. La insulina es el agente regulador que en cantidad necesaria debe
naturalmente metabolizar los azúcares en sangre. Cuando falta insulina la
glucosa no alcanza a metabolizarse provocando esa invasión trastornos en todos
los órganos del cuerpo. Debido a esto el
diabético no puede donar sangre ni órganos, sus tratamientos relaciones con
padecimientos usuales (gripes, tos, resfríos, etc) son distintos a los del
resto y su condición debe ser mencionada ante cada instancia, desde un simple
seguro hasta el registro de conductor.
Pero no me quiero detener demasiado en
las discutibles declaraciones de Cristina. Deseo incluir como disparador, acaso
de prepo, los padecimientos de un enfermo crónico – la diabetes no se cura –
dentro de un colectivo social en donde aún la salud no ha sido repensada.
Tratar de evitar que la diabetes no te
humille físicamente o te mate es muy caro y sus costos no están contemplados
dentro del modelo médico hegemónico. Algunas obras sociales cubren el sistema
de control individual (bandas analíticas)
pero sólo para pacientes “tipo 1” (etapa de mayor gravedad) y con
restricciones. En la actualidad el costo de cada tirita oscila en los siete
pesos por lo que un control diario implica $ 210 al mes. Debemos añadir a este
gasto la medicación regular, inyectable o por medio de comprimidos, un régimen
de comidas que incluyen productos extremadamente onerosos por limitados, tiempo
material para evitar el sedentarismo y una batería de análisis anuales que
ratifiquen o rectifiquen el grado de avance de la enfermedad. Simplemente, a
modo de ejercicio, les pido que cuando vayan a sus expendios habituales
recorran las góndolas de productos específicos y constaten in situ lo mencionado.
Deseo enfatizar que lamentablemente tanto
el paciente diabético como el celíaco “deben” pertenecer a las franjas más
acomodadas para poder vivir con cierta normalidad. Quién no tenga suficiente
poder adquisitivo tendrá vedada su posibilidad de controlar la complicación,
razón por la cual la enfermedad avanzará inexorablemente hacia patologías mucho
más complejas y en consecuencia extremadamente gravosas.
Entiendo que lo relatado por Cristina
puede resultar interesante en tanto y cuanto pensemos y actuemos a favor de
aquellos que padeciendo la enfermedad no pueden afrontar económicamente el
tratamiento preventivo que implica mermar el impacto que tiene en el cuerpo el
avance del mal. Si nos quedamos con la parte por el todo no vamos a poder resolver
el dilema que encierra esta penosa y progresiva dolencia. Ser diabético es una
enorme carga individual. Además de lo manifestado, el grado de discriminación
que uno sufre es notable. No me refiero a la discriminación maliciosa sino a la
usual comodidad que sostiene una sociedad que no contempla ni incluye al
sometido por ciertas limitaciones de mercado.
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