Le han salido dos granos
al pomposo culo del chauvinismo
al pomposo culo del chauvinismo
(oficialista y opositor)
Horacio González y Martín Caparros
Mientras notorios políticos y analistas,
tanto oficialistas como opositores, tratan de apropiarse de la figura simbólica
del Papa, dos pensadores ubicados en claros antagonismos coyunturales aciertan
en acordar distanciarse de tal formato exponiendo versiones coincidentes al
respecto. Demás está aclarar que los dichos de Horacio González fueron los que
tuvieron mayor repercusión debido a dos razones: Primero al estado de
permanente debate interno y abierto que subyace dentro del kirchnerismo y
segundo debido a la manipulación mediática que hicieron de sus declaraciones
las corporaciones dominantes con el avieso fin de fomentar divisiones dentro
del Gobierno Nacional. Martín Caparros acaso haya sido más virulento en su
artículo publicado en el diario El País, sin embargo los medios del
establishment han preferido omitir sus apreciaciones de modo evitar fisuras
dentro del mundo opositor.
Ambos sostienen lo nefasto e inconveniente
que significa ponderar políticamente la figura vaticana. El titular de la
Biblioteca Nacional expuso con solvencia la impunidad con la cual se manejó la
cúpula eclesiástica no sólo durante la dictadura militar sino también desde los
tiempos de la proscripción jugando sin eufemismos en las distintas líneas
internas que luego enfrentaron al peronismo, sobre todo a favor del ala
derecha, guardia de hierro y su correlato paraclerical dentro de la triple A y
el ejército. González coloca a Bergoglio como quién cierra el dilema,
blanqueando la victoria final de la derecha clerical dentro del campo popular.
Muestra verdadera indignación con esa suerte de rendición incondicional del
oficialismo ante la figura jesuítica, cuestión que su honestidad intelectual no
le permite aceptar más allá de entender que el pragmatismo es la base
fundamental de la política moderna. En paralelo Caparros se coloca por sobre el
colectivo denostando cualquier tipo de superchería religiosa, atacando directamente
tanto a la figura Papal como a la institución vaticana. No sólo recrea su
despotismo y su formato feudal, adiciona a sus análisis las abyectas conductas
del pasado ligadas con las masacres más vergonzantes de la humanidad.
En el fondo de sus exposiciones ambos
coinciden que el aderezo religioso institucional (Caparros extiende más aún el
concepto al campo del hombre de a pie)) empobrece, enmohece el debate político y
más aún cuando se intenta solapadamente rendirle absurdas pleitesías al jefe de
la cuadrilla: Asumirlo como propio, adueñarse de su significado implica para
los pensadores un retroceso que puede resultar irreversible.
Los invito a repasar ambas exposiciones. La
disertación de Horacio González, en el marco de Carta Abierta, la pueden hallar
en el Blog Tirando al Medio de Gerardo Fernández, en la nota titulada: “El
Kirchnerismo y el Papa, peronismo/progresismo”; mientras que las afirmaciones
de Martín Caparros pueden ser visualizadas en su Blog Pamplinas del diario El
País, la nota se titula: “El Cuento del Buen Papa”
Deseo con sumo fervor aplaudir la actitud de
ambos intelectuales. No aceptan el pensamiento inicial, el entusiasmo
chauvinista y el sentido común aún sabiendo que las criticas más duras o la
directa invisibilización de sus opiniones partirán desde los supuestos
adherentes.
Hace pocos días afirmábamos desde este foro
sobre lo peligroso que implica insertar a la religión y a sus estructuras
orgánicas dentro del campo de la política. Hacíamos notar que mezclar el
discurso político con el religioso conspiraba en contra de la realidad
concreta, que acuarelizaba con una retórica artificial los verdaderos dramas
universales. El catolicismo orgánico nunca ha deseado terminar con la pobreza,
más allá de sus vacuas peroratas, sólo ha intentado domesticarla a través de la
caridad de modo reservarse su exclusiva propiedad. La caridad es una de las
características fundacionales para ejercer dominio; la solidaridad social, por
el contrario, excluye toda posibilidad de pertenencia, toda domesticación. Cada
avance en sentido solidario es un derecho que no precisa de intermediarios ni
albaceas.
El Papado es la institución orgánica y
política más antigua e influyente de occidente. Ha sido testigo y ha
participado activamente de la antigüedad imperial romana, de la edad media, del
feudalismo, de las conquistas de ultramar, de la revolución industrial, de la
modernidad, del capitalismo y de la contemporaneidad. ¿Alguien puede, de no
mediar el embuste de la fe, asumir que luego de casi dos mil años de monsergas
los pobres tendrán alguna chance de verdadera inclusión?.
¿Qué significado tiene ese cartel“Francisco
es un Papa Peronista”?. ¿Cuántos peronismos hay dentro del peronismo? Algunas
líneas internas existentes son bastante reaccionarias. ¿Dónde se ubicó
Bergoglio, dónde se ubica Francisco? ¿Importa acaso, y si es así, a quién le
importa?.
En varias ocasiones tuvimos la necesidad de
aclarar que adherimos fervientemente al Kirchnerismo sin ser peronistas, o en
todo caso somos peronistas en tanto y en cuanto el peronismo mantenga los
paradigmas políticos kirchneristas – en mayorías o en minorías -. Nuestra
militancia y disposición hacia el movimiento tiene límites ideológicos no
negociables, cuestiones relacionadas con convencimientos que nos sostienen
desde hace cinco décadas. No somos pan para hoy ni hambre para mañana como
muchos otros que diciéndose Kirchneristas abandonaron el barco por haber sido
“defraudados individualmente”. Bancamos el proyecto en tanto y en cuanto el
proyecto mantenga su esencia. En lo personal no comparto en lo absoluto la
intención de conformar una suerte de bloque político-religioso que observo en
algunos compañeros. Es probable y acepto como refutación el argumento sobre la
conveniencia política de tal intento. Pero me permito cuestionar en cuánto
puede afectar esa alianza conveniente y su relación con la esencia del
proyecto.
Nadie habla de confrontar ni mucho menos. Me
refiero a considerar al Estado Vaticano como un estado más dentro del mundo de
las naciones. Sería un error imperdonable darle un rango superior a los
designios pontificios relegando a un segundo plano la alianza regional con
nuestros hermanos de la Patria Grande. Hoy existen muchos interesados que
consideran tiene mayor relevancia política un encuentro entre Cristina y
Francisco que un encuentro entre Cristina y Pepe, o Dilma, o Rafael. Ojalá no
seamos tan inocentes ante las presiones de los desquiciados corporativistas
vernáculos, gestionalistas que intentan nos asumamos como topos y de ese modo
ser justamente nosotros los que conspiremos en contra de la unidad
latinoamericana.
Desde los medios dominantes sabrán explotar
y presionar sobre el dilema. Cualquier distancia con el Vaticano será
disfrazado como un ataque a los fieles, no tardarán en recordar los
cortocircuitos de Néstor con Bergoglio y hasta mencionarán los ataques a las
Iglesias durante los cincuenta. La oposición, en consonancia, apelará a las
contradicciones de la relación. Por eso, nos permitimos desde este espacio,
considerar que se hace imprescindible desarmar todo intento, ubicando
políticamente a Francisco en el mismo plano inevitable que ostentaba Benedicto
XVI: Lo más lejos posible de nuestros debates políticos cotidianos, evitando
sus citas, sus enmascaradas “virtudes” vaticanas y su supuesto mensaje
esperanzador...
Esperemos que los quilombos internos lo mantengan ocupado a don Pancho I. Por lo demás, envidio la mesurada reacción de Mujica. Los uruguayos nos llevan años luz de distancia en materia de laicidad.
ResponderEliminarCon internos me refiero a los líos vaticanos, claro está.
ResponderEliminarQue así sea Iris, que así sea... Amen
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