David Mulford
por derecha y por izquierda




Según Mario Cafiero y Claudio Lozano el Gobierno está manejando la cuestión de la deuda de modo ortodoxo al no investigar la legitimidad de la misma. Sostienen que el blanqueo realizado al negociar la totalidad estampó de forma concreta dicha intencionalidad. Según ellos el pago de esas obligaciones ha debilitado al Banco Central a tal punto que dicho raquitismo es la causa primordial de la inflación, y como consecuencia, del conflicto salarial debido a la depreciación de la moneda. En líneas generales cuando se suele correr al gobierno por izquierda se lo hace argumentando en función de lo que no se anima, cuestión bastante criticable cuando se trata de colectivos políticos que se encuentran por fuera de la responsabilidad que significa la administración pública. Básicamente los representantes del progresismo destacan que el ejecutivo ha quedado a mitad de camino entre su discurso y la praxis. Acaso nuestros amigos socialistas entienden que todos los desaguisados cometidos hasta el año 2003 deben investigarse y hasta que no se lleguen a conclusiones sólidas no se debería negociar absolutamente nada. En buen romance y evitando todo eufemismo: mantener un estado de default. (Costó casi una década salir de dicho estatus, parece que para algunos no ha sido suficiente tiempo)

Pregunta: ¿Quién legalizó lo que hoy se sospecha como ilegal? Tanto el Blindaje como el Megacanje como el desguace del Estado, como la convertibilidad fueron políticas del Estado Nacional, lamentables obligaciones de las cuales como colectivo nos debemos hacer cargo debido a que fueron avaladas por la sociedad de modo mayoritario, aunque nos pese admitirlo. Fueron nuestros representantes, elegidos democráticamente, los que aprobaron tales políticas perjudiciales, de modo que me resulta una supina banalización analizar los efectos sin tener en cuenta las causas.
Por el lado de la derecha, ésta afirma que el Gobierno sostiene políticas populistas de sesgo marxista que proponen aislarnos del universo de los mercados de capitales deshonrando por completo las obligaciones históricas. En este sentido el apartarse de los dominios del FMI, del Banco Mundial, de las Consultoras y demás entidades financieras globales constituye poco menos que un crimen de lesa humanidad. Para estos el Gobierno no se ha quedado a mitad de camino, sino que ha optado por un sendero nefasto. Si los anteriores estiman prudente omitir las causas de la coyuntura ni que hablar de los recientemente mencionados.

No soy de los que se afilian a pensar que si te critican por izquierda y por derecha significa que estás haciendo las cosas bien. Lo esencial es analizar con sabiduría los argumentos de ambos espectros para saber que proyección política podemos observar a partir de sus propuestas. Evidentemente Cafiero, Solanas y Lozano proponen volver a defaultear la deuda e investigar su génesis. La derecha regresar a las políticas de los noventa, recortar el gasto público, retornar al mercado de capitales y volver a colocar al Banco Central como simple institución de equilibrio financiero.
De algo podemos estar absolutamente seguros: las consecuencias sociales de ambas posturas.

¿Puede haber inversión genuina, de riesgo, que absorba mano de obra si volvemos al defaultear la deuda? ¿Quién termina pagando las consecuencias de esa falta de inversión? ¿Cuántos mercados que hoy adquieren productos nacionales que incluyen valor agregado se abstendrían? ¿No sería una forma solapada de enfriamiento del consumo interno y por ende de la macroeconomía?
Por otro lado, y como desea la derecha, si enfriamos la economía por otra vía, en esta caso recortando el gasto público ¿quién termina pagando las consecuencias de dicha nevisca? – sospecho que a esta altura del partido no es necesario aclarar qué significa bajar el gasto público –

Noto que por rutas distintas ambos espectros ven la necesidad de enfriar la economía como sana medicina que nos cure de la inflación. A mi entender si el dilema es inflación o desocupación no hay mucho por discutir. No observo la existencia de analistas que incluyan a los dos incisos al unísono. ¿Cómo se hace para bajar la inflación sin que dichas medidas impacten en el consumo interno y en consecuencia en el trabajo nacional? Hasta ahora nadie parece haber descubierto la fórmula. En medio de estas cuestiones el Gobierno, con envidiable cintura política, decide en función, no sólo de sus convicciones, sino también de lo posible haciéndose cargo de la historia reciente, como debe ser, como generalmente sucede en todas las latitudes, con errores y con aciertos, pero andando, tratando de evitar las brutales nevadas que generalmente suelen dejar congelados y a la vera del camino a los más débiles.

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