La
Concertación Argentina
...y
lo demencial que significa como estrategia política
exterminar al contrapoder popular
Los
horrores políticos que estamos presenciando del llamado Progresismo vernáculo
nos resultan incomprensibles para aquellos que durante toda la vida adherimos a
tales paradigmas. Entre lo probable y lo imposible se debaten los dilemas
políticos. ¿Creerán Solanas, Lozano, Donda o Binner qué sus intenciones de
máxima se pueden concretar lacerando los incipientes procesos distributivos e
industrialistas que desarrolla o cuando menos intenta desarrollar el actual
gobierno? ¿Creerán qué su lucha contra la Barrick o Monsanto se puede hacer
efectiva de la mano de la corporación liderada por Magnetto?. Su confusión
ideológica se vio reflejada como nunca cuando la resolución 125, ensayo que
tuvo la pretensión de acotar levemente los niveles de renta de la producción
sojera a favor de disminuir los gravámenes de los restantes insumos. Ver en la
actualidad que antiguas zonas trigueras, girasoleras y maiceras están
abarrotadas de soja explican que su lucha contra Monsanto y compañía resultó
por lo menos contraproducente. A la par la Barrick ha sembrado de publicidad a
todos los medios dominantes, en consecuencia el tema desapareció como
disyuntiva crucial.
El Radicalismo,
más allá de ubicarse en una interesante posición desde planos comunales, sabe
que muy lejos está de llegar a presidir el país de no mediar una alianza
concreta y programática que convenza a sus adherentes. El ala liberal del
partido mira con buenos ojos al Pro, de hecho ya está trabajando en el armado,
mientras que el ala progresista se debate en la construcción de un proyecto
político propio buscando un acercamiento con el Socialismo y demás agrupaciones
que el fracaso de la Alianza ha logrado potenciar. La izquierda dogmática,
dividida en no menos de diez expresiones y conciente de que la voluntad popular
no es lo suyo, intenta por un lado colar algún cuadro destacado, siempre por
vías colectoras, y por el otro hacer lo que hace siempre: cuanto peor, mejor;
tratando de dilucidar internamente quién se beneficia con tal política.
El
progresismo argentino, en solapada asociación, ha decidido como táctica 2015
entregarle el poder a la derecha de modo vislumbrar un futuro explosivo que le
permita hallar hacia el 2019 una puerta entreabierta a favor de sus apetencias.
En la actualidad el Kirchnerismo le lima a la centroizquierda una buena parte
de sus potenciales adherentes, eliminarlo supondría disponer de un campo fértil
susceptible de ser sembrado y abonado. Como si la política fuera algo tan
lineal como previsible. ¿Será tan sencillo suprimir de la memoria colectiva al
kirchnerisno? La derecha, por fuera de su cosmética, no ha podido hacerlo con
el Menemismo. Casi todos sus integrantes ostentan archivos lapidarios al
respecto. Corrijo la pregunta entonces y bajo esos términos ¿Se puede
considerar graciosamente el final del peronismo como movimiento de masas?.
Además y como añadidura quién puede inferir que una bisoña ola neoliberal no
finalice enamorando nuevamente a buena parte de la sociedad.
Vienen
a mi memoria la Comuna de París, la República de Weimar, la República española,
Salvador Allende y el Primer Peronismo. Procesos políticos populares minados
por los propios segmentos progresistas, corrientes políticas que colaboraron de
buena forma con las dictaduras posteriormente instaladas. Por eso no nos debe
extrañar el nacimiento de una nueva concepción política, por los menos a escala
nacional, la cual ubicaremos, acaso antojadizamente, dentro de la derecha socialista,
un modelo similar al llevado a cabo por la Concertación durante dos décadas en
tierras trasandinas.
Desde
los inicios de la década de los setenta Chile se ha presentado, dentro del
escenario latinoamericano, como tierra de ensayo para la presentación de
modelos políticos económicos (en este caso económicos y políticos, siendo no casual
el orden establecido) ligados a los poderes supranacionales. Tendencias que una
vez formalizadas desde la praxis resultan altamente gravoso modificar. A pesar
de que dicha Concertación gobernó durante veinte años no pudo, no estimó
prudente, o directamente no quiso modificar ninguna de las políticas
instauradas por la Escuela de Chicago sucursal Pinochet. La educación y la
salud se mantienen fuertemente aranceladas, las protestas continúan siendo
reprimidas violentamente por el cuerpo de Carabineros, los sindicatos
permanecen cooptados por las grandes corporaciones, el cobre perdura en manos
extranjeras, y el sistema previsional se mantiene administrado por resortes
privados. Dentro del modelo Chileno el estado no existe como motor de procesos
productivos, como actor económico, como interventor en contra de la inequidad.
Las fuerzas del mercado actúan como sujeto y objeto social, debido a eso no
interesan las ideas políticas, menos aún las mujeres y los hombres como motivo
político. Esta suerte de gatopardismo, armado bajo el paraguas del poder real,
permite que Bachelet y Piñera se observen como mera continuidad. En la práctica el actual Presidente no es más
ni menos liberal de lo que era la anterior mandataria. Fue un simple cambio de
gerentes operativos dentro de un poder supranacional absolutamente digitado y
dependiente. Pues ese es el modelo al que aspira nuestra derecha socialista.
Una “concertación antipopulista” que destruya la praxis política colocando en
su lugar meros gestionalistas al servicio de las corporaciones dominantes. El
pueblo, el Estado, como actor político, se va diluyendo a favor de una clase
dominante que tiene el preciso y precioso objetivo de transformar la cosa
pública en cosa privada.
Así
como cuestión distintiva nuestro país es propietario de una clase media que
cruza todos los horizontes ideológicos también poseemos un elemento que nos
hace incomparables a escala internacional: El Peronismo. Movimiento que también
cruza horizontalmente la complejidad de nuestros segmentos sociales. Todo
intento que hubo a favor de fagocitar voluntades peronistas terminó fagocitado.
No existe en Argentina agrupación política alguna con mayor voluntad de poder
que el Partido Justicialista, cuestión que cuenta y mucho cuando de
gobernabilidad hablamos. El Peronismo puede ser conservador, neoliberal,
desarrollista o distribucionista, eso dependerá de la coyuntura, lo que nunca
será es gestionalista. La política interna no se lo permite. Nadie tiene
asegurado su futuro dentro del movimiento presentando simplemente prolijos
balances y déficit controlados. La política cruza las vísceras de cada
dirigente que pelea por su espacio. A fuerza de ser sincero estimo que tal
dinámica conspira buenamente en contra del aburguesamiento dirigencial.
Los
medios de comunicación dominantes laboran muy duro a favor de aquella
construcción pseudoprogresista. Obra que se reserva severas falencias
políticas, ausente de pertenencia social y fácilmente manejable desde el poder
corporativo. Nada mejor para instalar un sistema similar al trasandino. La
observancia de los comportamientos de El Mercurio chileno y de los Grupos
Clarín-La Nación en nuestra Patria nos pueden acercar concretas simetrías.
Uno de
los esquemas que la Concertación exponía como falsamente virtuoso es la
limitación en lo que respecta a reiterar mandatos ejecutivos sosteniendo que la
mera discontinuidad política es un síntoma de salud institucional (a cada uno
le toca un rato). Curioso modo de interpretar la representación popular, visión
que se me ocurre muy acorde para un empleado administrativo, de ningún modo
puede concebirse para un político que desea potenciar políticas a favor de la
población. Este esquema propone una natural ausencia del líderes, pesos pesados
que sí tienen las corporaciones dominantes, de modo que la lucha política,
entre lo publico y lo privado, parte de falsas equivalencias. Justamente ese
obligatorio inciso fue lo que determinó que la porción más dura de la
Concertación abandonase la misma y le sirviese en bandeja el triunfo a Pineyra.
Se
suele afirmar que dentro de este tipos de esquemas las sociedades se encuentran
pacificadas más allá de las corrientes protestas que todo sistema político
tiene. Es lógico que así suceda y tiene su explicación: Si no existen pujas
económicas debido a que el Estado no tiene capacidad de respuesta, si los
asesinos de la dictadura no fueron juzgados, si las responsabilidades civiles
con aquel proceso no fueron observadas, si todo el ordenamiento económico y social
sigue como entonces, imposible que el conflicto sea visualizado. Claro que
existe, pero existe licuado, escondido, pisado, “pacificado”, acaso en estado
de espera.
En
nuestro Pago, dentro del esquema, da lo mismo Macri, Binner o Alfonsín. Como da
igual Del Sel, Ginóbili, Baldassi, Marengo, Mac Allister, ciudadanos que ni
siquiera sospechan de qué se trata el contrapoder y para qué es de utilidad
edificarlo y preservarlo. El único que desde el Estado tiene capacidad para
construir contrapoder es el Peronismo. Por eso, durante los noventa, cuando el
poder real logró tenerlo como aliado los resultados fueron devastadores para la
mayoría de la población.
La
Concertación Argentina está en marcha. Los medios, las corporaciones, algunos
dirigentes sindicales, sectores de la justicia y la oposición están trabajando
fuertemente para la eliminación del único contrapoder visible, el Kirchnerismo
(Peronismo confrontativo). Me parece que la pregunta que nos debemos hacer como
colectivo es la siguiente: ¿Sí con el contundente contrapoder emanado de las
urnas, el poder real se comporta como lo hace, imaginemos por un rato la
inexistencia de ese contrapoder democrático? Pues los noventa. Sociedad
adormecida, colectivo totalmente al margen de las decisiones trascendentales,
fiel e inocente contribuyente de todos los negocios armados bajo cuerda, sin un
Estado que lo asista, sin una justicia que lo ampare: La dictadura corporativa.
Recorrido ineluctable que parece haber seducido a nuestros iluminados
progresistas contemporáneos.
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