Jorge Lanata
...a mi no me contesta, no percibe mi existencia
y eso me pone loco
Hablo de ella todos los días, me burlo de
ella, le dedico mis peores frases e insultos, contrato imitadoras, no pierdo un
minuto de mi vida para denostarla y acusarla de cuanta cosa nefasta sucede en
el mundo. Hasta una carta le escribí cuando aquello del aniversario de Página
12, cuestión en lo que no tenía nada que ver, pero que de mucho me sirvió para
victimizarme, sin embargo no me da bola, la tipa ni me registra.
¿Acaso no comprende? ¿Cómo hago yo, Jorge
Lanata, si Jorge Ernesto Lanata, para explicarle dicha deshonra a mi ego?.
Resulta que ahora sale un boludito, más fachero por supuesto, actorcito
el tipo, debo reconocer que muy afamado a escala internacional, que nunca habló
de política ni denunció nada en su puta vida; el tipo dice dos o tres
pelotudeses que hace años se comentan, y ella le contesta. Si, boluuu, le
contesta con una dedicación y extensión que mi ego desearía, cosa que me pone
de la nuca. A mí no me dispensa una línea, ni un mísero twitter, ni un tirón de
orejas. ¿Qué debo hacer para que me mire, me odie, me conteste, sepa que
existo; no comprende acaso que soy el mayor exponente del periodismo nacional,
el dueño del prime time político? ¿No entiende que yo, si yo, Jorge Lanata, le
puedo hacer ganar o perder una elección? No me cierra qué circula por la cabeza
de esta mujer, hasta le vendí todas mis banderas a su peor enemigo, sin
embargo, nada... Para colmo tengo que laburar políticamente para gente que jamás
votaría, para tipos que la casa de Gobierno les queda enorme, para lo peor de
lo peor...
¡Qué linda estaba el otro día en
Indonesia!. Bueno, generalmente lo está y eso, en algún punto del dilema, nos
coloca en otro lugar dentro del concierto de las naciones. No es lo mismo la
observancia que nos ofrece su cautivante estética al momento de ver y escuchar
sus profundos discursos políticos en los estrados globales, que aquella
siniestra figura noventista, más cercana al homo hábilis y muy alejado del respetable contorno que debe portar un estadista
formado a partir de la conjunción de sus imprescindibles incisos.
Transparencias, hombros cautelosamente
visibles, cabello recogido, maquillaje moderado. Por más que no me dé bola debo
reconocer que la tipa es hermosa y brillante. No me quiero imaginar a los
espantajos de Sarlo y Walger dentro de ese vestido, menos aún intuirlo rendido
y deformado tras los cuajos de Lilita o Pato Bullrich, estirando esos delicados
lienzos de manera prepotente. Recuerdo cuando la Betty, en un artículo de La
Nación, sospecho que algo pasada de scotch, habló sobre la fealdad del
kirchnerismo. La vieja militante del marxismo está loca o cuando menos tiene un
concepto de la estética en donde su espejo hace tiempo le ha otorgado
agobiantes razones, acaso por cansancio, al igual que a los dementes.
En el fondo me jode no ser atendido, no
ser cotejado, que semejante mujer me considere un..., corrijo, que ni siquiera
me considere. Encima yo, puteador serial y compulsivo, agresor por naturaleza,
cometo la tontera de criticar a Luppi por haberle dicho pelotudo al pelotudo de
Darín. No me caben dudas que el viejo tenía razón, luego quedó demostrado.
Voy de cagada en cagada, temo que no
tengo retorno. Para colmo la completo entrevistando a un emergente exitoso de
los noventa, Suar. Un malandra sin talento que no tuvo reparos en venderle su
alma y espíritu a Menem y a Magnetto para conchabar un más que rentable negocio
de la mano del canal Volver. Cuánto de sus ganancias, el Chueco, se la debe al
ignominioso robo que la corporación le hizo a los actores durante casi veinte
años utilizando inescrupulosamente sus imágenes y trabajos. Eran tiempos en los
cuales yo criticaba al grupo. Algo parecido al robo que mis actuales jefes le
hicieron al Fútbol. Pero allí estaba Víctor Hugo, en soledad, luchando contra
los molinos de viento.
Nada puedo hacer, ya estoy jugado. La
única manera de disimular un error es huyendo hacia delante para dejar atrás
esa equivocada decisión, cometiendo acaso nuevos fraudes para dejar archivado
en los baúles del olvido los viejos embustes. Pisar calumnias con falacias para
que la vergüenza no dure demasiado, aunque la cruda realidad marca que no
debería engañarme. Esto es como la arterosclerosis, las capas se van
acumulando. Mis viejos amigos y colegas
me odian, aquellos que me enseñaron y con los cuales aprendí ni siquiera me
respetan. Como dijo Borges “siempre quise devolverle a Dios unos centavos
del caudal infinito que puso en mis manos”, pero que va, sólo resta hacerme
cargo de mis propias decisiones, el problema es cómo se lo explico a mi ego. Viene
a mi cabeza una cita desafortunada pero muy acorde con mi presente: en estos términos
lo mejor que puedo hacer es relajarme y gozar...
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