Corrupción
Siglo XXI Cambalache
Hace pocos días, conversando con un viejo
amigo, Sociólogo y Subgerente de Recursos Humanos en una de las entidades
bancarias multinacionales con mayor presencia en nuestro país, tratábamos de
desentrañar de qué hablan los sectores medios cuando se refieren al tema de la
corrupción. Me contaba que tiempo atrás, cuando comenzó a implementarse el
sistema impositivo a los grandes ingresos, mal llamado ganancias, descubrieron
una maniobra tan subrepticia como escandalosa. Resulta que ante el despido de
un recurso jerárquico pudieron constatar que en aquel entonces este individuo
declaraba aportes voluntarios al sistema previsional privado, tributo que en la
práctica no realizaba. De ese modo se colocaba por debajo de las exigencias
tributarias lo que le permitía evadir el impuesto. Solucionado el tema y
penalizado el individuo con las retenciones pertinentes, a un gestor del
departamento de RR.HH se le ocurrió realizar una investigación al respecto. Las
conclusiones del estudio dieron como resultado que sobre 1400 recursos que
estaban en idénticas condiciones económicas 1100 practicaban la misma
metodología fraudulenta. Vale decir, más del 78% de ese horizonte acomodado evadía el
impuesto a los mayores ingresos. Esta suerte de asociación ilícita se había conformado
con naturalidad a los efectos de un delito que encontraba una buena cantidad de
beneficiarios con la anuencia de un grupo de funcionarios de la AFJP vincula al
mismo grupo financiero.
De inmediato recordé cuando mis tiempos de
auditor en esa misma entidad y mi lucha desigual y en soledad a favor de
terminar con una banda de jerárquicos que operaba internamente desarrollando
negocios propios: licitaciones direccionadas, adjudicaciones directas,
proveedores que ejercían posiciones dominantes, funcionarios que solapadamente
tenían rotundos intereses con determinadas empresas contratadas. Demás está
aclarar que tal investigación trajo aparejado la discontinuad de algunos de
estos escandalosos circuitos de corrupción y como no podía ser de otro modo, también
de mi cargo. Por entonces yo trabajaba con sesenta personas. Nadie,
absolutamente nadie y menos aun el gremio, salió a levantar banderas ante la
injusticia. Luego me enteré que la gran mayoría de ellos participaba con sus
talentos y silencios en las operatorias, desempeños que eran muy bien remunerados
cuando de liquidaciones de variables por excedentes de balances se trataba.
Recuerdo que una semana después me enteré que la única repercusión que había
tenido mi despido fue el desmayo de la Jefa de Compras del Banco, muy poco como
acto de rebeldía en contra de un sistema altamente inmoral.
No resulta recomendable analizar los
comportamientos sociales sobre la base de una taba individual, pero a poco de
desandar la sumatoria de eventos, la percepción de la realidad, nos puede hacer
entender las razones por las cuales nunca los comportamientos éticos son
variables atendibles cuando de escoger esquemas, públicos o privados, se trata.
Tiene mucha razón Gustavo Cordera cuando
afirma que el Kirchnerismo has desenmascarado descarnadamente lo peor de
nuestra sociedad, cuestiones que tanto nos apetecen ocultar bajo la alfombra, y
eso es lo que más le jode a los sectores medios. Nunca como en la actualidad la
civilidad ha quedado tan expuesta en tanto sus miserias estructurales y eso
amerita debates tan abiertos como crueles, discusiones en donde emergen
instantáneamente los dobladillos, los parches, las fisuras, los quiebres, las
tripas, el mal olor. Ya nos lo había informado Néstor Kirchner a poco de asumir
en el 2003. “De cada caja que abro sale pus”. Infecciones que por poderosas aún
se conservan indemnes, sin antídoto eficaz, dentro de la justicia, de los
medios de comunicación, de los gremios, de las estructuras políticas, de las
empresas privadas, en las empresas públicas, capas anquilosadas que por
beneficio y comodidad jamás tendrán la intención, la voluntad solidaria, de
resignar sus prebendas.
El cruce de acusaciones forma parte del show
business mediático. No creo que nadie, seriamente, entienda tal cosa como un
intento honesto por hacer de la sociedad un colectivo más respirable, más
honesto. Hace mucho que considero que la corrupción es una de las formas más
eficiente de integración social a escala global. Debe ser por eso que hace rato
he abandonado las huestes de la indignación y la condena. Considero que ambas
constituyen, en sí propio, simples poses, excusas que sólo sirven para
enjuiciar al otro, acaso como argumento lindante a la vulgaridad.
De cara a ese humanismo tan declamado y en
el marco de un mundo en donde más de un 35% de su población se encuentra por
debajo de la línea de indigencia, resulta admisible y ético que los alimentos
coticen en bolsa, que los medicamentos se constituyan como artículos de lujo,
que los servicios esenciales se encuentren sujetos bajo el paradigma
costo/beneficio, que la industria armamentista sea la más poderosa del planeta.
¿Cuánta corrupción incluye el sistema económico global? Esquema despiadado y
arrogante que encima se atribuye proponernos el desafío de esforzarnos para intentar pertenecer. Aceptar las reglas del juego que instalan los poderosos y sus
rentas. Eso, para algunos, se llama república (en minúscula).
Por eso ya se me hizo costumbre tratar de
rascar un poco que hay detrás de cada denuncista compulsivo. En muchos casos es
para eliminar a un competidor, en otros para mantener un status quo
conveniente, existen aquellos que utilizan tal mecánica con fines políticos
determinados, y están los menos, una porción casi insignificante de ciudadanos
que lo hace por un auténtico deseo de mejorar a la sociedad. La lucha es
despareja debido a que estos no deben quedar enlodados en el ámbito de
intereses espurios, lo cierto es que generalmente estos individuos finalizan
sus días, primero cooptados, sin saberlo, y luego abandonados cuando dichos
intereses logran sus objetivos de máxima. A propósito viene a mi memoria la
triste experiencia que sufrió el Padre Farinello cuando fue invitado a
participar en política dentro un espacio progresista. Terminó renunciando a poco
de darse cuenta que su honesta figura estaba siendo utilizada a favor de un proyecto
corrupto y deleznable.
Los sectores medios detestan la corrupción
en la cual no participan, aceptan aquella que les otorga beneficios. Lo vemos
diariamente en los medios. La justicia, en sintonía, colabora republicanamente
con el dilema. Veamos las causas que se encuentran inexplicablemente paradas y
comparemos con aquellas que han tenido veloz resolución y nos daremos cuenta a
quién responde el sistema vigente (Lapa y Once son dos ejemplos muy
significativos y que guardan extrema relación entre sí).
Así como los medios titulan con suma
precisión el precio del dólar ilegal no comprendo las razones por las cuales
aún no han exhibido una lista completa que incluyan los precios de repuestos
robados, de máquinas y herramientas, del gramo de cocaína. En lo personal no
encuentro la diferencia amén que deseen exponer una apetencia devaluatoria.
Me causan mucha gracia los moralistas que
exponen éticas desde máquinas tramposas, editorialistas y escribas que jamás le
hicieron asco al atajo, que laboran para lo más abyecto de nuestra historia. ¿Qué
segmento de la población son los más fervientes devotos del dólar “paralelo” o
blue? ¿Dentro del pobrerío o dentro de las clases medias y acomodadas?.¿En
dónde está enquistado ese ícono de la corrupción, en el Estado o en el ámbito
privado? Para quién tuvo la oportunidad de sufrir en carne propia la corrupción
estatal y la privada mueve a risa la indignación de los sectores medios. No los
condeno, simplemente los tomo como son.
La corrupción forma parte de un acuerdo
colectivo, por eso y reitero, nunca la denuncia y el honestismo iluminista
movieron el amperímetro electoral. Sería muy lamentable que lo haga. Los
dirigentes políticos son un emergente de nuestra sociedad, dichos emergentes
tienen relación directa con lo que somos, de modo que no nos puede sorprender
que en cada placard haya un muerto. Acaso para estar integrado, para estar
incluido dentro del sistema republicano se hace imprescindible que exista tal
cadáver y a la vez tratar de develar el cadáver que atesora el antagonista.
Popularmente se afirma que un tipo honesto e íntegro es un problema. (Recuerdo que cuando me despidieron del Banco,
el Gerente que se encargó de mis papeles, al estrecharme la mano me dijo: “Con
diez tipos como vos, limpiamos el Banco”. Lo mandé a la recalcada concha de su
madre. Puteada que tuvo la dignidad de saber comprender. Y no me equivoque.
Cuando meses después todas mis investigaciones dieron resultados positivos y la
banda que operaba fue desmantelada nunca recuperé mí puesto de auditor).
Y lo es tanto en la actividad pública como
en la privada, lo es en una entidad intermedia y hasta en las ONG. De modo que
si tal especie está aceptada en el inconsciente colectivo como mandamiento
social, ¿Cuál sería la razón para que priven aquellos comportamientos éticos
tan declamados?.
Tampoco es un tema cultural, si lo es de
formación. Cada uno de los lectores de este limitado texto conocerá tipos tan
extremadamente cultos como réprobos moralmente, por lo cual dicha lógica queda
desestimada (falsación popperiana). Como me atreví a soslayar la formación
tiene que ver con el asunto. El medio, la sociedad, el goteo imperceptible que
nos va diseñando como personas, las influencias, los ejemplos, la
interpretación de la realidad, la valoración y el concepto, elementos
imprescindibles que de acuerdo a cómo nos son explicitados intervienen
directamente en nuestra personalidad.
En estos términos quién pretenda hacer una
revolución ética no hace otra cosa que caminar hacia el averno. Lamentablemente
el hombre, como especie, se dará cuenta de sus malversaciones el día que
observe su presente y su futuro como irreversibles. Por ahora tal cosa no se
alcanza a percibir. Toda maldad se potencia, toda desigualdad se profundiza,
toda injusticia se mantiene incólume producto que muchos aún obtienen enormes
beneficios con ese orden inmoral. Acaso el fin de la corrupción devendrá cuando
la devastación del planeta se manifieste visible y concretamente en el
horizonte.
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