Juan Filloy 




Caterva (fragmento)



" Hacía un calor raro. El asfalto guardaba la insolación del día. La tormenta inminente soltaba su red de sombras. Calor húmedo, impregnante. Calor de colores nocturnos, con todo el color de los calores meridianos. Los cascarudos invadieron todo. La concurrencia desarticuló su compostura en ademanes y contorsiones violentas. Restallaba el fastidio por doquiera. Intervino el propietario del bar. Movilizó los lavacopas. Escobazos y pisotones. El asedio cesó en parte. Pero, a poco, el instinto estratega de los cascarudos volvió sobre sus pasos. Y, aun diezmados, incursionaron parajes en donde no es posible la vigilancia ajena… Sólo Katanga permaneció tranquilo. Observándoles. Espantándolos serenamente. 
Exhibía un humor extraordinario. Como si la molestia de los demás promoviese en él una secreta complacencia. (…) Bien. Los cascarudos poseen todo un prurito de curiosidad. No se avienen, como tantos usureros, a vivir en el hueco donde apenas caben con su mezquindad. Emergen de lugares recónditos, con la idea fija de atalayar la vida en torno, para juzgar si vale la pena de convertirse en hombre en la próxima metempsicosis. Parten, no obstante, de una premisa falsa. Creen que la humanidad es lo más alto que hay. Por eso, ni bien uno se sienta, escalan la rampa de las pantorrillas, hacen un leve descanso en la meseta de los muslos y se encaraman, audaces, por el recto parapeto de la espalda. Han llegado, por fin, a la cumbre de los hombros. Allí se solazan con la perspectiva. Agitan sus élitros de charol como la capota de una limousine. Y se disponen a la ventura máxima: saber si el hombre o la mujer usan perfumes superiores al suyo. "


Aquende (fragmento)


" EL fiord es una generosidad del Océano. Brazo colmado de belleza, ofrece la pompa del mar a la aridez pétrea del continente. Valle de agua, nivela en esbeltas languideces de bahía la abruptez de la montaña. Valle de luz, fertiliza milenarias sombras. Y entre murallas rocosas, hinchando sus bíceps, penetra por angosturas y desfiladeros en continuo juego de refulgencias como la espada ondulada de un arcángel. El fiord se ramifica en dos caletas profundas. El peñón del centro, tallado a pique, avanza igual que una proa fantástica. Y recta, vertical, hunde sus quinientos metros de altura en quinientos metros de reflejo. Abajo, en revuelo de escamas, el agua transcribe varios cirrus en forma de pez. Arriba, la cimera drapeada de nieve, afirma la veracidad de la imagen. Quien mira el paisaje entre las piernas, como un niño, evidencia la realidad del cielo liquido. Uno se asoma al agua. Y en las paredes macizas del reflejo se ven las cicatrices de los terremotos, el tatuaje de las erupciones y, cayendo en guedejas virginales, las guedejas de agua de los deshielos.



Op Oloop (fragmento)


“Verdugo paulatino de toda espontaneidad, Op Oloop era ya el método en persona. El método hecho verbo. El método que canaliza en profundo las ilusiones, las sensaciones y las voliciones. El método ya consubstancializado que evita los respingos del espíritu y los corcovos de la carne. ¿Cómo romper su vaivén rítmico? ¿Cómo alterar su fluencia consuetudinaria?
–Es inútil. No podré nunca emanciparme. El hábito me ha forjado una tiranía atroz. Yo no quise nada más que trabajarme, hacerme grande desde la pequeñez, como una de esas joyas diminutas del Renacimiento, cinceladas sobre la paciencia, que ostentan el decoro de una fresca intuición y una larga sagacidad. Pero me he adiestrado idiotamente en una amarga escuela de constricción. He hecho de mi espíritu un cronómetro de exactitud ineluctable, con timbre despertador y esfera luminosa... Oigo y veo mi "exacto" fracaso a cada instante. Y sufro no poder vencerme, venciendo el arte indigno que ahogara desde el escrúpulo más tenue al impulso más poderoso. Un factor novel de rebeldía, tímido ayer, implacable ahora, trabaja la populosa pena de mis ideas. Estérilmente. Me ha castrado el afán de ser algo, ¡algo notable! en el concepto del mundo. Y sólo he logrado ser algo, en el sentido patológico de la palabra: un dolor vivo, que se desliza oculto bajo las horas y la mentira de mis propias sumisiones. "


Caricatura de Juan Filloy. Autor: Héctor Valentini

Comentarios