La violencia como relato 
y “modus” mediático


La violencia percibida dentro de las recientes manifestaciones opositoras (13S, 8N, 20N) no nos puede sorprender. Desde las usinas mediáticas propagandísticas más notorias se la convoca sutilmente a partir de una dialéctica solapada, acaso de modo siniestro, para luego bien disimularla, sopretexto de un Gobierno cuya legimitdad democrática no se discute, pero que incluye en sus formas ejecutivas una supuesta malversación republicana inclinándose de modo sospechoso hacia “la intolerancia y el autoritarismo”. Varias cuestiones debemos apuntar sobre el tema.

-         Ya no se puede soslayar que existe una importante porción de nuestra población, dirigencias políticas orgánicas y corporativas, y masas encarnadas en los sectores más acomodados de nuestra sociedad, que pretenden la dimisión del ejecutivo nacional a como de lugar. El mensaje es claro y contundente a partir de sus comunicadores más notorios. No interesan las reflexiones, las argumentaciones generales, y menos aún las razones específicas, todo relato efectista e injurioso es útil, a modo de verdad revelada, para enfervorizar y encolerizar a esa parte de la población que se manifiesta naturalmente hostil contra las políticas inclusivas, no sólo del modelo kirchnerista, si no de todos aquellos intentos populares que se desarrollaron en el transcurso de nuestra historia. Las imágenes y consignas exhibidas en las calles durante esas jornadas hablan por sí de la alineación que las mismas guardan con el relato mediático, expresando sin eufemismos lo que los medios no pueden decir, pero sí atizar. La violencia ejercida durante el paro del 20 próximo pasado contó con el aval de una dirigencia política y sindical que enceguecida por sus fracasos electorales no ven otra vía de acceso al poder que desarrollar un supuesto descontrol social. Descontrol bocetado e imaginado por ellos mismos a través de su propia ineficiencia política y la marcada exageración sobre cuestiones que se deben dirimir dentro de los campos jurídicos y legislativos. Bajo la fachada del republicanismo se desestiman los resortes republicanos para resolver los asuntos institucionales, escogiendo en su lugar: insultar, sitiar una ciudad, bloquear, apretar comerciantes y hasta pedir por la muerte, de modo solapado o directo, de cuanto funcionario oficialista circule por el éter.

-         La violencia política no es una cuestión que se desarrolla de modo natural y de manera espontánea. Requiere de un preciso combustible, es decir, razones, vivencias, creencias o supuestos que justifiquen dicha reacción. No alcanza con las disconformidades coyunturales de particular tenor, es necesario una conciencia colectiva, elitista o mayoritaria, que implique entender que no existe otra posibilidad concreta para modificar determinados procesos políticos. Y de eso se trata este movimiento. Estos grupos de violentos observan que por vías democráticas les es imposible acceder a la toma de decisiones debido a que se hallan en franca minoría, en consecuencia admiten como probable encender varias mechas al mismo tiempo de modo vislumbrar mayores posibilidades de que alguna por fin encienda. Acaso una suerte de foquismo burgués y corporativo posmoderno.

-         Hasta ahora el Gobierno Nacional, en franco antagonismo con lo que sucede en otras latitudes, tanto cercanas como lejanas, ha desactivado todas las provocaciones sin represión, dejando hacer, pagando el costo político que ese dejar hacer ostenta. La necesidad de un mártir, por parte de los opositores, es algo que no escapa como idea e intento de máxima combustión, de modo que es imaginable que las expresiones violentas irán en aumento en busca de la tan deseada represión estatal.

-         El gran dilema que se presenta es cómo anticiparse a cualquier intento que supere los cánones democráticos de protesta. La cuestión es sumamente delicada teniendo en cuenta que lamentablemente nuestros organismos de inteligencia y seguridad no son para nada confiables al respecto. De todas formas cabe comprender que en tanto y en cuanto el ejecutivo siga con la convicción de no reprimir el desmadre, nada estará sujeto a riesgo. A lo sumo se deberá hacer cargo de alguna rotura edilicia. También es dable inferir que ante el fracaso operativo, debido a la ausencia de represión, puedan existir acciones provocadas con el objeto de responsabilizar al Gobierno por prácticas violentas de las cuales es ajeno. Aquí no cabe otra que confiar en la justicia para dilucidar rápidamente el suceso y a la vez comunicar a la población de modo fehaciente y eficiente cómo se desarrollaron los eventos y fundamentalmente a quién le conviene que tales cuestiones se profundicen.

-         La violencia ha sido colocada en el centro de la escena y no precisamente por un intento hegemónico estatal, sofisma político que nadie en su sano juicio puede aceptar, todo lo contrario, su comportamiento y tolerancia ante el desborde es una prueba irrefutable de lo dicho. Bueno es hacer notar que no existe violencia en aquellos sectores que nada tienen que perder tal como ocurrió en el 2001/2002; la esperanza en este modelo sigue vigente en esos segmentos que aún observan al kirchnerismo como su única y posible salida. Los violentos son aquellos que no aceptan las reglas democráticas y republicanas, son los que en definitiva están poniendo en juego al sistema. Los intolerantes que no pueden asumir que más allá de sus demandas, existe un colectivo mayoritario que observa a nuestro Gobierno con buenos ojos, colectivo que se pretende irrespetar e ignorar como tantas otras veces mediante dictaduras o proscripciones. Los privilegiados de siempre están dispuestos al golpe destituyente, los mismos que en el curso de nuestra historia se han burlado ominosamente de la voluntad popular.


-         La confusión de algunos es enorme. De modo concreto y como aspiración política cierta nada existe a la izquierda del kirchnerismo por más que este modelo no se jacte ni se posicione como tal. El máximo referente del FAP, Hermes Binner, ha declarado recientemente su aprobación para aceptar las propuestas de los fondos buitres, aún a costa de la propia estabilidad económica de sus compatriotas. El día 20N sus organizaciones sociales marcharon codo a codo con la izquierda testimonial que decididamente plantea un corte definitivo con el mundo financiero. Es evidente que el mundo autodeclarado como progresista debería cuando menos dirimir sus diferencias conceptuales para luego salir a cortar violentamente los accesos urbanos. El FAP no suele memorizar su participación en los desaguisados aliancescos de principios de siglo, de modo que las causas fundacionales de lo que hoy vivimos parece que no cuentan en sus análisis políticos. A la par el ala sindical del progresismo, entusiasta con su nuevo y poderoso aliado, dirigente que los visibiliza (y los utiliza), sale a la calle de su mano por cuestiones impositivas e interviniendo en una interna pejotista, desentendiéndose de su objetivo de máxima: la democratización sindical. ¿Creerá Micheli que de triunfar el movimiento destituyente de derechas tendrá su espacio un lugar decisorio en el espectro sindical?. Cuesta bastante intuirlo dentro del sistema de representación. Sin embargo contribuye con sus extemporáneas declaraciones y acciones para hacernos creer que los trabajadores incluidos en ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) son poco menos que víctimas de la injusticia social, como si el resto de los compatriotas ignorara las prerrogativas, beneficios y demás cuestiones adicionales que encierra ser trabajador estatal y que no tienen otros segmentos laborales. Asuntos que de cotidiano observamos casi risiblemente como parte de un paisaje determinista e inexorable. Otro elemento contradictorio es la crítica que se hace sobre la ley de ART (ya afirmamos desde este foro que se trata de una ley corta que merecerá correcciones futuras, al igual que la ley de medios). El argumento utilizado es que dicha ley es literalmente abyecta debido a que atenta contra los trabajadores; prueba de ello es que fue votado en acuerdo con el PRO. Curiosamente esta agrupación adhirió públicamente al movimiento sindical y en ningún momento los dirigentes obreros le cuestionaron ese apoyo legislativo. Reitero la pregunta: ¿No deberían cotejar proyectos, demandas y peticiones antes de disparar movimientos aparentemente homogéneos?  Para esta porción del sindicalismo el antagonista ideológico es el Gobierno Nacional y Popular, el que creo 5 millones de puestos de trabajo, el que reinstaló las paritarias, el que aumento el presupuesto educativo y sanitario, el que a pesar de la crisis se esfuerza por mantener el campo laboral, el que incluyó 2.5 millones de jubilados, el de la movilidad previsiones bianual, el de la AUH, el que duplicó la clase media, y no la derecha corporativa reduccionista y especulativa. Se observa realmente deslucido el escenario representativo por parte de estos dirigentes

-         El 27% de los trabajadores ha decidido intempestivamente que el 73% restante no trabaje. Cosa admisible si estuviéramos en el marco de una dictadura. Aprobaría y me incluiría en una vanguardia que apuntara hacia una conciencia de lucha colectiva. Pero no es el caso. El supuesto rigor impositivo incluye sólo al 20% de una fuerza laboral solvente y dentro del marco de un proyecto distributivo, de modo que me parece contradictoria la demanda si al mismo tiempo afirmamos que estamos luchando a favor de la equidad. El acompañamiento de la mesa de enlace, del Momo Venegas y de Luis Barrionuevo cierra el círculo adicional que el Dante omitió relatar en el Infierno. Explotados, explotadores y aquellos que negocian esa explotación unidos con el objeto de limar a un proyecto industrialista. Como dato adicional sabemos que los trabajadores gastronómicos marplatenses que desarrollan labores en las dependencias comerciales en donde el dirigente de marras tiene intereses particulares tuvieron vedado su derecho de huelga. La foto sin él del día jueves y que salió en todos los periódicos habla más de él que de los retratados. Esconderlo por impresentable lo visibiliza aún más con relación a la violencia ejercida durante una jornada de protesta que inexorablemente marcó un retroceso cardinal para el mundo proletario.






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