Ernesto Cardenal 
Ciencia y Poesía






El conocido poeta nicaragüense Ernesto Cardenal sorprendió al publicó caraqueño con una disertación sobre ciencia y poesía durante un recital efectuado en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Caracas con motivo del Festival Mundial de Poesía que es organizado por el Ministerio de la Cultura y se efectúa en varias ciudades del país. Cardenal nació el 20 de enero de 1925 en Granada, Nicaragua. En 1954 formó parte de la rebelión contra la dictadura de Anastasio Somoza. Posteriormente, se hizo sacerdote y fundó la comunidad de artistas y escritores de Solentiname y, desde 1978, se vinculó al Frente Sandinista de Liberación Nacional.  Su obra poética comprende, entre otros títulos, El Evangelio en Solentiname, Epigramas, Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, El Estrecho Dudoso, Homenaje a los indios americanos, Los ovnis de oro, Cántico Cósmico, Telescopio en la noche oscura y La vida perdida. Con sus más de setenta años a cuestas, aunque bien llevados gracias a la poesía, el poeta se presentó ante los caraqueños con su melena blanca que desbordaba su infaltable boina negra, una fresca blusa blanca y sandalias. Poseedor de una voz clara y diáfana no recitó versos sino que leyó una especie de ponencia no exenta de poesía y dedicada a la ciencia ya que, para él, no hay mucha diferencia entre la física y la mística. Cardenal admitió que muchas veces ha encontrado su mayor inspiración, al igual que el poeta José Martí, en los libros de ciencia antes que en los clásicos. «Lo científico tiene para mí un interés poético y místico, pero también económico y político», aseguró. «Desde hace tiempo mi poesía se nutre de la ciencia», admitió seguidamente. «¿Qué nacerá de este universo?», se preguntó mientras hacía un recorrido por la evolución humana sin dejar de tocar temas trascendentes como Dios, la muerte, el universo, el infinito y la inmortalidad. Para Cardenal existe una vida no molecular más allá de esta vida, y así como hay agujeros negros en el universo considera que también hay hoyos blancos y que «estamos hechos de partículas eternas» por lo que considera que el temor a la muerte es «un error de óptica. Yo digo que la muerte es buena, si no, Dios no habría creado un universo en donde todo perece», afirmó. En el fondo no creemos en la muerte, agregó, citando como ejemplo a diversas culturas que tenían por cierta la vida en el más allá y la inmortalidad, lo más parecido a la muerte es la antimateria, aseguró y se mostró cercano a la creencia de la reencarnación. Volviendo a las partículas elementales, más pequeñas que el átomo, que forman parte de todas las cosas y en las que algunos científicos ubican el espíritu, se atreve a decir que cada uno de nosotros puede tener una partícula de Sócrates o de Jesucristo ya que «todos formamos un sólo cuerpo, todo está en todas partes». Sobre la evolución, considera que es el acercamiento del cielo a la tierra y que entre ellos, cada vez, hay menos distancia. Y, sobre el universo, sostuvo que debería llamarse «pluriverso» ya que no hay uno sólo sino muchos. Cardenal citó una anécdota según la cual un periodista preguntó una vez a Einstein cuál era el origen de la materia y éste, por toda respuesta, levantó el dedo índice señalando al cielo. «El dedo levantado es la única respuesta científica al origen de la vida. Por lo tanto lo más difícil es no creer en Dios», concluyó.  Ernesto Cardenal finalizó su intervención diciendo que sentía que la humanidad estaba ante una aceleración de su evolución, una verdadera revolución protagonizada por los jóvenes y todos aquellos preocupados por mejorar el planeta y que se oponen, como Venezuela, a los planes imperiales de Bush. «¿Cómo se puede decir que estamos al final de la evolución o al final de la historia?», se preguntó. «Tenemos que pensar qué será de la humanidad dentro de 10 mil, 100 mil o un millón de años cuando tal vez», dijo parafraseando a Quevedo, «seremos hidrógeno más hidrógeno enamorado».


Caracas, julio 2005 

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