Una tarde en Tecnópolis
“Los negros, los crotos y los grasas estamos agradecidos”


Cuando meses atrás un periodista de TN, (nunca hay que olvidarse que en sintonía las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nunca le permitieron a los organizadores de la muestra instalarse dentro de Capital) burlonamente cambió su nombre por el de Negrópolis sentí un enorme desencanto humanístico al comprobar que pertenecía a una sociedad cuya buena parte se permite para sí ostentar nichos discriminatorios, estratos aceptados con un marcado tinte de cinismo, sopretexto de un humor elaborado a partir de una supuesta y falsaria superioridad. Por aquellos días un novedoso emprendimiento científico, tecnológico y cultural multitemático, de impecable presencia, no podía ser criticado en su esencia debido a la colosal envergadura que mostraba; lo único que quedaba era pues menoscabar el proyecto mediante un sospechoso concepto clasista con relación a las características sociales de sus segmentos concurrentes.

Este fin de semana próximo pasado, junto a mi compañera, tuvimos la oportunidad de recorrer las callejuelas de la muestra, acaso de casualidad. Bajo un sol tan genuino y abrasador como el lugar tuvimos la ocasión de vivir la enorme experiencia colectiva que significó reencontrarnos con aquella “negrada” menor y desagradable, a la cual orgullosamente pertenezco, que tantos sueños le roba al exitoso conquistador dolarizado de nuestra contemporaneidad neoliberal. Y pude disfrutar, junto a cientos de miles de “signatarios universales”, de “clientes” de un sistema en donde solamente determina la prebenda, del prototipo espacial Tronador, de la robótica aplicada a la tecnología y a la ciencia, de los generadores eólicos, de los simuladores, recorrí una mina de carbón, me incluí dentro de una gigantesca urna en donde la historia se mostró como significante y significado mientras la galería Da Vinci nos acercó amablemente ante la majestuosa genialidad de un hombre que nunca asumió como interesante rendirse ante el sentido común. La lista de propuestas es tan extensa como atractiva, los stands presentan, ante el “magro y descalificado” público, detalles de diseño que en sí propio invitan a ser observados con marcado detenimiento. El de Ferrocarriles Argentinos por ejemplo constituye una obra arquitectónica de excepción por fuera del valor histórico que encierran sus interiores.
En los linderos, entremezclada con la ciencia y con la tecnología, la cultura popular hacía lo suyo a través de obras de teatro infantiles, grupos musicales alternativos y acróbatas que exhibían arriesgados talentos. Sanitarios amplios y aseados (este año son construcciones fijas), patios de comidas distribuidos estratégicamente, parques de juegos y diversiones interactivas completaban un paseo que cumple con su objetivo de modo taxativo: ingresar al mundo del conocimiento por los sutiles atajos que bocetan el entretenimiento y el placer.
Y éramos cientos de miles de “negros”, por dentro y por fuera, deshonestos parásitos al servicio de la vagancia, sucios estropajos marginales dilapidando los impuestos de una mass media que insiste en suponer que el color de piel, el abolengo, y demás fortunas que la vida nos regala constituyen incisos merecidos. Mucha, pero mucha gente feliz, riendo a cara llena, cansada de tanto caminar, asombrada como nunca, curiosa, ingresando a un mundo vedado, censura visible hasta que algún desquiciado tuvo la despiadada idea de socializar el conocimiento.
Tecnópolis posee un valor adicional y simbólico que nos pone a tono con esta maravillosa época de encendidas pasiones. Olvidados un poco de la cosa, en pleno disfrute del Predio Ferial, entre laberintos matemáticos y espacios de juegos didácticos, una larguísima cola de pibes nos detiene el recorrido. El stand de la memoria, de las Abuelas, de Hijos, sostenía una demanda juvenil ciertamente gratificante, acaso inesperada. Tecnópolis tiene la enorme capacidad de ubicarnos alternativamente, a modo de juego, en el pasado, en el presente y en el futuro tal cual como son: caóticos, desordenados, revulsivos, extraordinarios; a poco de andar íbamos recibiendo los cachetazos de las causas y de los efectos, y también de los defectos, de nuestros íntimos defectos. Cientos de jóvenes trabajando en la muestra para que la muestra SEA: obreros, técnicos, empresarios, operarios, estudiantes, científicos, docentes, idóneos, todos exhibiendo con suma humildad y altruismo el orgullo que significa honrar un proyecto y un modelo de país que más allá del gobierno promotor quedará en nuestra memoria como un hito fundacional para acercar e incluir a enormes masas de la población al conocimiento y a la cultura popular.






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