Textos Encontrados
Blázquez - Di Marco: Artistas Populares
Gracias...
Los que el sábado pasado, en horas del
crepúsculo, estuvimos presentes en la Casona de El Perdido vivimos la
extraordinaria experiencia artística de un espectáculo ciertamente conmovedor.
Iniciamos la aventura tras las lentes carmesí de Salvador Allende, constatando
fehacientemente como lo peor de nuestra historia tiende a repetirse. Caminamos
de la mano de los artistas por las manchadas alamedas de Santiago pudiendo
verificar que esas lentes rotas y difusas del mártir chileno nos permiten
observar aún nuestras más temibles confusiones. Un texto encarnizado, de
póstuma difusión, un ensayo político humanísticamente obrado, tajante, insustituible. No hubo aplausos; no tenían cabida las muescas de jolgorio ante
semejante tensión emotiva. El poeta Neruda nos propuso de inmediato una
continuidad atemporal y el dolor que significó para aquella generación la
España sitiada, la España prohibida, la España asesinada. Un crucificado wing
derecho de plomo y bastante mareado debido a tanto molinete azaroso nos expuso
con humor y con nostalgia la orfandad que en ciertas ocasiones nos destina la
modernidad; falaces y mercantiles sortilegios que pretenden convencernos que
nuestros dilemas más sensibles se resuelven mediante espejos de colores
importados. Cerró la noche un Tano melancólico y confundido que no dejaba de
llorar por sus ausencias y sus muertos. Tano que se debía una para sí, volver a
aquel muchacho que había llegado a este mundo sin saber a ciencia cierta para
qué. Y fueron Allende, y Neruda, y Fontanarrosa y Tito Cossa. Textos
encontrados, textos buscados me permito observar. Buscados por dos enormes y
sensibles artistas locales, señores de la escena y de la música, artesanos de
la emoción y la excelencia.
¡Que tremendo actor es Gustavo Blázquez!
¡Qué guitarrista de excepción es Fernando Di Marco!. La sencillez de la
complejidad, lo más fatigoso de lograr. Ojalá sepamos percibirlos y valorarlos
popularmente. Ruego que ambos no se espanten; no existen en estos dichos
lisonja barata ni aplauso afectivo, sólo análisis escénico subjetivo, acaso
solamente expreso lo que a nosotros nos ocurrió; no hay razón artística para
minimizarse. La modestia en los recursos suelen exhibir los talentos en su
verdadera dimensión. Por un rato recordé al gran Walter Santana protagonizando
aquel maravilloso Galileo de Bertolt Brecht. Imaginé a Gustavo y a Fernando dramatizando
uno de aquellos textos universales; los vislumbré, sudores virulentos mediante,
discutiendo con el Cardenal Belarmino, entre los propios quebrantos de la obra,
comprometidos en cuerpo y alma con el arte, con el público, honrando al autor. De regreso a
casa, y sin que ambos lo sospecharan, comenzamos junto a mi señora a fantasear con una nueva obra. Y aparecieron textos de Martí, de Soriano, de Galeano, de Girondo,
de Walsh, de Dolina, de Papini, de Cortázar y de Borges; seguimos jugando y
disfrutando hasta bien entrada la noche. No hubo necesidad de poner una
película o de encender el televisor. Continuábamos espectando y disfrutando a
la distancia, luego de varias horas de finalizado el evento, sabiendo que
determinadas cuestiones artísticas no requieren de adicionales placebos;
sintiendo la imperiosa necesidad de prolongar el nervioso, fraternal e
interminable abrazo dado, instantes en los cuales los temblores postreros aún
continuaban omnipresentes.
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