Supongamos la Oposición


“Alguien puede ser tan inocente de creer
que este conflicto castrense, en el marco de la presente coyuntura,
 es solamente salarial”

No pensar ni equivocado, total igual se ríen...

¿Cuál es el problema que aún no ha encarado seriamente la oposición política? Supongamos que efectivamente y tal como afirmó Cristina la Constitución Nacional (para nuestra Presidenta no sólo no se debe modificar, sino además no es asunto suyo el hacerlo, cuestión que quedó bastante licuada por propios y extraños) no se modifica haciendo imposible cualquier tipo de intento reeleccionista.

Algunos sospechamos que al no continuar una figura tan determinante e indiscutible dentro del espacio, dicho espacio corre serios riesgos de atomizarse si no aparece una nueva figura convocante. Por ahora no se vislumbra en el horizonte un o una estadista de semejante envergadura.

Ahora bien. Si tomamos en cuenta que el núcleo duro kirchnerista, colectivo sumamente ideologizado y politizado, oscila en el 35% del electorado (elecciones 2009), ¿Qué discurso político (incluido el de las otras líneas del peronismo) aseguraría el corrimiento de ese núcleo duro a favor de alguna fuerza alternativa? ¿Qué armas de seducción existen en la coyuntura  para arropar a ese caudal que supuestamente quedaría huérfano y disponible?

Hagamos los kirchneristas el ejercicio. Formalicemos una encuesta quitando de plano al movimiento nacional y popular. No tengo la menor duda que dicha compulsa quedaría desierta.

¿Qué debe pasar para licuar dicho desencanto? Pues que alguna de las fuerzas aspirantes decida levantar aquellas banderas populares que hoy se critican. ¿Les creeríamos? Si bien la respuesta es obvia también sabemos que la política es extremadamente dinámica como para sentenciar absolutos. De alguna manera los primeros corrimientos se dan en aquellos dirigentes que forman la base de la pirámide política. Por fuera de ello nunca debemos dejar de lado que ese núcleo duro kirchnerista no es de sencilla adulación y menos lo es mediante falsarios discursos oportunistas.

La sana politización que vio la luz de modo exponencial durante los últimos años es un inciso escasamente analizado por las fuerzas supuestamente alternativas, por lo menos hasta ahora. Detalle no menor si tenemos en cuenta que ha sido característica transversal de la oposición un desprecio absoluto por el debate político, cuestión que siempre quedó supeditada a la agenda mediática de los grupos concentrados.

Trazando un paralelo y ante esta hipótesis planteada me permito percibir un paisaje muy similar al observado posrevolución fusiladora. Nunca ninguna fuerza política alternativa pudo arropar a aquel colectivo peronista por más esfuerzos y proscripciones que hubo en el medio. Esta lucha popular, acaso inconsciente, silente, en algún caso violenta y contradictoria, también propició que determinados derechos obtenidos durante el gobierno peronista curiosamente jamás fueran revocados, medidas que hubiesen sido lógicas en función de las posiciones políticas de los antagonistas de entonces. Sin embargo estas licencias sociopolíticas de los inquisidores nunca alcanzaron para que las masas olviden qué colectivo político había sido el motor de su inclusión social. Aquello soñado por la fusiladora solamente pudo plasmarse de la mano del propio peronismo durante el “menemato”, estableciendo un oxímoron ideológico que todavía no ha sido analizado, puertas adentro, en su cabal envergadura (Recordemos el abrazo Menem-Rojas). Aún así el movimiento tiene una capacidad de reconversión formidable debido a aquellas políticas inclusivas e industrialistas de mitad de siglo pasado.

El hecho maldito del país burgués ha escrito en estos diez años una nueva página inclusiva, inolvidable para muchos sectores, ampliando derechos, acercando a la masas a lugares hasta ahora vedados, desempolvando debates inconvenientes, politizando a la política, tratando de discutirle el poder al poder real. Ante este nuevo hecho maldito, que vuelve a romper la ordenada pretensión civilizadora del establisment dominante por tener dos partidos burgueses, uno de centro derecha y otro de centro izquierda, modelo europeizante que nunca pondrá en riesgos los privilegios del poder real, no se observa a la oposición demasiado cómoda de cara al futuro.

Cuando uno levanta el carbónico observa que si bien la copia sale algo borroneada y difusa los elementos comunes se exhiben sin pudor. No nos debe extrañar entonces que Alfredo Palacios haya sido funcionario de la fusiladora, que los laboristas y sindicatos de izquierda festejaran los bombardeos y el posterior derrocamiento de Perón y que el Radicalismo, orgánicamente, haya aceptado participar de comicios en donde las grandes mayorías se encontraban proscriptas, más allá de colaborar con funcionarios en cuanta dictadura se diera.

¿Qué nos pedirá la actual oposición dentro de un tiempo de cara a sus pretensiones? Que miremos hacia delante y los votemos, que olvidemos el pasado y que confiemos en su buena fe republicana, que fue un error haberse aliado a la inmundicia corporativa, que hubiera sido muy interesante aplicar la Ley de Medios, que aquel proceso democrático y participativo nunca debió truncarse, que no se comprendió en su verdadera dimensión aquello de agregarle valor a las materias primas, que resulta imposible pero deseable regresar a aquel 6.5% para educación, que la AUH constituía una red de contención social excepcional, que judicializar las decisiones políticas por medio de la estrategia del denuncismo y del honestismo falsario constituye la peor de las corrupciones.

La oposición no percibe que seguirá siéndolo aún si llega en un futuro a ser Gobierno. Jamás tendrá la posibilidad de construir poder real debido a que el verdadero poder real se potenciará, pues fueron las corporaciones las que erosionaron al proyecto popular, cuestión determinante para facilitar el camino hacia la Casa Rosada.

La elección de los aliados y el modo de hacer política son inescrutables decisiones partidarias. La oposición, en la coyuntura, ha optado por los medios dominantes dejando de lado la cuestión artesanal y política de base. Ya no importa cómo se llega (si es por elecciones mejor, si es por un proceso destituyente da igual), ni con quién se llega, lo peor es que tampoco se sabe a ciencia cierta para qué se llega. ¿Se puede acaso, desde el Socialismo o el Radicalismo, tomar decisiones políticas horizontales e inclusivas debiendo rendir cuentas a aquellos poderes dominantes que les allanaron el sendero? ¿Cómo se distribuye la riqueza si el colectivo más poderoso, el que concentra dicha riqueza, es quién determina las políticas? Les pedimos que no nos responsabilicen si les damos la espalda.

Sudamérica ha sido un mal ejemplo para el norte; con lo propio ha expandido de modo horizontal su base de inclusión social a costa de limitar ciertos privilegios de lo sectores dominantes. El mundo, ávido por instalar deuda, piensa cobrarse la afrenta en sociedad con aquellos intereses locales afectados. No repararán medios ni miedos para llegar a sus fines. La oposición, mientras tanto, se frota las manos y celebra junto a los caníbales de siempre, sin comprender que estos conjuntos corporativos se hallan prestos para bocetar un nuevo banquete, orgía que tendrá a esa misma oposición cumpliendo el rol de medular ingrediente culinario.

Como afirmara Eduardo Galeano: “Las fórmulas de esterilización de las conciencias se ensayan con más éxito que los planes de control de natalidad”


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