Francia: Al Socialismo no le queda ninguna nave por quemar



Según Atilio Borón “hay una opinión mayoritaria en el seno de la izquierda: gustar vestirse con los atuendos del Dr. Pangloss y pensar, como el personaje incurablemente optimista de Voltaire, que tarde o temprano la verdad de la revolución madurará en el seno del proletariado y que hasta llegado ese día no hay nada para cambiar” (cualquier similitud con el Sri Sri corre por cuenta del lector). Los maravillosos e idílicos procesos evolucionistas sospechosamente naturales que tanto seducen al socialismo ilustrado, procesos que suelen cargarse a generaciones completas que vanamente esperan por alguna muesca de política solidaria. De modo que no nos puede sorprender en absoluto que el más profundo ajuste económico de los últimos treinta años en Francia lo esté llevando a cabo, para mi profunda tristeza, el socialismo. Mi alegría por el triunfo de Hollande duró menos de lo esperado, y tal vez sea la definitiva lección a seguir en el marco de una contemporaneidad que no tiene entre sus planes y urgencias modificar las nefastas injusticias sociales existentes. La prioridad circula por afinar asientos contables y evitar todo tipo de conflicto político con las corporaciones dominantes a la espera de un tiempo mejor. En la actualidad nada existe mundialmente a la izquierda del Populismo latinoamericano, en términos de inclusión social y distribución de la riqueza, siendo ésta la explicación prosódica para su permanente demonización fascistoide corporativa, argumento utilizado tanto por la derecha tradicional como por la izquierda liberal en sus distintas versiones. El conservadurismo y el neoliberalismo lo hacen por natural incompatibilidad ideológica mientras que el socialismo lo hace en función de la pérdida de su propio espacio de incidencia política. El socialismo se ha rendido cándidamente a la teoría del fin de las ideologías mimetizando así sus peores contradicciones burguesas arriando las pocas banderas le quedaban por exhibir. El ancestral conflicto clasista ha dejado de ser tema de debate y cierta conformidad genética y determinista ha plantado sus sólidas instancias políticas y culturales a costa de la falta de movilización y acción colectiva concreta.
Eva Perón sostenía que el peor enemigo del campo popular era el burgués que se engendraba dentro de aquel colectivo que había recibido los beneficios de las políticas inclusivas. Algo de eso hablaba Cristina hace pocos días. El licenciamiento de la conciencia social a favor de la individualidad.
Soy de los que piensan que la caída del muro sólo significó la fractura política de un sistema dictatorial que había malversado su esencia ideológica madre, de modo que para nada ese insoslayable hito histórico tiene correlato automático con el campo de los conflictos. Estos siguen estando tan presentes como entonces y con un alto grado de profundización. El dilema sigue siendo el mismo, lo que se ha modificado notablemente es la actitud, frente a esos mismos conflictos, de algunos colectivos actuantes.
Se desprende de esto que aquellos que ideológicamente adherimos a los universales lineamientos de equidad deberíamos releer la contemporaneidad con mayor fineza y sin prejuicios de modo observar en donde descansa verdaderamente dicho paradigma humanista y democrático.
El socialismo formal ha decidido abdicar por incompetencia política y cultural, se ha rendido a sus propios inquisidores, ha entendido que al no poder vencer es mejor unirse, con matices, a los vencedores en pos de una tajada, ha abandonado su ser creador, revolucionario y militante para caer en una mueca mediática, plena de maquillaje “Liberty”, cagándose sobre las tumbas de todos aquellos que pusieron y aún en vida continúan poniendo el cuerpo a favor de la equidad y la justicia terrenal.

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