El Monstruo de mil Cabezas



Un monstruo de mil cabezas se está desarrollando; el fenómeno sociológico es inquietante y ciertamente perturbador si se lo mira con atención. Engendrado por los intereses mediáticos y corporativos en consonancia con el núcleo duro antikirchnerista nació desmadrado, casi marginal. Hoy cuenta con el suficiente poder de daño presentándose como doncella presta a ser seducida. Los viejos oportunistas de antaño asechan en celo ante la notoria virginidad intelectual y política del colectivo. Sus demandas son variadas, desordenadas, generalmente están titularizadas por los grandes medios; a contracara de lo que la mayoría del campo popular opina, a mi entender, tienen enorme contenido político con un claro rumbo ideológico, sesgo susceptible de ser enamorado por cualquier hábil mercader que sepa captar aquello que se quiere escuchar. (La antipolítica y el individualismo son dos formas concretas para expresar un modelo de sociedad)

Las múltiples cabezas del monstruo se corresponden a la enorme dispersión que este mismo grupo demostró en octubre pasado con el agregado de una nueva testa que en aquel momento no transitaba por dicha vereda: La parcela sindical. Evento novedoso si hablamos de oposición política. Este colectivo tiene un grado de impacto y organicidad superior al anterior, pero dable es notar que no puede esgrimir las mismas consignas ya que muchas de ellas conspiran contra los propios intereses de sus representados. Por ejemplo la eliminación del sistema de asignaciones o finalizar con el esquema de cooperativas de trabajo. Corrijo. Ambos colectivos acuerdan en oponerse con la modalidad oficialista pero por intereses contrapuestos: Unos por poco, otros por mucho. De todos modos y por el momento esos antagonismos no serán develados debido a que el objetivo más cercano es horadar al ejecutivo nacional. La oposición mediática ha desplegado todo su arsenal al mismo tiempo debido a las urgencias corporativas. El cercano devenir sobre la suerte de determinados negocios provoca que no se expongan diferencias conceptuales a favor de mantener incólume el propósito de máxima.

En la coyuntura es demasiado claro que en un marco de plena libertad democrática, cuestión que nadie en su sano juicio puede discutir con honestidad, se está desarrollando un oscuro proceso desestabilizador en donde múltiples actores convienen en celebrar un acuerdo tácito en función de un enemigo común: El Gobierno Nacional.

La decisión política de este colectivo ya está tomada y no tiene retorno, quedando la gran incógnita de lo que hará el oficialismo, en conjunto con sus militantes y adherentes, para responder políticamente a dicho movimiento. Puede huir hacia delante profundizando el modelo tratando de poner en juego la calle o intentando, mediante la no exposición, diluir el conato opositor operando políticamente con diversas medidas que expongan definitivamente la heterogeneidad de las demandas. (Recomiendo leer el artículo completo de Beatriz Sarlo en La Nación del día domingo próximo pasado)

En este sentido hay temas que el oficialismo no puede ni debe soslayar más allá que los medios nunca consideren modificar sus líneas editoriales por fuera de que la realidad exhiba todo lo contrario. El asunto de la seguridad debe tomarse como cuestión de Estado. El trabajo realizado en la zona sur de la Capital Federal con la presencia de la Gendarmería hace posible pensar que una política de prevención es la más adecuada. El dilema sigue siendo la cantidad de recursos con los que se cuenta y el inevitable corrimiento del delito a poco de su implementación. Evidentemente la Policía Metropolitana no ha sido la solución esperada. El último mapa de ilícitos nos indica un sensible aumento de sucesos en los barrios en donde la fuerza porteña desplegó mayoritariamente su accionar. Además nunca se debe dejar de mencionar los conocidos entramados internos que aún perviven dentro de las fuerzas del orden.
Si los sectores urbanos medios y medios altos exigen barrios sitiados pues démosles el gusto. Por fuera que no me agrada la idea, observo que en el marco de la coyuntura, sería una medida acorde a las expectativas de los demandantes. Considero que tal política no sólo lograría bajar el delito sino también aplacaría la sensación que se tiene de él.
Provincia de Buenos Aires es un tema exponencialmente más complejo. Su extensión hace a la disyuntiva al igual que su irregular distribución poblacional. La fuerza policial bonaerense es un coto impenetrable en donde los negocios privados paralelos al ejercicio de la función pública dominan la escena. De todas formas es hora de desideologizar la problemática y atenderla dentro de su verdadera dimensión. (Lula no dejó de ser Populista por llevar a cabo políticas taxativas al respecto)
La seguridad es un tema que irrita y nos coloca bajo la paradoja de un difuso conflicto y más cuando pasa los límites de la problemática social y se la instala  especulativamente como relato político.


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