678: Apología


Recorriendo las páginas y los sitios del espacio nacional y popular he podido comprobar, desde hace un buen tiempo a esta parte, que el programa periodístico militante 678 está recibiendo críticas, a mi modo de entender incomprensibles e injustificadas, siendo sometido a un correlato intelectual minimizante curiosamente en sintonía con el discurso de los medios dominantes.
Notable caso de travestismo si se tiene en cuenta el enorme valor político que ha tenido y tiene a propósito de la deconstrucción de los medios, sus aviesos y reales intereses, y el definitivo deslizamiento de velos a favor de constatar in situ que ningún medio ni periodista es inocente en el marco de sus comportamientos mediáticos rompiendo definitivamente con el malogrado sofisma del periodismo independiente. Tarea que sólo se podía realizar desde los propios medios corriendo los gravosos riesgos que el microclima impone.
Más allá de la poca simpatía y enorme desconfianza que me despierta Diego Wirtz, sobre todo porque recuerdo su línea editorial acomodaticia cuando presentaba sus entregas a través de la pantalla del grupo Clarín, es indudable que el programa ha sido un ariete insoslayable de muchas de nuestras actuales certezas.
678, programa que nadie ve pero del que todos hablan mal y muy mal, ha roto los esquemas comunicacionales establecidos obligando, desde el momento de su aparición, a dejar de lado las vacuas neutralidades expresivas muy propias de aquellos sujetos mediáticos que transitaban sus carreras disfrazados con túnicas de asepsia. 678 es un programa oficialista, que dice serlo, que habla siempre a favor del gobierno y que no niega su pertenencia. Ergo es sincero con respecto a sus televidentes. Los programas periodísticos de los medios dominantes hablan siempre mal del gobierno, sin embargo no se autocalifican como opositores, curiosamente y muy a pesar de que el kirchnerismo ha logrado, luego de diez años de gestión, una adhesión popular ciertamente llamativa en el marco del sistema democrático. Sospecho que algo de positivo habrá tenido  para lograr tal aprobación popular. ¿Qué hoja de libro dejaron de leer para ir a contramano de la realidad? Bueno, esas hojas que se prefieren omitir son expuestas por 678 de forma masiva, en consecuencia, su rol sigue siendo fundamental para, por ejemplo, cerrar filas visiblemente cuando el aluvión mediático presenta ataques por varios flancos al mismo tiempo.
Sin 678 no hubiera sido posible desactivar la centena de operaciones perpetradas en contra del Gobierno popular, cuestiones que hasta hace una década eran percibidas bajo el prisma de la información y que hoy sabemos constituyen solamente cuestiones de intereses puntuales.
No siempre estoy de acuerdo como encaran los informes ni como se desarrollan los debates, pero si algo nos enseño 678 es a dudar de nuestros individuales supuestos absolutos, asumiendo nuestras internas contradicciones y a discutir públicamente si la aspereza dialéctica domina la escena.
Estas personas jamás volverán a trabajar en los medios cuando el Kirchnerismo se transforme en historia, serán considerados funcionarios, cipayos, lacayos, sicarios, colaboracionistas y demás calificativos que las corporaciones se encargaran de exhibir. (Ya lo afirmó Laura Alonso del Pro) Saben que el ostracismo es lo que les espera, el odio burgués no tiene medida, y aún así deciden asumir el riesgo en lugar de gozar de la placentera confortabilidad que otorgan los poderosos.
Nos guste o no 678 sigue siendo nuestra cabeza de playa mediática, merecen nuestro respeto y nuestra más elevada consideración. Tal vez nos quepa exigirle, en ciertos momentos, un mayor volumen dialéctico, pero temo que para ello deberíamos primero estar a la altura intelectual de tipos como Mocca o Barone (quien pecó y llevará de por vida su atildada corrección ante Sarlo, cosa que ésta usufructuó en el marco de la rotunda ventaja que le daba su rol de visitante estrella frente a sus observados anfitriones) o de invitados de la talla de González, Forster, Sztainszrajber, Galasso, Borón, Dorio y cientos de personas que difícilmente tengan la posibilidad de expresarse libremente con sentido público y agenda abierta.
Es probable que 678 no sea un programa periodístico en su más fina esencia, en sentido estricto y crítico de la palabra no existe programa periodístico en ningún medio. En la actualidad se exhiben shows mediáticos que bastante lejos están de exhumar la complejidad social y política de la contemporaneidad. Son espasmos coyunturales basados en la sospecha y la intriga muy bien patrocinados por los intereses que diseñan sus agendas.
Pero la única manera de valorar en su verdadera dimensión la presencia de 678 en el medio es observando los demás programas. En lo personal, como apasionado de la política, soy asiduo oyente y televidente de tipos como Tenenbaum, Zloto, Leuco, Maxi Montenegro, Lanata, Castro, Magdalena, O´Donnell, Morales Solá, Alfano, Bonelli, Blanck, Van der Kooy y encontramos en todos ellos el vaso comunicante de una militancia opositora no develada desde la honestidad intelectual, de modo que debatir sobre asuntos de ética profesional con tipos que parten de la premisa de no asumir y menos exponer su lugar de pertenencia resulta de una inocencia supina. Y no me refiero a quién les paga sueldo, cosa menor, cuestión que poco me interesa, me refiero a la identidad ideológica y política del comunicador. Sabemos la entidad ideológica de 678, el resto continúa siendo una llamativa no-incógnita.


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