Rencor: inciso y soledad
Somos los inmóviles, los inútiles, los que leemos los libros a la hora exacta en que las
letras comienzan a desaparecer... (Pablo De Santis - El Enigma de París)
Prospera y me culmina, lo fortifico con alimentos
baladíes, lo cuido, lo acaricio, impermeable a los sentidos me percibo humano;
en ocasiones exagera, me trasvasa y me transporta, se levanta pétreo, poderoso,
indomestícable y perezoso. Es mi pecado y mi juego; popa,
babor y eslora de un antiguo galeón que cruza tempestades marginales, acaso imaginarias , mares rociados con sales de desdichas y
amenazas. Sus ropajes tientan con suntuosa brillantez a mi hondo
vulnerable, a mi austero conviviente, al híbrido, al ciego, al ocaso y al
perdido, mercader de la angustia con pretexto de verdad, y tizonas con aristas
de heroísmo. En ocasiones lo he repudiado, debo reconocerlo,...por
favor, que no se entere: Fui feliz. Otro monstruo suele ocupar su lugar, igual de poderoso,
incisivo e inquisidor, más doliente, más verdad... Del amor se trata: engendro
ausente de pleamar, ignorante de perezas, desprovisto de pompa y boato.
Disfrutar de sus alas, de su recorrido, vagar en dirección hacia lo inerme, hacia la suprema libertad de una grácil
derrota. Pero a decir de Plotino: Un amor insatisfecho se
transforma en rabia de modo que la iracundia retorna brillante y tentadora,
plagio y soberbia del endeble que soy... tramoyista de desdichas y amenazas,
militante de aciagos mares rociados con sales de rencor.
Somos los inmóviles, los inútiles, los que leemos los libros a la hora exacta en que las
letras comienzan a desaparecer... (Pablo De Santis - El Enigma de París)
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