El costal de la interpretación política


Fuerzas Policiales acuarteladas en Santa Cruz

Es probable que se trate del costal más profundo, acaso el sitio en donde son depositadas desde las mayores noblezas hasta las más ruines de las operaciones. Sopretexto de la interpretación cualquier razonamiento es dable de atenderse, aún los dislates más notorios. La refutación ha tomado formato de argumento violando el natural rol intelectual que posee, fuente ideal para que una hipótesis sobreviva y se transforme en conocimiento concreto.
De este modo es posible observar con marcada claridad los esfuerzos desmedidos en los que se cae para intentar imponer que determinadas decisiones políticas constituyen crímenes de lesa humanidad como así también que cualquier crítica de carácter político contiene un solapado intento destituyente - queda claro que me refiero a la crítica analítica, no a los evidentes intentos desestabilizadores que tan acostumbrados nos tienen las corporaciones dominantes en toda Latinoamérica -. El histórico estigma de la Argentina pendular, binaria, si se me permite desequilibrada, a fuerza de nuestro propio desequilibrio conceptual. Dentro de esta inercia no existe tema que tenga verdadera entidad de eje, simplemente ostentará sujeto de excusa en la misma medida que ese tema permita acercar agua para el molino deseado.
Desde los medios masivos asistimos a un permanente debate sobre refutaciones, dichos y comentarios, desviando tangencialmente la profundización de la temáticas que proyectaron esas subjetivas interpretaciones. ¿Qué se logra con esto? Minimizar el debate político, quitarle relevancia al campo de las decisiones y menospreciar los meandros que la complejidad  ejecutiva encierra. De este modo el discurso que instala a la sencillez, a la llanura política, como argumento retórico y discursivo permite que cualquiera desde cualquier lugar del conocimiento se permita detentar verdades relativas como si las mismas constituyeran premisas absolutas. Deseamos preguntar pero al mismo tiempo no nos interesa o cuando menos nos incomoda lo que comunica por cadena nacional nuestra Presidenta. Marcada esquizofrenia si se me permite calificar tal actitud. En lo personal me interesan ambas cosas por lo que alguno me podría refutar, macho lo tuyo es otra forma de esquizofrenia.
En un momento político en el que la mayoría quiere tener razón en lugar de ser feliz nos es muy difícil aceptar que ciertas cuestiones, en estos nueve años de Gobierno, se hicieron muy bien, otras bien, otras están pendientes y otras se llevaron a cabo de muy mal modo. Todo es visto como instancia de mérito o demérito nunca como elemento indispensable de superación. El error no cuenta como variable posible, como ejercicio de gestión, sirve como formato especulativo por parte de aquellos vendedores de extinguidotes a los que les interesa incendiar el país. Se observa a la escalera de manera descontextualizada. No interesan las calidades de la base sobre la cual estaba asentada, menos se intenta reparar en las capacidades de sus materiales y más lejos aún nada se expone sobre las fortalezas que detentaban sus sunchos de sujeción. Y éste es un dilema analítico que no sólo le compete a la oposición sino también al oficialismo. Lo posible, lo factible, dentro de un marco internacional determinado y teniendo en cuenta lo antedicho también debe formar parte del debate y constituye un elemento insustituible para interpretar correctamente la complejidad de la contemporaneidad. Si todo lo tamizamos solamente a partir de nuestro calidoscopio interpretativo más que hacerle un favor a la claridad estaremos oscureciendo y si se quiere perturbando a la propia realidad.

Un ejemplo del caso lo constituye la decisión de la Presidenta de enviar Gendarmes a Santa Cruz  a propósito de una huelga que lleva a cabo la fuerza policial local. Varios fronterizos que he escuchado, inclusive en nuestro Pago chico, refutaban (no argumentaban sobre lo positivo o negativo de la decisión) la medida sopretexto de aquellas palabras que la mandataria había manifestado por Cadena Nacional afirmando que se abstendría de enviar fuerzas federales para aplacar conflictos internos de las provincias. Ninguno de los opinadores estimó prudente analizar la medida en función del impacto social del dilema. ¿Puede el Gobierno Nacional aceptar graciosamente una zona liberada de  245.000 kilómetros cuadrados? El tamaño de la disyuntiva hace a la envergadura de la medida. Eso es política. Una cosa es que a las Provincias se les exija poseer capacidad operativa para resolver conflictos internos en una fábrica o en una dependencia estatal puntual (educativas, sanitarias), y otra muy distinta dejar librado al albedrío jurídico y legal a una porción del territorio nacional. Algún pavo describió la cuestión socarronamente como una suerte de contradicción, dejando de lado, de existir tal contradicción, si la medida era correcta o incorrecta; vale decir debatir con honestidad intelectual la medida. Otra vez la refutación como actor principal, la crítica encapsulada adolescente, sin los contenidos analíticos mínimos e indispensables.
Dentro de la bolsa de la interpretación podemos hallar elementos de toda clase y tenor. Acaso sea el nicho más democrático que existe y como consecuencia al que se le debe prestar la  mayor de las atenciones. Nadie de los que allí abrevan ingresa dos veces al cuarto oscuro por más que algunos individuos sospechan que lo hacen a través de su audiencia, de sus listas de seguidores o por medio de sus lectores. Se observa cierto egocentrismo mediático en la mayoría de los comunicadores, sujetos que intentan prolongarse masivamente en la ancha alameda de la opinión publicada (por suerte y hasta ahora: no pública). Por naturaleza individual siempre huí del discurso simplista. Nunca en los diez minutos que dura una entrevista o una editorial se puede analizar concienzudamente la complejidad económica, social y política de una coyuntura, menos aún se puede hacer sobre la historicidad y sus consecuencias. Quién pretende detentar conclusiones taxativas, a modo de Viejo Vizcacha, nos está engañando o por lo menos no nos está blanqueando sus intereses personales. Nadie es neutral por más que así se autodefina, cosa que se me cruza por la cabeza cuando decido descular algo del costal de las interpretaciones; elemento que nunca debemos despreciar: Nuestra propia decisión para ingresar o no a la compleja rémora que nos proponen los intereses ajenos.

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