MATSUO BASHO
Matsuo Basho (1644‑1694)
es considerado como el mayor poeta de haiku jamás nacido. Nació y se educó
como samurai. Cuando su señor murió dejó la fortaleza en la que vivía y se
dirigió a Kyoto, donde comenzó a estudiar los clásicos chinos y japoneses. Los
primeros años de su vida estuvo fuertemente influenciado por la enseñanza de
Confucio que por aquella época gobernaba el mundo de los samuráis. En 1681 conoció al Maestro Zen Bucho del
que recibiría la iniciación a la sabiduría Zen. Durante su vida utilizó varios
seudónimos. Al comienzo Tosei, más tarde lo cambió por el de Basho. Después de
conocer al Maestro Zen Bucho y debido a su profundización en el Zen, se dio
cuenta de que la poesía era algo más que belleza o moralidad, intelectualidad o
ingenio verbal. A partir de entonces busca una nueva trascendencia en su poesía
y hace del haiku la expresión humana de la iluminación Zen. Por eso no utilizó
el waka que era la forma poética más literaria, sino que eligió el haiku. El
waka se centraba en la belleza, en lo lírico, sus premisas eran más que
temporales y en definitiva explicativas.
El haiku, como la vida Zen, se centra en lo cotidiano
y no excluye nada de su campo. Sucede aquí y ahora, sin considerar el antes o
el después, y sus temas son la mayoría de las veces indefinibles. La poesía de
Basho surge de su amor del contacto con la naturaleza. El mismo decía que
sin experimentar el frío y el hambre la verdadera poesía era imposible. Su
vida estuvo marcada por la pobreza buscada intencionalmente y por las continuas
peregrinaciones a lo largo de todo el Japón. Según Blyth, Basho es uno de los
mayores poetas del mundo por el hecho de que vivió la poesía que escribió y
escribió la poesía que vivió. Unificado con la naturaleza, recorriendo
continuamente los caminos del Japón, Basho experimentó la soledad, el frío el
desaliento y de todo ello supo extraer la fuente de su inspiración.
La naturaleza fue un factor determinante en la vida y
en la obra de Basho. Veía en ella al auténtico maestro viviente. Sus formas
cambiantes le descubrían la verdad inmutable. La sucesión de las estaciones era
el ritmo de su respiración. El haiku de Basho es simple y natural. "Haiku es simplemente lo que está
sucediendo en este lugar, en este momento", decía él mismo.
El haiku es intuición pura del aquí y ahora. En esto
vemos aún la influencia del Zen. El poeta debe abandonar sus actitudes
personales. Debe evitar que su "yo" se interponga entre los objetos y
la intuición de los mismos. Así, la vanidad del poeta no debe manifestarse, no
debe querer componer un poema impulsado por su ambición. En palabras de Basho:
“Los versos de algunos poetas están
excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón. Lo
que viene del corazón es bueno, la retórica es innecesaria."
"El valor del haiku es
corregir la utilización de las palabras ordinarias. No debemos tratar las cosas
descuidadamente. " Estas palabras podrían ser confundidas con las de un Maestro Zen. Basho
comenzó a enseñar el arte del haiku cuando contaba treinta años. Su primer
discípulo fue Kikaku. He aquí una anécdota de este tiempo plenamente reveladora
y que nos abre el camino hacia la intuición poética del Maestro en haiku.
Está contada por F. P. Izquierdo en su excelente obra
"El Haiku japonés".
"Cierto día, Basho y
Kikaku iban paseando por el campo y se quedaron mirando las libélulas que
revoloteaban por el aire. En ese momento, el discípulo compuso este haiku:
¡Libélulas rojas! Quítales
las alas y serán vainas de pimienta."
El Maestro respondió: "No.
De ese modo has matado a las libélulas. Di más bien:
¡Vainas de pimienta!
Añádeles alas y serán libélulas.
Vivificar la naturaleza, no destruirla, esa era la
vocación poética y vital de Basho.
Basho murió en 1694 en el curso de una de sus
peregrinaciones, rodeado de discípulos y amigos. "Durante sus últimos días
de enfermedad hablaba continuamente con ellos sobre filosofía, poesía y
religión. Viendo sus discípulos que se acercaba la hora de su muerte, le
rogaron que compusiera su poema de despedida. El rehusó, argumentando que
durante sus últimos diez años había escrito todos los versos como si cada uno
fuera el de despedida. "El haiku
de ayer es el poema de despedida de
hoy. El de hoy es el poema de despedida de mañana. No he escrito ningún verso
en mi vida que no sea mi poema de despedida.
Cualquier
verso que yo haya compuesto en los últimos años puede ser mi poema de
despedida. Todo lo que existe es siempre y originalmente la forma del Nirvana.
El Buda Shakyamuni se despidió con estas palabras y toda su enseñanza está
incluida en ellas… Así que, repito, ningún verso en particular será mi poema
despedida.”
Basho se durmió con estos pensamientos, pero a la
mañana siguiente llamó a sus discípulos junto a su lecho y les dijo que durante
la noche había soñado, y que al despertar había intuido un haiku. Y lo enunció
delante de todos:
Habiendo enfermado en el
camino, mis sueños merodean por páramos yermos.
Aún hoy, dentro y fuera del Japón, Matsuo Basho es
considerado como el Maestro indiscutible en el arte del haiku.
Francisco
F. Villalba. Madrid 1983
Cuatro
Estaciones – Matsuo Basho
No lo olvides:
caminamos por el infierno,
contemplando flores.
Mujer,
que caliente la piel
que cubre.
Incluso en mi ciudad
duermo ahora
como un viajero.
De cuando en cuando
las nubes acuerdan una pausa
para los que contemplan la luna.
Dios está ausente
las hojas muertas se
amontonan
todo está desierto.
Brasas bajo la ceniza,
sobre el muro
la sombra del invitado.
Y ahora
vamos a contemplar la nieve
hasta caer agotados.
Sentado en el valle,
inmensidad más breve
que la tormenta.
La nieve de la cima
piensa que es eterna,
mas sólo es el sueño del volcán.
Expuesto a la intemperie y
resignado
cómo corta el frío mi
cuerpo.
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