EL PEOR MOMENTO DEL PERIODISMO ARGENTINO



Una nueva verdad científica
no triunfa convenciendo a sus adversarios
y haciéndoles ver la luz,
si no más bien porque sus adversarios mueren
y crece una nueva generación
que está familiarizada con ella. 

Max Planck

Por fuera de las notables y escasísimas excepciones existentes y que a la vez honran a la profesión estamos inmersos en un período nefasto en el marco de la actividad periodística. Entre mentirosos, falaces y denuncistas circula la desinformación de modo transversal, sin distinción de ideologías, credos, razas, edades y sexo.
Un conjunto de tipos esmerándose caprichosamente en posponer la información a favor de su propio estrellato mediático bajo los paraguas e intereses de sus empleadores de turno. En el medio, la excusa de la libertad de expresión modela convenientemente toda estupidez manifestada, y nadie se hace responsable de sus erratas, embustes y malversaciones. Otros cientos de párvulos amplifican según propias simpatías a sus admirados mentirosos. En nuestra actualidad no se trata de informar, se trata de psicotizar a lector, al televidente y al escucha con la reiteración de temas cuya veracidad resulta lo menos trascendente. El asunto pasa por instalar un tema y a su respecto tomar posiciones principistas sin que importe demasiado si tal cosa guarda correlato de certeza. De ese modo una realidad impuesta y aparente comienza a tener formato propio por la deliberada intencionalidad de los medios que insisten en “imponer una agenda”.
Se sabe que el bombardeo informativo desinforma y si a eso le sumamos la retiración constante de cada tópico dicha desinformación se multiplica de modo exponencial tanto como es emitida, guardando el “titular” estatura de noticia más allá del análisis y el contenido argumental.
Estoy harto del inciso que propone la “Lectura de los diarios” que se ha instalado como formato en casi todos los medios del éter. Sospechosamente se presenta la cuestión como un supuesto servicio para que el ciudadano se encuentre debidamente informado (¿?). Los más arriesgados acompañan al titular con el copete de bajada, no más. El análisis periodístico, los cuestionamientos éticos y la crítica política no son develados en tanto y en cuanto los usuarios sigan siendo considerados por el sujeto periodístico como objetos de asimilación y consumo no pensante.  Así la supuesta información se presenta en el marco de una góndola temática en donde cada quién le cree a cada cual si saber a ciencia cierta por qué razón debe asumir dicho compromiso. El periodismo contemporáneo se esfuerza por ser creíble, poco le importa ser veraz; si hacemos una aplicada revisión podemos corroborar que cuando la verdad aparece la credibilidad decrece proporcionalmente, aquí la memoria juega un rol esencial;  de modo que poco importa llegar a saber realmente cómo son las cosas (ergo la información) lo que importa es reforzar un relato que imponga como premisas absolutas cuestiones convenientes desde lo sectorial.
En nuestro presente no existe periodismo crítico político, lo que existen son operadores mediáticos de determinados intereses políticos y económicos, en consecuencia lo único que podemos observar son los discursos de los propietarios de los medios en boca de tipos cada vez menos comprometidos con el análisis y mucho más entusiastas con los designios corporativistas de sus empleadores.
De ese modo es absolutamente admisible, tanto en el ámbito nacional como a escala local, la observancia de ciertos blindajes mediáticos en consonancia con determinados intereses económicos. Rigurosidad que sí aparece puntualmente plasmada ante cada conflicto político o judicial que impacta al Gobierno Nacional. Algunos llaman a esto distinta vara. Yo lo llamo básicamente cuestión de alineamiento mercantil.

Dentro del sistema capitalista, y más allá de una dormida ley de medios audiovisual, un APC (agente de propaganda corporativa) tiene más entidad y poder de fuego que un periodista o intelectual analítico. Los apoyos publicitarios que reciben ciertas propuestas mediáticas llaman la atención. En nuestros Pago por ejemplo y a pesar de su prestigio, Testigos de Privilegio contaba con una grilla publicitaria muy pobre y no acorde con la altura del programa. De ese modo y tomando frases dichas en varios análisis anteriores, el capitalismo darwiniano no tiene reparos en sacrificar a la especie Carlos Madera y mantener otras con un amplio margen de adaptabilidad, muy a pesar de las diferencias intelectuales y periodísticas que podemos experimentar de cara a dichas propuestas. Y no me estoy refiriendo a una cuestión de gustos, ni siquiera a las líneas ideológicas puestas de manifiesto. Mientras Carlos trata de analizar concienzudamente nuestra realidad cotidiana desmenuzando incisos políticos no siempre tenidos en cuenta, los otros simplemente exponen y multiplican lo que los medios dominantes instalan como verdades reveladas sin dudar siquiera sobre sus propias afirmaciones. La cantidad de noticias falaces vociferadas a 600 kilómetros de distancia, sin el debido chequeo, sin aguardar confirmación alguna, sin análisis previo, habla por sí de un modelo periodístico acorde con la época.

Radio Continental, emisora propiedad de la multinacional Prisa, no mantiene en su grilla a Víctor Hugo Morales por el placer que le provoca el pluralismo; de hecho ya lo intentó despedir en varias ocasiones, cosa que los mismos oyentes impidieron. El Oriental ostenta un indivisible correlato ético sólo discutido por una majada de librecambistas al servicio de sus patronales. Es quién le otorga a la emisora las mayores rentabilidades económicas y el prestigio mediático para permitirse contener en el resto de la grilla a sujetos como los que detallamos anteriormente. Si por pluralismo fuera abriría mucho más su programación. Alguna vez el mismo Víctor Hugo afirmaba que la radio, con su presencia, podía apoltronarse contratando a lo más abyecto y vergonzante del periodismo. Lo mismo ocurre con Aliverti en la emisora La Red.

En el programa Bajada de Línea y a través de un estudio a escala continental, insospechado de ser oficialista, quedó plasmado que el periodismo argentino se encuentra ubicado en el anteúltimo lugar en cuanto a prestigio y consideración por parte de su población. Sólo Trinidad y Tobago está por debajo nuestro. ¿Qué significa esto? Simple. Cuanto más se evidencia el cruce de intereses corporativos menos credibilidad pueden ostentar los individuos periodísticos que suelen regar con falacias el horizonte informativo a favor de esos intereses. A todo esto la verdad aparece como el menos importante de los asuntos cosa que es percibida de inmediato por la sociedad. Pensemos solamente en la cantidad de mentiras, engaños y embustes que fueron y son vociferados sin que a nadie se le caiga un anillo de pudor. La resultante no puede ser otra que la señalada por el estudio realizado.

Coincidiendo con Max Planck es probable que una nueva verdad científica, en este caso periodística, se esté construyendo, y no debemos librar ninguna esperanza para que dicha verdad sea admitida por la efervescencia de la contemporaneidad. No vamos a disfrutar del cambio. Lo nuestro es demostrar a diario que otro periodismo es posible, y que tal cosa depende únicamente de los profesionales que comprometidos éticamente con la actividad deseen acercarse más a la información certera, probada y chequeada que a la defensa de intereses dominantes. La próxima generación tal vez logre desentrañar los males que el presente de la profesión propone; haciendo la debida lectura sobre los errores, sobre los nefastos y sobre los impunes se aprende, aunque una generación completa haya tenido que pagar el costo de la lucha de cara a un futuro mejor.

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