Fuego Griego
Los árabes emergieron en su península hacia el 632 y empezaron una impresionante serie de conquistas que, en el lapso de cincuenta años, parecieron infundir nueva vida a lo que centurias atrás fuera el viejo Imperio Persa, con la adición geográfica de Arabia y el Norte de África. Todo parecía indicar la inevitable caída de Constantinopla a la que seguirían los demás dominios de los casi extintos dominios Romanos. Hacia el año 673 el Helesponto eran lo único que separaba a la flota Árabe de Constantinopla. La metrópoli detentaba destino inexorable.
Por entonces vivía en la ciudad un alquimista llamado Calínico quién había llegado a Constantinopla como refugiado. Calínico inventó una mezcla de aceites, nitrato potásico y óxido de calcio que no sólo ardía, sino que potenciaba su combustión en el agua con mayor fuerza. Este Fuego Griego era expelido mediante tubos contra los barcos de madera de la flota árabe. El temor a ser víctimas del fuego y la visión horrible del agua ardiendo en su superficie forzó a la flota a retirarse desechando el intento de modo definitivo.
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