Mateando con la Ciencia - Hoy ceba Isaac Asimov - Apuntes sobre Paleontología y Antropología

Fósiles 


La palabra fósil proviene de la vos latina que significa excavar. Al principio se llamaba fósil a todo aquello que pudiera ser extraído de la tierra, pero el término acabó siendo aplicado a los objetos concretos que eran extraídos y que, aún siendo de piedra, presentaban una notable semejanza con restos de seres vivientes: En particular huesos y dientes. El Doctor George Bauer, más conocido como Jorge Agrícola en 1556 había hecho comentarios al respecto más de un siglo antes.
Existían numerosas teorías sobre esos fósiles. Algunos creían que eran ensayos de Dios para crear seres vivos; otros opinaban que de trataba de restos de animales que habían perecido durante el Diluvio de Noé.
Sin embargo en 1669 el geólogo Danés Nicolaus Steno sostenía que eran restos de criaturas vivientes que se fueron petrificando lentamente. Este punto de vista fue prevaleciendo de forma gradual y los fósiles iban a ser las pruebas más espectaculares a favor de la evolución biológica



Australopiteco


Hasta 1924 el homínido más primitivo conocido era el Pithecantkropus erectus descubierto por Dubois en 1890. Si bien este fósil tenía un cerebro que era sólo la mitad, en tamaño, del de un ser humano actual, se hallaba relativamente avanzado. Por ello se consideraba bastante verosímil que fuera el más primitivo de los homínidos.
En ese 1924 se encontró en una cantera de arenisca sudafricana un pequeño cráneo que, excepto por sus dimensiones, parecía humano. El antropólogo de origen australiano Raymond Arthur Dart, nacionalizado sudafricano, lo examinó y lo reconoció como perteneciente a un homínido primitivo llamándolo Australophithecus, que quiere decir en griego “Mono del Sur”.
Sin embargo no se trataba de un mono y subsiguientes descubrimientos de varias unidades similares demostraban que caminaban erectos y se hallaban más próximos a los humanos actuales que a cualquier mono actual o extinguido. Lo cierto es que por el momento el Australophitecus es el homínido más primitivo que conocemos. 


Extinción de los dinosaurios


En 1979 el científico norteamericano Walter Álvarez trataba de determinar las proporciones de la sedimentación en unas antiguas toscas sedimentarias de Italia. Para lograr ese fin hizo uso de técnicas de activación neutrónica que le permitieron fijar con gran precisión las cantidades de varios elementos extraños en las rocas. Para su sorpresa encontró que cierto estrato delgado de la roca contenía alrededor de veinticinco veces con respecto a los estratos superiores e inferiores de un metal raro llamado Iridio. Dicho estrato en cuestión tenía sesenta y cinco millones de años de antigüedad y se situaba en el mismo límite entre el Mesozoico y el Cenozoico. Coincidiendo con ese límite los dinosaurios y muchas otras especies se extinguieron con sorprendente celeridad.
Durante años los científicos se plantearon el enigma de esa extinción ofreciendo una gran variedad de explicaciones, ninguna de las cuales ha demostrado ser verdaderamente satisfactoria. Álvarez consideró que tamaña cantidad de Iridio no podía resultar una mera coincidencia. Debía existir alguna relación con la gran extinción y esta sólo pudo producirla algún cuerpo externo. La mayor parte del Iridio de la Tierra se situaba en su núcleo de hierro, de modo que en las rocas superficiales había muy poco. Un  meteoro, acaso un cometa hubiera sido mucho más rico en ese material que la corteza terrestre.
Así pues Álvarez postulo que un gran asteroide o cometa de varios kilómetros de diámetro chocó contra la Tierra hace sesenta y cinco millones de años provocando erupciones volcánicas, gigantescas mareas, incendios y otros fenómenos adicionales de enorme incidencia. Por añadidura, la atmósfera se vio saturada en polvillo por lo que probablemente la radicación solar se haya interrumpido por un prolongado tiempo. Todas estas variaciones de desastre podrían haber acarreado extinciones de enorme alcance. (De hecho la enumeración del desastre es tal que resultaría entender la supervivencia de alguna especie).
Esta tesis de Álvarez fue tomada con mucho escepticismo y muy resistida en sus comienzos, pero a medida que las investigaciones científicas acumulaban datos son muchos los que en la actualidad abrevan de la teoría.

El Hombre de los hielos


En Septiembre de 1991 unos excursionistas alemanes se encontraron el cuerpo momificado de un hombre prehistórico en un glaciar de los Alpes Italianos a 3.200 metros de altitud. El “Hombre de los Hielos” fue bautizado como Oetzi, nombre del valle en el cual fue hallado, y tras pruebas con el Carbono 14 se determinó que vivió en la Edad de Bronce ya que tenía 5.300 años de antigüedad.
Oetzi tenía su cuerpo preservado por el hielo, sostenía un arco, flechas y un hacha de cobre, portando vestimenta diseñada con mallas de piel de oveja y capas de hierba. Representa uno de los más significativos hallazgos arqueológicos y ha permitido a los investigadores realizar diversas pruebas para conocer mejor como vivían los humanos hace cinco mil años, entre ellas una reconstrucción tridimensional de su imagen en un ordenador con el objeto de no dañar su cuerpo, completando la batería de estudios con análisis de DNA.
A partir de la información obtenida los expertos creen que era un cazador o un guerrero que fue asesinado en una disputa con una tribu rival. En la actualidad la momia pesa 13 kilos y se conserva perfectamente gracias a un proceso natural de congelación en el Museo de Bolzano, Italia, donde puede contemplarse.

Homo Antecessor


Los paleontólogos españoles Eudald Carbonell, José María Bermúdez Castro y Juan Luis Arsuaga hallaron en 1994 restos humanos cuya antigüedad alcanza los 780.000 años.  Se trata del descubrimiento de los restos más antiguos en suelo europeo hasta el momento. Los fósiles fueron hallados en las excavaciones del nivel TD6 de la cueva de Gran Dolina del yacimiento arqueológico de la Sierra de Atapuerca en Burgos, España.
Hasta ese momento los restos homínidos más antiguos del viejo continente databan de 500.000 años en el yacimiento de Boxgrove, Inglaterra. El hallazgo ibérico demostró que los seres humanos emigraron a Europa desde el continente africano por lo menos cien mil años antes de lo que se había creído hasta ese momento.
Dos años después los paleontólogos concluyeron que los restos encontrados pertenecían a una nueva serie de homínido al que llamaron Homo Antecessor, nombre en latín que significa hombre explorador o pionero. Se determinó que esta especie llegó a Europa proveniente de África hace poco más de un millón de años y fue el último antepasado común del Homo Sapiens y los Homo Neanderthalensis que vivieron hasta hace 30.000 años.
Los restos fósiles del Homo Antecessor mostraron notables similitudes con los humanos actuales: Eran homínidos robustos, de estatura media, y con una capacidad craneal de unos 1.000 cc (la actual es el torno a los 1.400 cc). Se infiere, de acuerdo a cortes hallados en los fósiles realizados con rudimentarios utensilios de piedra, que este homínido del Pleistoceno practicaba el canibalismo.

Tiktaakil Roseae

En el año 2006 un equipo de científicos dirigidos por el paleontólogo Neil Shubin de la Universidad de Chicago dio a conocer el descubrimiento del fósil de un Pez/Cocodrilo al que denominó Tiktaakil Roseae. El fósil se había hallado dos años antes en la Isla Ellesmere, al norte de Nunavut en Canadá y tendría unos 375 millones de antigüedad. El animal era un vertebrado acuáticos de rasgos anfibios con aletas para nadar que a la vez articulaban de modo le permitiesen caminar sobre tierra firme. Según los expertos esta criatura representa un eslabón crucial en la cadena evolutiva que pasó del mundo acuático al mundo terrestre.

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