HUGO CESAR SEGUROLA en El Perdido - Nota de Opinión



¿Qué cambió desde hace un año hasta la fecha?

Pregunta que nos hicimos con mi compañera Dorita apenas nos retiramos del Centro de Jubilados de El Perdido luego de haber asistido a la presentación del libro Dorregueros 2 del estimado y respetado periodista y escritor local Hugo César Segurola.

Qué ocurrió para que ese centenar y medio de presentes cuando el lanzamiento del primer volumen se haya transformado en una reunión casi hogareña. El esfuerzo y el estricto respeto profesional por el oyente y el lector, ítems que laboran como formato en la piel del mencionado, no merecían tamaña muestra de desinterés.

Es verdad, durante aquel evento, el homenaje que se le brindó a Coca Fernández ofreció una concurrencia impensada para las modestas instalaciones de la Biblioteca Popular, pero no es menos cierto que luego de aquel merecido recordatorio a una de las personas más transcendentes en la vida de aldea todos acompañaron la presentación del Dorregueros 1 con entusiasmo y sumo interés. De hecho la jornada concluyó bien entrada la noche completa en sentidas dedicatorias del autor y fraternales abrazos que el paso del tiempo había transformado en  deudas pendientes sin fecha de vencimiento.

En aquella oportunidad la villa dejó de lado por un par de horas desencuentros personales e ideológicos, los grupos de pertenencia y los clanes dejaron paso a la comunión colectiva que significaba que alguien nos dedicara su tiempo para relatar nuestras historias; testimonios que visibilizan muestro diario transitar, polvoriento, pacífico, casi intrascendente, inexistente para un universo que ni siquiera sospecha que formamos parte de la humanidad.

Y fue hermosa aquella jornada en la Biblioteca Popular. La emotividad, la generosidad y el compromiso fueron los actores principales en la sentida bienvenida pública que bien se le tributaba a quien nos expresaba su afecto a través de la literatura.

Los quince asistentes del martes 27 de Diciembre nos hicieron pensar en ingredientes adicionales que suelen malversar la vida de los pueblos, que confunden torpemente, que exponen nuestras falencias de modo siniestro.

Lamentablemente Hugo Segurola sintió en propia piel el escarnio que significa ingresar a la arena política. “No pertenecer más a ese mundo neutro, impersonal y esterilizado que tan bien le sentaba a la población”. Tomar posiciones de acuerdo a las convicciones tiene un correlato demasiado gravoso en Guisasola. El aislamiento y la discriminación transforman a un ser intachable y honesto intelectualmente en una lacra pestilente plagada de decenas de males contagiosos.

Resultó curioso que ante un evento eminentemente cultural, muy poco frecuentes en la villa, las actuales autoridades de la Biblioteca Popular, entidad de la cual somos socios, no hayan asistido teniendo en cuenta que uno de los capítulos del Libro detalla sus casi treinta años de esfuerzos solidarios. Sentida alegoría que no sólo describe su derrotero, sino además homenajea a su insignes fundadores; del mismo modo resultó extraño que decenas de menciones sobre el Club Progreso no hayan tenido oídos responsables que reciban el beneficio de los recuerdos.

Las autoridades gubernativas oficiales brillaron por su ausencia al igual que el resto de la instituciones locales mayoritariamente cooptadas por el oficialismo, excepción hecha de Hugo González en su triple rol de Presidente, anfitrión y representante del Centro de Jubilados.

Hugo César Segurola no merecía el exhibido desaire Guisasolense. Siempre ha estado con nosotros, en los buenos y en los malos momentos. Menos aún su despliegue técnico para dedicarnos una esforzada presentación en el marco de una jornada tórrida y escasamente amigable. Esto último no debe constituirse como excusa; aquella circunstancia en la Biblioteca fue tan impiadosa como ésta. 

Nos falta mucho trayecto democrático por recorrer en Guisasola. Entender que el pensamiento único no suele edificar, todo lo contrario, mortifica la esencia misma del sistema.

Es necesario comprender que nadie castiga con su ausencia, a lo sumo, empobrece el debate, nos califica como anfitriones y conspira malamente contra un invitado que largamente merecía mayor respeto y delicadeza colectiva.

Queremos pedirte perdón Hugo. Con Dorita nos surge este modesto sentimiento de responsabilidad. Perdón a Clarita, a Cristina, a los muchachos de la técnica y el sonido, a Silvio Álvarez y su impecable locución. Demasiado tiempo y esfuerzo dedicado a una localidad que no tolera los códigos que gracilmente nos dedica la libertad.

Sabemos que este segundo volumen va a tener el mismo éxito que el anterior. El trabajo posee un diseño estético superador con una inversión que pone de manifiesto el compromiso del autor para entregarle a la comunidad calidades exponenciales.

No hablamos desde la siempre mal utilizada frase “vergüenza ajena”, hablamos desde el dolor particular como vecinos de una comunidad que se precia de ostentar orgullos inmaculados. La soberbia de quién piensa que siempre existirán plumas dispuestas a prestarnos atención.

Gracias Hugo, a vos y a tu gente... a tu esfuerzo por no claudicar; coincidiendo o no, nuestro barco sigue siendo el mismo. Como bien afirmaste, nuestros paradigmas por un Dorrego mejor permanecen intactos, más aún, siendo testigos de lo acontecido nada ni nadie nos impide que te reiteremos nuestra auténtica y sincera admiración.




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