UCR - Nota de Opinión


Si de futuro se trata... 

¿De qué lado estás?


Iván, un pibe de treinta y pico, se cuelga en la habitación de un hotel. Es funcionario del área financiera de un gobierno latinoamericano de marcado corte Nacional y Popular. Lo único que le interesa al tipo que veo en el noticiero del multimedio dominante, con rictus de Marlowe, es que horas antes el muerto había estado en un spa y luego haciendo compras en un centro comercial de la República Oriental. Por la tarde un riguroso crítico radial, repleto de frases hechas y razonamientos lineales, eficiente correveidile campestre excelentemente patrocinado por el establishment, completa de centros muy bien direccionados a un impresentable y limitado dirigente sindical del sector agropecuario que se opone a un nuevo estatuto del peón rural, que amplía los derechos de los trabajadores del campo; y lo manifiesta en plena sintonía con las patronales más reaccionarias del sector (¿?). Alguna vez un prestigioso colega de este sujeto mediático comentó bromeando que no era recomendable esperar de él algo elaborado o pensado, es un fanático y fundamentalista opositor del Gobierno Nacional con armadura de plomo: “ni las balas le entran, menos aún las ideas populares”- manifestó sonriendo.

Luego del reciente resultado electoral toda iniciativa que toma el ejecutivo es vista, por parte de la oposición y las corporaciones que no toleran intromisiones estatales, por ende colectivas, como una avanzada totalitaria...

Así, el presupuesto 2012, el proyecto de ley sobre el estatuto mencionado, la socialización del insumo papel para diarios, las acciones judiciales para efectivizar el cumplimiento de la LEY (nunca hay que olvidar que es una ley) de servicios audiovisuales y el proyecto de ley de tierras, preservan para el arco opositor, un perfil escindido de lo que pueblo ha elegido por amplia mayoría el 23 de octubre pasado; que resultan de espasmódicos escarmientos en lugar de entender que forman parte de un proyecto político que a esta altura de los acontecimientos tiene un claro y marcado correlato ideológico. Mensaje aceptado y democráticamente avalado por una histórica mayoría.

La cabeza dirigencial de la CGT reclama lo que debe reclamar en función de su lógica representatividad y de planteos efectuados oportunamente: Ascender el piso del mínimo no imponible, eliminación de la coyuntura que limita la posibilidad del cobro de asignaciones familiares de los trabajadores bajo relación de dependencia y el debate sobre el proyecto de Ley, cuyo autor es el Diputado Recalde, para otorgarle un marco legal a la participación obrera sobre las ganancias de las empresas tienen varios años de paciente espera.
El resto de sus manifestaciones políticas tienen sentido dentro del debate que debe hacer el Partido Justicialista puertas adentro y no tienen porqué afectar el normal funcionamiento de los tres poderes que gobiernan la Nación.

¿Qué es lo complejo de entender entonces?.

Tal vez dicha complejidad se incruste de frente con la marcada intencionalidad de sospechar bajo aguas turbias la observancia de fenómenos políticos dinámicos que no hacen otra cosa que desafiar la más sensible y torpe de nuestras franjas intelectuales: El prejuicio.
Como afirmó el mismo Moreu: Mantenerse en el mismo error; no ceder y continuar construyendo antikirchnerismo bobo.

Entonces, una situación límite de carácter personal que desemboca en un desenlace trágico es visto políticamente como sospechoso; un recurrente y legendario reclamo obrero es observado y editorializado como un quiebre social que propone un escenario de violencia política; una ley que posibilita acceder de modo equitativo al insumo para diarios es analizada como un ataque a la libertad de prensa(¿?); un proyecto que propone mejorar las condiciones laborales del peón de campo (tener en cuenta la decena de hallazgos esclavistas que hemos visto durante estos últimos años) posee un perfil censor por parte del Gobierno; la preservación de nuestro territorio a través de una ley que limita la compra extranjera a favor del inversor nacional posee visiones demoníacas y totalitarias; la democratización de las bocas mediáticas es la resultante de una lógica stalinista sobre el manejo de opinión pública y publicada; el derecho de un gobierno a presentar su presupuesto y aprobarlo, de contar con democráticas mayorías parlamentarias, sobrelleva el calificativo de hegemónico.

¿En qué sitio del debate podemos encajar entonces la ausencia de institucionalidad si todo lo consignado pasa por el Congreso Nacional, máxima representación de nuestras preferencias políticas?
Difícil de responder sin mediar cierta cuota de cinismo y alguna palabra desmedida. En lo personal trato de esforzarme por evitarla de modo plantear argumentaciones sólidas que permitan acceder a una comprensión horizontal del asunto.

Sigo pensando que el Radicalismo es la clave del dilema. Como segunda fuerza representativa a escala nacional le reviste la enorme responsabilidad de no malversar un relato histórico que también comparte, por el que han muerto sus notables, por el que han luchado hasta el límite de su vida sus mejores cuadros militantes.
Un volver a las fuentes populares significaría dejar sin asunto ciertos alegatos que las corporaciones suelen utilizar para denostar al Gobierno democráticamente elegido. Hasta la fecha el Radicalismo se ha equivocado de socio político en su doble significado: Esto le provocó en primer lugar la inmolación de sus históricas banderas y en segundo término su atomización y el consecuente desastre electoral en los últimos comicios.

Que afortunados seríamos como Nación observar a la Unión Cívica Radical debatiendo el proyecto Nacional y Popular desde su interior, sentado en la misma mesa, y no asumiendo los dictados de una oposición sesgada, de corporaciones cuyos intereses distan notablemente de las necesidades del colectivo social, entendiendo que el sujeto pueblo debe volver a ser su indivisible paradigma para contar con chances ciertas de acceder nuevamente al poder.

Sería fantástico y enriquecedor ver a la UCR elaborando pensamiento crítico y analítico sin absurdos gorilismos,  por fuera de las embajadas, como lo hacen muchos de sus seguidores lamentablemente desencantados y alejados de sus estructuras. No tengo dudas que la gran masa Radical que votó a Cristina superó ampliamente a la cantidad de votos obtenidos institucionalmente por el viejo “sello” partidario. La Presidenta no contó con la totalidad del voto peronista, en consecuencia ese 54% fue construido horizontalmente, jugando las viejas banderas Yrigoyenistas un rol fundamental.

A mi entender el Radicalismo tiene un papel cardinal para darle el golpe definitivo a la derecha, dejarla sin asunto, sin burdos argumentos, sin actores de reparto que cobijen sus desmesuras mercantiles, sin vestir elegantemente sus programas de cable. No tengo dudas al respecto, a la vuelta de la esquina están Macri y Magneto y con ellos la dictadura y los noventa volverán a vestir sus mejores túnicas.

Un gran acuerdo nacional de fuerzas populares me permito ilusionar desde esta humilde tribuna; en donde el Oficialismo y la UCR converjan en una síntesis colectiva sobre el devenir, haciendo la debida lectura de un mundo que se aproxima complejo e impredecible. De lo contrario el pueblo lo hará a su modo siendo la indeseada fragmentación inevitable.
Muy lejos estoy de solicitar alineaciones tácitas o formales. Creo en los matices y en la diversidad en la percepción de la realidad. No me interesan las alianzas; apuesto por la pasión del debate democrático.

Me pareció noble y correcta la actitud del Diputado que en su momento reclamo una Ley de Tierras en contraposición con el adolescente comportamiento del Diputado Ricardo Alfonsín en ocasión del discurso presidencial. Dos caminos a seguir, dos lecturas. En un caso la humilde aceptación de una falta casi infantil producto de un año electoral demasiado destructivo por parte de su grupo político de pertenencia; en el otro la soberbia y la falta de respeto, no comprender que el pueblo soberano ha confiado nuevamente en esa persona que estaba dirigiendo su mensaje al auditorio y a la sociedad en su conjunto. Tampoco vislumbró, la  “segunda parte” de los Alfonsín, que más allá de la investidura política había una Dama disertando, en consecuencia, su comportamiento no sólo defraudó desde lo político sino también desde el respeto y la caballerosidad. Alfonsín, al igual que las corporaciones mediáticas dominantes, no tomaron debida nota de lo ocurrido el 23 de octubre pasado. 

Uno entiende que aceptar la realidad es de oneroso costo en la misma medida que adolecemos de capacidad para asumir nuestras falencias. 

El Radicalismo histórico no es el 12% del electorado. Sus banderas comprenden un horizonte mucho más amplio y abarcativo, en donde se pueden confundir tranquilamente y en alianza espontánea los sectores del trabajo, los sectores menos favorecidos y las clases medias, tanto urbanas como rurales. Tal como lo delinearan sus pensadores de FORJA allá durante el treinta, como lo hicieron muchos de aquellos ministros que conformaron el primer gabinete de Perón, como hacen en la actualidad el gobernador santiagüeño Zamora, el flaco Raimundi, la Gobernadora fueguina Ríos, y decenas de Intendentes que se ven favorecidos en su gestión (muchos de ellos han sido ratificados electoralmente con holgura) producto de un sistema inclusivo en donde el derrame (el “generoso” excedente de los pudientes y exitosos) ya no es la teoría dominante.

El Radicalismo tiene el estupendo desafío de reconstruir su base fundacional, desempolvar sus olvidados paradigmas populistas, desmalezar sus recordados y más hermosos jardines ideológicos de la paja corporativa que siniestramente se apropió de su llanura. Argentina necesita del Radicalismo y del FPV, en un acuerdo de ocho o diez puntos básicos que conformen un proyecto de país que le impida a la derecha volver por sus fueros perdidos y que tanto daño le ocasionaron a la sociedad en su conjunto.

El 2015 nos verá mucho mejor que ahora si la UCR deja de hacer antikirchnerismo bobo, si decide disputar el poder en la cancha popular, en donde las mayorías somos locales, en donde nuestras voces cuentan, en donde nuestros dolores son visibilizados. Debe poner las cartas sobre la mesa, descorrer los velos, quitarse de encima la lacra que se mimetiza dentro de sus filas, y decidir de qué lado del dilema existencial se encuentra.

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