Mateando con la Ciencia - Apuntes de la Antigüedad


Troya


El lugar de la antigüedad no bíblica más interesante para los europeos era sin duda Troya, situada en lo que hoy es el noroeste de la Turquía asiática. Allí se libró la semilegendaria guerra de Troya situada temporalmente hacia el año 1200 antes de Cristo. Muchos de los lectores de la Ilíada de Homero en los últimos veinticinco siglos creyeron que la misma tenía una base histórica. Uno de los que así lo consideraban era el hombre de negocios alemán Heinrich Schliemann. Nacido pobre, trabajó duramente para reunir una fortuna, con el único propósito de dedicarla a localizar las ruinas  de la ciudad. En 1870 viajó a Turquía, logró dar con el lugar adecuado (siguiendo la descripción de la Ilíada), y puso al descubierto una serie de antiguas ciudades edificadas una sobre otra. Extrajo varios fascinantes objetos, muchos de ellos de oro. Aunque Schliemann no fue el primer arqueólogo y carecía de toda formación científica, y a pesar de que estropeó mucho más de lo que salvó, sus hallazgos causaron sensación y dieron la vuelta al mundo. Su trabajo constituyó un gran estímulo para la investigación arqueológica en general.



El Faro



Los reinos helenísticos no dudaron en exhibir su avanzada tecnología en forma de grandes iniciativas arquitectónicas. La Isla de Rodas, por ejemplo, celebró por el año 304 antes de Cristo el éxito de su resistencia al sitio impuestos por los Macedonios erigiendo una gran estatua del Dios Sol dominando su puerto. Esta estatua tenía más de 30 metros de alto y fue concluida en el año 280. Se denominó El Coloso de Rodas y permaneció de pie por espacio de setenta años hasta que un terremoto la destruyó.
El Alejandría se construyó una estructura mucho más útil y de mayores dimensiones: el primer gran faro. Se le dio el nombre de Pharos porque así se llamaba la lengua de tierra en el cual se edificó. Media al menos 85 metros de altura sin contar la base cuadrada y contaba con una escalera por la que debían subirse las cargas de leña resinosa. La luz generada por la combustión de leña podía verse a casi 60 kilómetros mar adentro. La construcción concluyó también hacia el año 280 antes de Cristo y permaneció en servicio durante dieciséis siglos hasta que, al igual que el Coloso, fue víctima de un sismo.
Ambas estructuras fueron incluidas por los antiguos entre las siete maravillas del mundo antiguo.


China y la Gran Muralla


Hacia el año 221 antes de Cristo empezó a gobernar China una nueva dinastía “Los Ch´in” cuyo primer Emperador fue Shih Huang Ti. Este monarca reformador quiso marcar una nueva época, un nuevo comienzo, no teniendo mejor ocurrencia que incinerar todos los libros (excepto los que trataban sobre artes) a fin de liberar a la Nación de la paralizadora influencia del pasado. El país fue rebautizado con el nombre de la nueva dinastía. Desde tiempos remotos China se enfrentó a la amenaza de los nómadas de Asia Central, dispuestos en todo momento a efectuar incursiones contra el abnegado campesinado chino al que le arrebataban las cosechas para su propio alimento y de cuyos hombres se apoderaban para reducirlos a la esclavitud.
A Shih Huang Ti se le ocurrió que la mejor solución sería edificar una muralla que resguardara el confín del país lo suficientemente alta y ancha que aunque permita el ingreso humano mediante el escalado impida todo tipo de ingreso a los caballos. El Emperador y su cuerpo de consultores entendían que sin el ingreso de los animales los nómadas eran absolutamente indefensos.
Esta muralla se comenzó a construir en el año 214 antes de Cristo, inicialmente era de tierra, pero más adelante se construyó con ladrillos. Con el tiempo llegó a extenderse a lo largo de 2500 kilómetros desde el Océano Pacífico hasta bien en el centro de Asia Central. A tramos regulares contaba con atalayas, y en conjunto desempeñaba la función para la que fue concebida. A China no la hizo invulnerable la Gran Muralla, pero con seguridad la hizo menos vulnerable. Es la mayor construcción jamás llevada a cabo y constituye la única creación humana que supera a las pirámides, levantadas no menos que veinticinco siglos antes.

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