AL TOQUE - Nota de Opinión


Tenemos la debilidad de pensar que todo aquello a lo cual se le presta mucha atención es producto de su importancia. Silogismo sencillamente refutable por medio de ejemplos tan concretos como domésticos. Y que esa trascendencia se manifiesta a través de la cantidad de canales que nos describen y comentan el devenir de los fenómenos que encierran dichas actividades supuestamente significativas.

Algo de eso sucede con el fútbol. Y como consecuencia de ello se discurre y se teoriza  mucho más de lo que disfruta del juego.
Cientifizar el fútbol resulta una tarea desproporcionada y hasta inútil. Nada que no se pueda sistematizar probadamente puede trasformarse en conocimiento específico. Por ende se transforma en materia opinable, y al ser tal la subjetividad puede hacer volar la imaginación hasta límites impensados. Entonces ¿Qué significa saber de fútbol? Nada en sí propio.

Hablar sobre filosofía futbolera, sobre ética, sobre fútbol de izquierda o de derecha, sobre conservadurismo, sobre riesgo y propuesta siempre me resultó parte de un discurso vacío, propio de aquellos que solamente hicieron jueguitos con una pelota de media en un balcón o de aquellos que bajo el paraguas de la dictadura supieron acuarelizar su complicidad a través de una retórica atildada. Causan realmente gracia los que se autodefinen como líricos, los mismos que no reparan en partidos sospechosos, dictatoriales listas de intransferibles que signaron la suerte de muchos profesionales hoy en desgracia, exámenes antidoping abortados por gendarmería y encuentros afrontados con la certeza de resultados convenientes. Aún así, la culpa de los males del fútbol argentino la sigue sobrellevando el Doctor. Vaya paradoja, conductor del más brillante equipo que dio nuestra historia futbolera. Tal vez ese ha sido su mayor pecado: Juntar a Maradona-Bochini-Borghi-Burruchaga-Valdano-Tapia-Trobbiani-Giusti-Batista-Ruggieri–Olarticoechea-Clausen- Enrique – (excepto Diego todos pataduras del montón, según los sabios de academia). ¿Saben quién afirmó, desde un supuesto cientificismo, que no podían jugar juntos tres tipos con talento determinante y buen pié en un mismo equipo allá por 1977? Tarea para el hogar...


Cada vez que entré a una cancha conocía a la perfección el reglamento, mis limitaciones, habilidades y fortalezas, ya sea en intercolegiales, en inferiores o en los comerciales de veteranos; siempre supe que enfrente me iba a encontrar con once tipos que querían lo mismo que yo, ganar, y que ellos también eran conocedores del reglamento, sus limitaciones y sus fortalezas. Y que para ello tratarían, en la medida de sus posibilidades y habilidades, hacer lo suyo y no dejarme hacer lo mío. Claro, simple y sencillo. Que a veces esos once tipos eran mucho mejores que nosotros, que en otras, ante la superioridad, lográbamos pelearla con esfuerzo y alguna inspiración; nunca, y lo que se dice nunca es nunca, tuve que leer filosofía para entender de qué se trataba el juego y menos aún cuales son sus secretos.
La filosofía la leía con otros fines. Por ejemplo para entender lo que se esconde tras cada silogismo.

No existe una búsqueda del saber sobre algo que no se puede constatar debido a que el fenómeno jamás se reitera. Nunca dos partidos son iguales, el azar y lo impensado conservan rol protagónico. ¿Qué es entonces lo que se desea mostrar, que más no sea quemar minutos televisivos, invertir en espacios radiales y desarrollar grandes editoriales a cambio de buenos salarios?. La nada misma. Un partido es imposible de presuponer y termina con el resultado. Nada de lo dicho en la previa y a posteriori tienen real sentido y menos aún contenido. En lo personal me aburre mucho escuchar hablar de fútbol desde la supuesta y sospechosa academia. Prefiero esas charlas de café, en donde todos estamos seguros que nada de lo dicho tiene visos de postulado. Porque para mí nunca el fútbol fue un postulado, solamente un juego que me hizo pasar los mejores y más hermosos momentos de mi vida. Algo tan inexplicable como intangible.

La súper profesionalización logra que muchos satélites que rodean a la actividad sospechen también que están súper profesionalizados y por ende tasables, materializables. Cursos para técnico (Zubeldía, Faraone, Didi, Delem, Tim, Lorenzo, Ignomiriello, Distéfano, Griguol, Menotti, Bilardo, Bielsa, Bianchi, Pastoriza, Labruna, Pizzutti, Basile, entre otros jamás lo necesitaron), carreras de periodismo deportivo (Ardizzone, Panzeri, Víctor Hugo, obviaron el compromiso), tecnicaturas en preparación física (Echeverría, Santela, Weber, Pizzarotti, Candela, fueron encontrando métodos a medida de sus experiencias), escuelas de fútbol rentadas, como si tal cosa no se aprendiera jugando, y demás formas que le otorgaron a un simple juego que debería tender al entretenimiento y a la socialización colectiva un estatus de jerarquía mucho más inventado que real.
La burocratización del fútbol no sólo ha desterrado al potrero, verdadera universidad futbolera y humana, además ha logrado que el juego tenga formato de trámite con fines determinados y no como secuencia indispensable para la pasantía de buenos momentos.

A partir de allí todo va en franco crecimiento imaginativo, el drama y lo taxativo toman formato e identidad resultando inaceptable que perder, empatar o ganar son variables tan cercanas que las vemos fuera de toda incertidumbre. Líricos y resultadistas finalizan por proponer idénticas relaciones conceptuales.

Nuestros muchachos seleccionados, nuestros pibes, juegan solamente al fútbol. A veces bien, a veces no tan bien.. No va la vida con ello, ni la ellos ni la nuestra. Y es allí en donde puede intervenir la filosofía y la ética para ayudarnos a entender que por decisión propia nos ha superado el discurso mercantilista y conveniente que determinan montos y ganancias en función de esos azarosos resultados.
Nuestros pibes pasan a ser entonces los responsables de esos negocios y no de nuestros terrenales deseos de mostrar una sonrisa producto de una jugada prodigiosa. Y cuando aparece esa jugada siempre habrá imbéciles dispuestos para mostrar verdades futboleras que se caen inmediatamente al ser pensadas.

Se nos habla de un paladar singular obviando entender que el fútbol es un juego colectivo con destellos artísticos, en donde antes que instalar postulados filosóficos mentirosos hay que tratar de superar al rival comprendiendo que el resto forma parte del circuito de excusas y comentarios de los que viven subjetivando lo que nunca pudieron afrontar.

Me parece que sería noble para nuestros pibes y para nosotros mismos bajar de divisional, no de categoría, obligarnos a sentirnos futboleramente mortales, exquisita y muy humana forma de transitar por el mundo.

Les exigimos a los demás resultados cuando enfrentan a los mejores de otras naciones simplemente porque consideramos que nuestra historia así lo determina. ¿Los griegos, Los egipcios y los romanos pensarán lo mismo con respecto a su rol en la civilización occidental?. No lo creo. Tal vez precisemos modestias en las aspiraciones futboleras para que esos 90 minutos logren de nosotros lo mismo que logra una buena película, una buena obra de teatro, un excelente libro, o un simple asado con amigos. Instancias en donde no está exenta la pasión y el sentimiento, en donde no está de más darle un beso a la protagonista del film como ejercitar una chilena desde el punto del penal.

La pelota no se mancha dijo el Diego, pues la vivimos manchando exigiéndole al juego lo que el juego nunca podrá lograr: dejar de serlo y como tal abandonar su identidad lúdica, algo que no podemos manejar, algo que pasa, algo que sucede mientras nosotros estamos atentos a otra cosa...

En lo personal el verdadero fútbol no percibo que esté buenamente relatado desde la supuesta prensa especializada: Lo veo más tangible en los relatos del Negro Dolina, del Gordo Soriano, de Saccheri, de Sasturain, de Santoro, de Fontanarrosa y de tantos otros que se permiten observar, con enorme pasión, aquello que permanece ciego para la falsa erudición.

Un par de  preguntas para molestar.
¿Cuántos muchachos practicaron activamente fútbol desde la fundación de Coronel Dorrego? ¿Cuántos de ellos llegaron a primera división de AFA? Tal vez a partir de allí comencemos a entender lo dificultoso de la actividad y lo que significa jugar en el seleccionado. Es probable que con estadísticas mediante nuestra modestia nos llame la atención tratando de entender que debemos moderar nuestros niveles de exigencia. Sería un muy buen modo de parar, pensar y comprender hasta que aclare.



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