El Ruso y eso de las Condiciones subjetivas - Cuento Autor Gustavo Marcelo Sala





El Ruso y eso de las condiciones subjetivas


La Coyuntura

El Ruso era un tipo raro. Callado El Ruso. Observador y suspicaz, prudente y dueño de sus silencios. El Ruso supo mantener un agudo interés durante el año que duró la construcción del natatorio municipal del pueblo. Proporciones, medidas e imaginarias profundidades lo tenían ciertamente abismado y un tanto confundido. La pronunciada inclinación hacia uno de los laterales a partir del centro de la base del armazón dispersaba su idea de la obra. Ningún habitante de la aldea mostró tamaña curiosidad por la gestación del novedoso emprendimiento ufanamente divulgado y publicitado por las autoridades de entonces. Las mayorías se mostraban urgidas por su inauguración y no por su montaje, cosa que relegaba a El Ruso casi al borde del insomnio. Lo que diariamente observaba era plasmado, en su soledad nocturna, por medio de dibujos y gráficos analíticos prolijamente encuadernados, siguiendo el mismo orden según avance real de la obra. Planos que desafiaban su inteligencia a favor de conocer los secretos que serían indispensables en el mediano plazo, cuando la construcción terminada quede como un inciso vulgar dentro del cotidiano paisaje.
Sólo conversaba del tema con El Loco Virgilio. Hombre versado El Loco Virgilio. Sabedor que dudar del pensamiento inicial forma parte de la base fundacional del conocimiento científico. Fundamentalista de la duda cartesiana y la falsación popperiana aceptaba con buen tino el oportuno llamado de atención que había explicitado Kant dudando hasta de su propia duda. Poseedor de una biblioteca envidiable El Loco Virgilio. Su pasión por la filosofía, la antropología, la sociología y por la epistemología fue excusa suficiente para que sus vecinos, ignorantes por elección, consideraran a su apodo como parte de una verdad irrefutable. Todavía se recuerda aquella famosa historia, por él mismo difundida, a modo de rumor, en la cual aseveraba haber dado cobijo, por varios días, a dos extraterrestres olvidados por su cuadrilla en un encuentro del tercer tipo nunca difundido por los expertos de la NASA. Se burlaba El Loco Virgilio de la estupidez de los parroquianos.
Un tipo respetado por el dueto, aunque con ciertas prevenciones, era Cocoroco. Hombre de lógica extrema Cocoroco. En cierta oportunidad supo desarmar, de modo íntegro, el impulsor de su motocicleta con el objeto de deducir las causas y razones de su buen funcionamiento. Sostenía Cocoroco que la facilidad era mala novia, y a pesar de no saber quién fue el creador de la frase, la tomaba permisivamente como propia con la estricta promesa de no dejar este mundo sin saber quién había sido el autor de su máxima de cabecera. Hombre temeroso Cocoroco por el recuerdo de aquellos crudos inviernos que supo sufrir de pequeño, permanecía abrigado durante todo el año. Sobretodos oscuros y gruesos gabanes eran exhibidos sin complejos más allá de las temperaturas reales. Cocoroco tenía una sensación térmica dolorosa e irremediablemente propia.
Las prevenciones de sus compañeros radicaban en su permeabilidad a la bebida, canalizando dicha debilidad a través de la palabra. In extremis había que pegarle para que se callara. En los períodos dictatoriales y a pesar de identificarse como socialista nunca fue detenido por las fuerzas del orden establecido por entender que sus incoherencias alcanzaban niveles planetarios. Mezclaba Cocoroco sus conocimientos científicos y técnicos con su embebido imaginario; de todas formas las limitaciones intelectuales de los funcionarios policiales colaboraban para su amparo y resguardo. Tanto El Loco como El Ruso trataban de estimar el nivel etílico de su compañero para determinar el programa a desarrollar. La profundidad del temario era directamente proporcional al nivel de lucidez de Cocoroco.


Por el momento el natatorio en construcción era el tema de debate...
Las tres notas remitidas por el grupo a la empresa encargada de la obra a propósito de dudas y aclaraciones con respecto al proyecto fueron categóricamente ignoradas. Soberbia y capitalismo laboran en sinonimia calificaba El Ruso exponiendo un léxico digno de un versado sofista ateniense. Por fuera de no recibir respuesta, por cierto que previsible, no se sintieron derrotados. Sabían que no podían ni debían contar con la providencia de los adjudicatarios de la prebenda y menos aún con la buena disposición del Estado contratista. Las medidas registradas y plasmadas en los bocetos testimoniaban certezas innegables: La utilización futura del natatorio no era para toda la población.


-          No le demos más vueltas al asunto. O sabés nadar o te ahogás – afirmaba El Ruso de modo airado – Si la mitad menos profunda tiene un promedio de dos metros de calado, para luego ir descendiendo hasta una profundidad máxima de cuatro metros, se hace evidente que existirán factores limitantes concretos para la mayoría de nuestros vecinos. Esta es una obra para pocos que pagamos todos.

-          ¿Y si armamos un petitorio a considerar por la población para qué, con firmas mediante, se revean modificaciones al proyecto original? – preguntó sin demasiadas expectativas Cocoroco –

-          La idea contaría con mi afirmativa si viviésemos en el marco de una comunidad comprometida con el futuro y no con la coyuntura – sentenció El Loco Virgilio -. Lamento informarles que nadie expondrá su rúbrica. Quiero recordarles que de los cuatrocientos trabajadores existentes en el pueblo, ciento cincuenta están afectados directa o indirectamente con la obra, y los restantes son familiares, amigos o conocidos. Además, a fuerza de ser sinceros y sin ningún tipo de eufemismos, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que no estamos pasando por tiempos plenos de convicción ética y menos de heroicidad. Sin ir más lejos recuerden la nula condena social de la cual somos aún testigos, a pesar del posterior e inapelable veredicto que la justicia les propinó a los propietarios de la Planta de Cereales local, por haber estafado a la Cooperativa de Acopiadores. Nada se dijo. El silencio fue el compromiso aceptado. Todos, y cuando digo todos, es todos, continúan comerciando con el titular en cuestión, como si tal cosa no hubiera sucedido, tipo salvado gracias a una magra probation reciclada con formato de multa. El sujeto no puede firmar ni una tarjeta de navidad, el tipo tiene inhibido hasta el saludo. Fundamentalistas del feudalismo, esclavos por vocación o someros y lobotomizados cómplices baratamente asalariados.

-          Hubo momentos en la historia en donde el foquismo jugó un rol fundamental para la modificación de ciertas conductas oficiales.

-          ¿A qué te referís Ruso? –inquirió Cocoroco –

-          Pequeños atentados, llamadas de atención, panfletos esclarecedores, denuncias concretas sobre la corrupción existente, sobreprecios y demás desaguisados que esta obra de escasa prioridad conlleva en su letra chica.

-          Si bien tendría una mayor efectividad –admitió El Loco- considero que correría la misma suerte que el petitorio. El Estado Municipal y la Empresa han sabido captar la voluntad de las mayorías, en consecuencia, esta suerte de concientización quedaría arrumbada en los abismos de la omisión y nos expondría inútilmente. Pongamos por caso los emprendimientos industrialistas que conspiran contra el medio ambiente. Existen poblaciones enteras sumidas en la más terrible de las poluciones, soportando enfermedades terminales, respirando inagotables dosis de oxígeno viciado, sin embargo parece ser que la remuneración mensual es razón suficiente y precio adecuado para que la conciencia social no desarrolle iniciativas de rebeldía ni anticuerpos protectores.

-          ¿Y entonces?  - preguntó desconcertado El Ruso -

-          En lo personal y revisando el estado de situación considero que debemos esperar hasta el día de la inauguración –sostuvo con énfasis El Loco – y en medio de la verbena hacer la demostración empírica correspondiente para que no queden dudas sobre la necesidad de modificar la obra de forma tal no sea un club privado de unos pocos avezados nadadores sino un complejo dinámico para el recreo popular.

-         Estoy parcialmente de acuerdo – opinó El Ruso – observo tu propuesta como instancia extrema. Si las circunstancias lo exigen será necesario preparar un golpe de efecto que no queden dudas al respecto, que movilice al unísono inteligencias y sentidos, provocando que tanto el Estado Municipal como la Empresa comiencen a bosquejar las modificaciones necesarias para socializar el proyecto. Propongo que pensemos cada uno y en soledad, guardando el mayor de los sigilos, planes de acción detallando en forma precisa cada movimiento a ejecutar. Debemos tener en cuenta que en nuestras manos descansan las esperanzas de un natatorio para todos, por ende, cada detalle se hace insoslayable e imprescindible. Calculo que la obra quedará finalizada para principios de Diciembre, coincidente con la fecha de los comicios locales, debido a esa razón estimo prudente que nos juntemos treinta días antes del evento para debatir los bocetos, tomar las decisiones definitivas y planificar pormenores.

Con el compromiso asumido cada integrante de la junta partió rumbo a sus quehaceres, pensantes del devenir y ansiosos por exponer su inteligencia a favor de un plan que les permita revertir un destino poco menos que inmutable. La imaginación, la curiosidad y el conocimiento comenzarían a jugar sus fichas durante las largas noches invernales, a la espera de arribar a una primavera con más certezas que interrogantes. El Loco, El Ruso y Cocoroco estaban convencidos que comenzaba a gestarse una jornada inolvidable para la aldea y que debían estar a la altura de las circunstancias, no sólo para demostrar que se puede enfrentar al poder y su corruptela, sino también para quedar en la historia y en el corazón de cada uno de sus vecinos. Es humano y legítimo entender sobre intenciones colaterales cuando uno cree que está protagonizando cuestiones relevantes. Imagino a alguno de ellos soñando, por entonces, con cierto amor nunca correspondido y que esa posibilidad de trascendencia lo instalase en situación favorable para intentar algún tipo de acercamiento de carácter personal. Un hipotético triunfo en la batalla podía llegar a otorgar un respeto colectivo hasta el momento ausente, modificando substancialmente ese perfil de desvarío y dislate que el trío portaba desde tiempos remotos. Lo cierto es que las nobles y altruistas intenciones del equipo superaban ampliamente esas pequeñas ambiciones individuales de carácter terrenal.
Promediando la primavera y a instancias de El Ruso, improvisaron una reunión extraordinaria para intercambiar ideas, observar el grado de avance de las investigaciones y verificar el estado de situación. La convocatoria, a pesar de hallarse fuera de programa, no encontró reparos ni protestos. El galpón de El Loco Virgilio fue el lugar elegido para la cita. La versión hecha circular por él mismo sobre aquellos marcianos invasores que supo cobijar en su finca aseguraba la suficiente y necesaria privacidad. Además el rumor sobre que en dicho galón El Loco poseía dos yararás adiestradas mantendría a los curiosos alejados de la finca. 
A principios de Noviembre el clima de la llanura no mostraba indicios de regularidad atmosférica. Eso no era problema para Cocoroco y su escasa amplitud térmica. Sus habituales gabanes se distinguían a modo de marca registrada. A propósito de ello y para confort de El Ruso, El Loco Virgilio había apresurado el armado de un brasero con suficiente leña de reserva por si el frío castigaba. Si por caso el calor y su tozudez ejerciera inusitado protagonismo una buena cantidad de porrones de cerveza negra dentro de un tanque de doscientos litros refrescados con dos barras de hielo molidas templarían, en la previa, la sequedad de las gargantas. Para la cena, medio costillar de un capón recientemente carneado y un buen patero artesanal completarían el cuadro nocturno que el anfitrión organizó en honor a la caterva. La hipótesis de trabajo y el desarrollo de los planes era expuestos y dejados de lado en la misma medida que hallaban fisuras insalvables. Si bien el expositor de la idea defendía su proyecto como jurista ante un estrado, las refutaciones y las evaluaciones eran aceptadas habida cuenta del objetivo principal; honestidad intelectual, pensamiento crítico y sentido inteligente como agentes del conocimiento.

-          Estamos dejando de lado algo que me parece trascendental – aseveró El Loco –. El destinatario del mensaje es un elemento que no podemos ni debemos soslayar. Recordemos que nuestros vecinos rechazan de plano cualquier indicio que los coloque incómodos ante sus patrones, sean estatales o privados. Nuestra acción debe incluir evidencia definitiva de forma tal no quede duda alguna y a la vez imposibilitar que le abra la puerta, en un futuro, a una respuesta oficial que derrumbe nuestra argumentación. En definitiva es como una partida de ajedrez; debemos tener visualizadas con certeza cinco o seis posibles respuestas ante la contingencia, de lo contrario, sería desastroso, pues determinaría un no retorno debido a nuestra escasa credibilidad popular. Seríamos tildados de falaces y embusteros más allá de los razonamientos lógicos y veraces exhibidos. No olvidemos que nos estamos arriesgando a exponer detalles que la sociedad no está deseosa por escuchar. Además de poseer una elevada cuota parte de ignorancia encontraremos inteligencias sesgadas en función de sus propios intereses y egoísmos. Se me ocurre que debemos asumir este fenómeno como el ítem fundacional del plan definitivo.

-          Es muy cierto y es muy triste – ratificó El Ruso –

-          Entonces no es descabellado pensar en duplicar el riesgo – disparó Cocoroco – El golpe de efecto debe ser lo suficientemente irrebatible para impedir el hallazgo de gateras evasivas.

-          Por ahora hemos cometido el error de no tomar en cuenta la variable mencionada. Debemos esmerarnos e incluir este elemento que estimo mucho más trascendente que nuestro propio coraje – aseguró El Ruso -

La velada transcurrió por senderos hipotéticos. Los supuestos y las certezas chocaban de frente contra revoluciones inconclusas y asonadas fuera de tiempo. La experiencia de los Comuneros parisinos fue tema de un largo debate al igual que el Plan de Operaciones, El Ser y la Nada y El hombre que fue jueves... El pueblo y sus circunstancias, el hombre y sus circunstancias. Ortega, Sartre, algo de Heidegger, bastante de Benjamín y Adorno, Moreno, Chesterton, Popper, Marx y Cooke en un mismo plano, nadando en un estanque abisal repleto de vino patero y un pedante trampolín con perfil de costillar. La ratificación de la reunión definitiva a principios de Diciembre, el apuntar sobre las advertencias mensuradas y el mantenimiento irrestricto de la discreción fueron las pautas acordadas hasta el próximo encuentro. Las cenizas que sirvieron para dorar el delicioso manjar menguaron su calidez, el vino comenzó a mostrar su borra de fin de fiesta y los porrones quedaron para una mejor ocasión buceando dentro de un mar de olvidos y deshielo. Todo estaba en su lugar. La geografía presagiaba. Como afirmaba Borges en el cuento El Fin: “Hay una hora determinada en que la llanura, está por decir algo”


El Plan

3 de Diciembre

Esta vez no hubo clima de verbena. El galpón de El Loco Virgilio simulaba representar un auténtico estudio de arquitectura: Láminas adosadas a los vidrios ciegos, tableros inclinados con bocetos borroneados, una decena de lapiceros completos en insumos milimetrados distribuidos por todo el salón, ceniceros a discreción, dos calculadoras científicas de última generación marca Casio y ocho lámparas a Kerosene, rudimento éste sumamente necesario para asegurar de modo eficiente el alumbrado interior ante la posibilidad de cortes eléctricos inesperados. Tres catres en impecable estado eran presentados al servicio del descanso. En las afueras, el fogón disponía de combustible para varios días; un borrego apartado estaba a la espera de su turno mientras purgaba su achuraje a la par que varias botellas de aguardiente mantenían firme vigilancia. Una colosal pava de hierro fundido, un bolsón de diez kilos de yerba y dos porongos generosos presagiaban jornadas de permanente mateada. Los planos de la construcción estaban ordenados cronológicamente según el avance de obra, numerados y por fecha. El monto de la inversión, la cantidad de jornaleros, la situación impositiva de la empresa y los apellidos y antecedentes de los funcionarios firmantes del decreto estaban asentados en un libro diario convenientemente timbrado y rotulado como “Pronto Despacho”. El Loco Virgilio había montado el lugar de trabajo sin dejar nada librado al azar. La importancia de la tarea imponía condiciones imposibles de sortear.

Las primeras cuarenta y ocho horas de debate y planificación no agregaron ningún aspecto positivo. Las madrugadas se confundían con las mañanas y el cansancio rivalizaba con ventaja ante la desesperación y el desconsuelo. Cierto abatimiento y un sentimiento de previa derrota merodeaban en el ambiente. La sospecha de estar abandonados en medio de un laberinto diseñado por ellos mismos mermaba la confianza y la esperanza del preludio. Comenzaron a dudar de sus propias capacidades, de sus inteligencias. El desánimo y la baja estima iban deteriorando paulatinamente la atmósfera del recinto.

Abruptamente, sin mediar aviso y en la mañana del cuatro día de labor un grupo comando integrado por siete encapuchados irrumpió con despiadada voracidad en la propiedad de El Loco Virgilio destruyendo todo lo actuado, llevándose la documentación, los planos y apuntes, el aguardiente y lo que quedaba del borrego. Polifemo y Catriel,  sendos cancerberos de temible aspecto que El Ruso había apostado de ex profeso para montar guardia en las afueras de la finca habían sido sigilosamente narcotizados con carne “recargada”.  El galpón exhibía una geografía desoladora; un fresco de paroxismo y calamidad, un metafórico y doloroso Guernica de campaña,... evidentemente la cautela tomada no había sido suficiente.

Los personeros burocráticos poseían servicios de inteligencia con agudos criterios deductivos e inductivos acompañados por una importante inversión en logística. Cada uno de los integrantes del trío había sido vigilado por un recurso profesional muy bien pago por la empresa adjudicataria desde los tiempos en que las cartas de protesta circulaban a discreción. Asumieron como un error capital haber subestimado la malicia del antagonista. Para vencerlos, para lograr el objetivo había que pensar como ellos, ser un poco ellos, extremar medidas, inmolarse de ser necesario.

-          Nos suponen definitivamente derrotados – comentó Cocoroco – Creo que es algo que podemos aprovechar ya que es posible que de aquí en adelante nos dejen de considerar tipos de cuidado. Las victorias, casi mecánicamente, hacen relucir la soberbia de los déspotas.

-          Es muy interesante tu razonamiento Cocoroco – interrumpió El Ruso mientras trataba de ordenar lo poco que quedaba con algún signo de utilidad – es probable que esa supuesta creencia sea la llave que nos permita desandar este laberinto plagado de silogismos e indecisión.

-          Ir al frente el mismo día de la inauguración con las cartas que tengamos en la mano asociando algo de desesperación con bastante de convicción – sentenció El Loco Virgilio, para luego agregar – Estos tipos ni sospechan lo que es enfrentarse a elementos que no tienen nada que perder. La osadía y la peligrosidad se potencian geométricamente.

-          Sin lugar a dudas – recalcó Cocoroco – Propongo que descansemos un rato utilizando ese tiempo para que la angustia y la bronca no nos perturben. Una vez reinstalados en el marco del pensamiento dejemos paso a que nuestras inteligencias procedan a favor del objetivo. Todavía estamos un tanto alterados.

Cinco horas de pleno descanso fue tiempo suficiente para ordenar ideas y reforzar las maltrechas utopías. El grupo sabía que sin la mediación de aquella acción armada parapolicial hubieran sido derrotados sin miramientos por sus propias incapacidades. El principio de acción y reacción reavivó sus espíritus combativos. El comando de encapuchados arrojó nafta a un fuego que se estaba extinguiendo de modo natural. La torpeza y la jactancia del poder encendieron nuevamente la desgastada mecha. El Ruso pidió la palabra...

-          “Hay una sola manera de llegar a la inteligencia de la población y es demostrando in situ que la obra contiene defectos y factores limitantes que la hacen inservible para los sectores populares. Propongo que el día de la inauguración uno de nosotros se lance al natatorio y exponga, con el peso de su cuerpo, que es necesario revisar su molde definitivo. Arrojarse a la piscina es la mejor manera de comprobar nuestra teoría, la praxis nos otorgará la razón de modo inexorable. Me ofrezco para el operativo. El asunto es demostrar que de pie, un individuo de estatura media se ahoga; es necesario que nuestros vecinos visualicen lo indispensable que significa ser un avezado bañista para disfrutar del predio, que no existen opciones para jugar, para socializar el espacio, para realizar tratamientos terapéuticos y kinesiológicos... Luego de eso la muchedumbre, sorprendida, no será capaz de objetarnos la experiencia para finalizar acordando con nuestras posturas. El municipio y la empresa no tendrán más remedio que acatar la decisión popular. Estamos en presencia compañeros de las famosas condiciones subjetivas por las que tanto renegaba el Comandante Guevara con Fidel. Es una cuestión de encarnadura. Pequeñas curaciones, ergo victorias, concientizan, tienen efecto de cascada. La masa se dará cuenta irremediablemente del rol irremplazable que les cabe como actor colectivo vital e inexcusable de los movimientos populares elaborando per-se procesos prerrevolucionarios irreversibles.
Mientras El Ruso se quedó tildado pensando en la utilización abusiva de prefijos privativos que había desarrollado en su discurso, un cerrado aplauso del diezmado auditorio – sus dos amigos -  acompañado por cánticos e insultos al intendente y a la empresa dio por finalizada la arenga.

-          En principio estoy de acuerdo – asintió El Loco Virgilio – Pero debemos mostrarnos hasta ese día alejados de toda pesquisa. Es más. Será necesario exhibirnos cabizbajos, depresivos y sumidos en la impotencia. No se olviden que a la semana siguiente de la inauguración es el acto comicial. La caterva del intendente y los empresarios van a estar con todos los sentidos puestos para darle la mejor pompa y el más digno boato al caudillo, hombre que va por su “enésima” reelección.

-          Aprobado entonces – aseveró Cocoroco –


El Salto

Cuando El Ruso se arrojó a la pileta promediando la romería, el bullicio aprobatorio modificó de plano su rictus de jolgorio. El estupor fue el principal invitado, poco después que por uno de los laterales del feudo, observaran una sombra que tomaba por asalto el trampolín y se arrojaba sin remilgos bajo el grito entrecortado de: “a ver si floto”. Ese vuelo interminable y ese grito con acento fueron sus últimas experiencias científicas, la prueba irrefutable de su generosa sabiduría puesta al servicio de las impávidas mayorías. El aplauso y los vítores de sus dos compañeros por la faena exhibida duraron hasta que tomaron nota de que El Ruso había desestimado su ignorancia en el arte de la natación y que su metro sesenta y cuatro de altura era ampliamente superado por la profundidad de la piscina. Detalle no menor y nudo existencial del operativo militante. La ausencia del correspondiente socorrista dejaba demostrado a las claras que ese acto revestía solamente burocráticas excusas electoralistas.

La apología del intendente, las palabras alusivas del propietario de la empresa constructora y un vino de honor para los “culosucios” del terruño completaban el orden protocolar. La ceremonia incluía una detallada recomendación por parte de uno de los concejales oficialistas para reflexionar sobre el venidero acto electoral. Toda esa pompa, todo ese ritual quedó mutilado imprevistamente por las agallas de El Ruso. Unas pocas brazadas desesperadas y un físico nada atlético sentenciaron sus últimos cinco minutos de ciencia. Lentamente y extenuado se rindió ante la fortaleza de las aguas. Su cuerpo, grotesco, sombreaba un fondo celeste e insondable. El silencio invadió el predio sin mayores elocuencias; sólo las voces de Cococoro y de El Loco Virgilio se escuchaban clamando por el sacrificio de su colega y amigo a favor de una verdad que nadie quería escuchar. A la hora y media del suceso cuatro buzos tácticos de la Prefectura Naval, por orden del juez de instrucción y con presencia física del ayudante del fiscal, extrajeron la masa inerte, blanquecina y germánica de El Ruso, de ahora en más recordado, irónicamente, con el mote indeseable que aún lo persigue en el marco del anecdotario popular. Finalizada la pesquisa, la justicia determinó suicidio por inmersión. El médico forense de la regional testimonió que la víctima sufría notables índices de alineación, neurosis y un estado de elevada enajenación. Como si una autopsia efectuada con tibieza y celeridad pudiera desembocar en tales conclusiones.
Al entierro asistieron sus dos compañeros de aventuras y varias planeras pagadas por la empresa constructora.

El natatorio de origen no sufrió modificaciones pero habida cuenta de lo sucedido se construyó otra piscina, lindera a la original, cuya profundidad no superaba el metro y medio, y que poseía un sector cercado para uso exclusivo de menores. Dicho armazón adicional fue realizado por la misma empresa bajo el método de adjudicación directa con financiamiento del Estado municipal. Los titulares de la razón social beneficiada con el gerenciamiento del predio fueron apellidos cercanos al entorno del intendente. La población de Coronel Dorrego ratificó el mandato del veterano caudillo por cuatro años más en comicios libres y transparentes, siete días después de las exequias en honor a El Ruso “Versifloto”.    



Comentarios