El Pibe Mariano Ferreyra







El Pibe Mariano Ferreyra








20 de Octubre 2010 



La hipocresía de una sociedad se ve maximizada cuando aparece la muerte descolocando de plano todo tipo de argumentación política. Cada estrato, interesado o no interesado, verá en el crimen un aura conveniente para acercar aguas a su molino, desestimando la universalidad que el fenómeno permite develar.

De ese modo se establecen críticos postulados acerca de ordenamientos o vicios que llevan más de dos décadas de haber echado raíces. Por caso los sistemas de terciarización laboral.

La contratación de servicios a terceros forma parte de una de las estrategias empresariales más resonantes de principios de los noventa que se constituyeron unánimemente, sin contradicciones sociales ni ideológicas,  a través del paradigma de la REINGENIERÍA.  

Esto es modernizarse: devaluado sofisma que incide en el abaratamiento de los costos bajo el prisma de la competitividad, objetivo evidente para el logro de una mayor rentabilidad económica. Así pues la sociedad en su conjunto ha aceptado este mecanismo tanto en el ámbito estatal como en el privado sin que nadie hasta el momento se haya escandalizado por lo que dicha práctica ocultaba.

Un Estado Nacional, Provincial o Municipal puede contratar un servicio de pavimentación, mantenimiento o de recolección de residuos a sabiendas que la mano de obra afectada no le acarreará conflictos directos ya que no se hallará dentro de su esfera de control.

Poseer rodados, maquinarias y operarios bajo relación de dependencia ocasiona distracciones económicamente negativas que apuntan a un gasto innecesario susceptible de ser evitado. 

Recordemos a Dromí y su acto fallido privatizador. Con un canon mensual o anual  se arregla el asunto.


En el ámbito privado este mecanismo tiene la doble utilidad mercantilista de mimetizar ganancias disimulando verdaderos gastos contablemente gravados, por supuestas inversiones contablemente exentas, y a la vez, evade la responsabilidad de todo compromiso patronal con respecto a los aportes laborales, implementando esta ignominiosa omisión como hábil estrategia empresarial.  Aclaro que en carne propia fui víctima del tal  paradigma corporativo en el BBVA.

Los gremios afines no alzarán sus voces al respecto ya que dichos trabajadores no se encuadran dentro de su marco representativo, de modo que esa mano de obra de segunda siempre tendrá condiciones de minusvalidez en la defensa de sus reclamos y derechos elementales. Más aún cuando una pequeña resistencia organizada por estos expresa públicamente los negocios que algunos jerarcas sindicales sostienen con los empresarios favorecidos.

Fábricas, Bancos, Pymes, Empresas de Servicios, Asociaciones sin fines de lucro, Sindicatos, Medios de Comunicación y hasta el mismo Estado han aceptado este formato y con él un fuerte crecimiento del empleo en negro hasta que la muerte los separe. Y la muerte llegó y con ella la hipócrita indignación.

A partir de aquí comienza el juego de la morbosa culpabilidad. La muerte será suficiente excusa para derivar responsabilidades en pos de un voto y no de entender que un sistema social basado en la simple ecuación costo beneficio incluye contraindicaciones que no somos capaces de atender hasta que un difunto nos avisa que la cosa no es cómo nosotros pensábamos.

Vivimos en una sociedad de sorprendidos. Parece que nadie sabe lo que hace y por qué lo hace. Como aquel viejo esquema de los monos, la banana, la escalera y el chorro de agua que somete al mico ante cada intento de capturar el plátano y el consecuente castigo que sufre por el resto de la caterva cuando muestra cierta inquietud investigadora.

El problema aparece cuando uno devela que lo que hace no guarda ningún tipo de regla humanitaria y menos aún sentido inteligente.

Un ordenamiento inercial involuntario piensa por nosotros dejando nuestros débiles razonamientos esenciales para cosas como el entretenimiento, el consumo banal o la burguesa victimización.

El pibe Ferreyra, mal que nos pese, sólo será un nuevo trapo que embolsará vientos de nuevas y viejas protestas, mientras todos los actores sociales (Altamira incluido y su recordado brindis en el marco de una empresa oligopólica que no permite sindicalización alguna, que tiene casi todos sus servicios terciarizados y la propiedad de Papel Prensa con contratos tintos en sangre) continuaremos viviendo nuestros magros egoísmos tratando de no ser descubiertos, de nos ser criticados y de seguir esculpiendo un ordenamiento más cómodo que inteligente, de modo no tengamos nunca la osadía de ascender el tenor y aceptar el hermoso desafío de pensar si la cosa puede ser un poco más justa de lo que es.

Y marchas tardías, y quejas absurdas, y ceños fruncidos… todo hace al maquillaje imprescindible para convencernos que somos espectadores de una realidad que nos es ajena, en lugar de hacernos cargo por aquello que supimos conseguir con nuestras propias elecciones colectivas.

Kostecki, Santillán, Ferreyra, Pocho Lepratti, Aníbal Verón, Teresa Rodríguez, el profe Fuentealba y otros tantos no deben ser mancillados por la imbecilidad cotidiana en reuniones y discursos de urgencia y ocasión. Algún día deberemos crecer y dejar de ser adolescentes e hipócritamente funcionales. 
Si optamos por serlo no veo qué sentido tiene continuar considerándonos una Nación y no una suma de individualidades que vive, en forma casual, dentro de una línea divisoria, tan difusa como intangible llamada país.


Comentarios